Soplaba el viento con alevosía, apretábamos el gabán para cruzar "El Palacio" y tres miradas buscaban la dirección del hijo del dios Eolo. Alguien se le ocurrió ¿y el carnero?. El carnero presidía, como siempre, majestuoso, todo el discurrir, el ir y venir de la parte "alta" del pueblo. A nuestra apreciación, parecía ajeno a los cañonazos gélidos que nos obligaban a encoger el cuello, pero ¡no!, pasando la esquina del Ayuntamiento, volvimos la vista atrás y "El carnero" parecía mirarnos y mandarnos en la complicidad del silencio un mensaje de esperanza: "Ya sé que el SUR también existe". Falta en el albún de fotos una de carnero.