CAPÍTULO IV. LA RUINA MORAL DE OCCIDENTE (Si es que occidente tuviese moral)
Y llegué al lugar, después de todos los avatares históricos que conté, y allí estaba el Sr. Obispo, departiendo con las autoridades del lugar. Tras los saludos de rigor, y subordinando el sentido al control estoico de la voluntad, continúe con las emociones incontrolables. Y me tomé la cerveza con ADL y su marido, para los que no encuentro adjetivos que les hagan justicia. Saludé a Lorenzo y Srª, a los que ya conocí al mediodía por recomendación de mi amigo Vísperas. Y observé que, sobre una espalda de enorme humanidad, los anillos nebulosos del humo de un puro escalaban hacía el cielo. Claro, era Pisaera (¿Quien dijo que sobre las piesaeras no se escribe un poema? En cada pisaera, una estrofa)
El Baleares, así de pronto, se me pareció a Napoleón. Después, más sosegado, obvie el brazo izquierdo. ¿Cuál era el del Emperador? El suyo, era el derecho ¡Con el que teclea! – Me dije- ¡La ruina moral de occidente! ¡La decadencia espiritual de la cena! Peroooooo... Amigos. Con la Señora que le acompaña, cualquiera. Debió darle alguna friega- lo trata cual cristal de bohemia- y el tío se hizo acompañar por la música. Amapola, quedose anonadada del Milagro.
Él y Pisaera, tuvieron el honor de recibir un regalo “único” de manos de este que esto escribe. Lo del honor lo digo yo; lo de único, las circunstancias. Aun me queda gente. Descansaré un poco, y Vds., también. Abrazos. PC
Y llegué al lugar, después de todos los avatares históricos que conté, y allí estaba el Sr. Obispo, departiendo con las autoridades del lugar. Tras los saludos de rigor, y subordinando el sentido al control estoico de la voluntad, continúe con las emociones incontrolables. Y me tomé la cerveza con ADL y su marido, para los que no encuentro adjetivos que les hagan justicia. Saludé a Lorenzo y Srª, a los que ya conocí al mediodía por recomendación de mi amigo Vísperas. Y observé que, sobre una espalda de enorme humanidad, los anillos nebulosos del humo de un puro escalaban hacía el cielo. Claro, era Pisaera (¿Quien dijo que sobre las piesaeras no se escribe un poema? En cada pisaera, una estrofa)
El Baleares, así de pronto, se me pareció a Napoleón. Después, más sosegado, obvie el brazo izquierdo. ¿Cuál era el del Emperador? El suyo, era el derecho ¡Con el que teclea! – Me dije- ¡La ruina moral de occidente! ¡La decadencia espiritual de la cena! Peroooooo... Amigos. Con la Señora que le acompaña, cualquiera. Debió darle alguna friega- lo trata cual cristal de bohemia- y el tío se hizo acompañar por la música. Amapola, quedose anonadada del Milagro.
Él y Pisaera, tuvieron el honor de recibir un regalo “único” de manos de este que esto escribe. Lo del honor lo digo yo; lo de único, las circunstancias. Aun me queda gente. Descansaré un poco, y Vds., también. Abrazos. PC