CARRASCO, lo que te voy a decir puede que te suene a falso o pedante pero quiero que sepas que hay mucha gente de buena voluntad que desea y hace feliz a los que están a su alrededor. A ti te deseo que seas feliz en Navidad y siempre.
Querida encina, si las circunstancias lo permiten intentaremos estar em el proximo encuentro. en el pasado no llegue a enterarme con tiempo pues yo dispongo de ordenador solo cuando no lo utilizan mis hijos, y es en pocas ocasiones. Claro que te dare en el hombro, y un abrazo muy fuerte tambien, te quiero mucho y tenemos mas en comun de lo que imaginas. de momento te dejo con la dudina para que intentes adivinar, un besazo para carlos. y FELIZ NAVIDAD PARA TODA LA FAMILIA. Besos preciosa.
Un hijo, cansado de la ancianidad y los achaques de su padre, tomo la decisión de recluirlo en un asilo.
En silencio, padre e hijo salieron por última vez del hogar. Y caminaron por las calles de la gran ciudad. El primero, resignado. El hijo, tratando de silenciar su conciencia con un sinfín de promesas y falsas atenciones. Al rato, el anciano se sintió cansado. Y el hijo, solicito, condujo a su padre hasta un banco cercano.
Nada mas tomar asiento, el viejo rompió a llorar amargamente. - ¿Que te sucede?, le pregunto el hijo.
Pero el anciano no respondió, y su llanto se hizo mas intenso.
- ¡Por Dios, padre! ¿Por qué lloras?
Y el hombre exclamó al fin entre sollozos:
-Hace cincuenta años, yo también conduje a mi padre a un asilo. Y ambos nos sentamos igualmente en este mismo banco…
(Con la misma medida que midáis, seréis medidos.)
En silencio, padre e hijo salieron por última vez del hogar. Y caminaron por las calles de la gran ciudad. El primero, resignado. El hijo, tratando de silenciar su conciencia con un sinfín de promesas y falsas atenciones. Al rato, el anciano se sintió cansado. Y el hijo, solicito, condujo a su padre hasta un banco cercano.
Nada mas tomar asiento, el viejo rompió a llorar amargamente. - ¿Que te sucede?, le pregunto el hijo.
Pero el anciano no respondió, y su llanto se hizo mas intenso.
- ¡Por Dios, padre! ¿Por qué lloras?
Y el hombre exclamó al fin entre sollozos:
-Hace cincuenta años, yo también conduje a mi padre a un asilo. Y ambos nos sentamos igualmente en este mismo banco…
(Con la misma medida que midáis, seréis medidos.)