Bodes, primero, quiero felicitaros el Año Nuevo. Cuentas unas historias que a mí, particularmente, me interesan mucho, por lo que tienen de sabiduría. Los abuelos de antes -hoy todavía quedan algunos- disfrutaban contando a los niños/as vivencias y experiencias que la vida, generalmente dura, les había aportado; hoy en día, ni los abuelos, ni los niños y, mucho menos, sus circunstancias, son las mismas. Yo tuve la desgracia de no conocer a ningún abuelo, pero me quedaba embelesado en la camilla a la luz de una vela, un candil o un carburo, escuchando historias de mis abuelas, mis padres y, sobre todo, de mis tíos, Angel y Pura: unas cargadas de realismo y otras de ficción, pero todas enriquecedoras. Ahora estoy “patitieso” porque no tengo historias que contar a mis hijos, salvo algunas de las que mis antecesores me contaron a mí; y esto, es triste, muy triste; también evidencio que la juventud va por otros derroteros, y esto me entristece todavía más. Bueno, siempre acabo igual. ¡Por cierto!: estaré expectante para cuando cuentes la de tu abuelo Lorenzo.
Un saludo.
Un saludo.