Bodes, primero, quiero felicitaros el Año Nuevo. Cuentas unas historias que a mí, particularmente, me interesan mucho, por lo que tienen de sabiduría. Los abuelos de antes -hoy todavía quedan algunos- disfrutaban contando a los niños/as vivencias y experiencias que la vida, generalmente dura, les había aportado; hoy en día, ni los abuelos, ni los niños y, mucho menos, sus circunstancias, son las mismas. Yo tuve la desgracia de no conocer a ningún abuelo, pero me quedaba embelesado en la camilla a la luz de una vela, un candil o un carburo, escuchando historias de mis abuelas, mis padres y, sobre todo, de mis tíos, Angel y Pura: unas cargadas de realismo y otras de ficción, pero todas enriquecedoras. Ahora estoy “patitieso” porque no tengo historias que contar a mis hijos, salvo algunas de las que mis antecesores me contaron a mí; y esto, es triste, muy triste; también evidencio que la juventud va por otros derroteros, y esto me entristece todavía más. Bueno, siempre acabo igual. ¡Por cierto!: estaré expectante para cuando cuentes la de tu abuelo Lorenzo.
Un saludo.
Un saludo.
Chengue, cuentale a tus hijos esas historias que te contaban tus abuelas, tu tio Vallejo y tu tía Pura, no hay historias más bonitas que las que se contaban en un chozo en las noches de invierno, sentaos al redeo de la lumbre y con la luz de un candil que poco a poco se iba consumiendo el aceite, y el resplandor de daba la lumbre cuando se ponía un leño mas pa que durara el rescoldo hasta la mañana siguiente, tienes razón, unas veces eran historias reales, otras... eran ficción, recuerdo los cuentos que mi padre me contaba, y no me los contaba como cuentos, me los contaban como historias que le habían pasado a él, esas historias nunca se olvidan. Mis hijos no han podio tener mucho trato con mis padres, por la distancia, pero siempre que ibamos al pueblo, mi padre le contaba a mis hios las mismas historias que me contaba a mí cuando yo era chica, ya no había candíl, ni lumbre, pero te puedo asegurar que a mi hijo en particular, le encantaba que su abuelo le contara esas historias, hoy, aunque no lo dice, porque ya no dice nada, sè que le hecha de menos, y que le gustaría poder ir al pueblo y escuchar al abuelo; se sentaba al lao de él, le cojia la mano y le decia.. aguelito, cuentame el cuento.... Bueno, no sigo. Un beso
Coguta, es inexorable que el tiempo corra; pero, recrearse en los recuerdos de la niñez para reconfortarse una, y contagiar a los demás de tus propias vivencias, haciéndolas creer que son las suyas propias, es de lo más loable que se puede hacer; y, tu, lo haces de maravilla. Evidentemente, la retentiva y, por tanto, el recuerdo de aquellas cosas, están en relación directa con el grado de atención que entonces prestaste; pero, no es menos cierto que entonces había tan pocos “cacharros” que nuestra imaginación maquinaba constantemente construyendo y reconstruyendo las imágenes de los cuentos y leyendas que nos contaban nuestro mayores; ahora, esto forma parte de nuestro patrimonio cultural, y orgullosos/as debemos estar de ello.
Por esta época de invierno, en los chozos, por las mañanas muy temprano, bajo aquellas mantas de tiras, que tanto pesaban y tan poco abrigaban, observaba la lumbre recién hecha en el centro del “jogà”, y empezaba a oler aquel maravilloso tufillo a café que de la olla salía y que mi tío Ángel con tanta maestría hacía; ¿quién me iba a decir a mí, después de tantos años, que ahora estaría contándolo para gentes que ni siquiera he visto en mi vida?..
Un abrazo
Por esta época de invierno, en los chozos, por las mañanas muy temprano, bajo aquellas mantas de tiras, que tanto pesaban y tan poco abrigaban, observaba la lumbre recién hecha en el centro del “jogà”, y empezaba a oler aquel maravilloso tufillo a café que de la olla salía y que mi tío Ángel con tanta maestría hacía; ¿quién me iba a decir a mí, después de tantos años, que ahora estaría contándolo para gentes que ni siquiera he visto en mi vida?..
Un abrazo