Retomemos, pues, amigo Vísperas, el asunto del “Charco la Olla”. He de decirte que yo siempre tuve cierta aversión a lo desconocido. También ejercía cierta influencia en mi persona el relato de los más viejos. En una palabra, el citado charco me acojonaba (aquellas inmensas profundidades, la lejanía, la soledad, etc.) Pero, hete aquí, que un buen día, influenciado por la valentía de mis acompañantes (la verdad es que es milagroso que en aquellas condiciones no palmásemos más de uno) me metí, paulatinamente… poco a poco, acojonadamente acojonado. Gracias a la labor de las sanguijuelas opte por abandonar. Fue mi primer y último baño en la “Olla”. Con la excusa de aquellos bichos, me liberé de tener que demostrar mi presunta y absurda valentía- por otra parte muy propia de la edad- Así que, en adelante, lo que hacía era sentarme en los canchos adyacentes y observar el agua, imaginándome la oscura profundidad. También es verdad, que la estatura de uno es inversamente proporcional a como ve la de los otros. Un saludo.