Amigo Chifle, cuando veías a D. Celestino, ¡leche!, como te recogías? Te acuerdas bien del protocolo: se le oía hablar por la
calle; llegaba a
casa y sacaba todos los artilugios; abría aquella especie de fiambrera de metal, echaba alcohol y metía las agujas; ¡madre mía!, ¡que tiritona!; después, apuntaba, daba un cachete y zump: ¡ay! Era un maestro, como otros profesionales que hubo en el
pueblo y que tu conociste mejor que nadie.