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Las dehesas por donde he caminado durante todo el dia me arropan, las encinas me protegen, los pastizales me acaricia. He entrado en la calidez y compañia de un pastor que me habla de su vida de pequeño, de su madurez, y vida con las ovejas una vez alcanzados los 60 años. Ahora ya casi en la jubilacion se resiste a la mecanizacion, de falta de personas especializadas, ya no hay jovenes pastores, ni segadores, ni hortelanos, ni mayorales; no quedan personas que se ocupen de nuestras dehesas.
Que triste ver agonizar una cultura que permitio el mantenimiento y vida de muchas personas de nuestra geografia mas cercana, y se siente mas en zonas castizas de dehesas com nuestra Sierra de San Pedro. aqui solo se producen animales y corcho.
Despues de la conversacion comimos migas, sali del chozo de eneas y traviesas de adelfas, mirando el cielo. El cielo negro inundaba todo era reluciente de estrellas, me animaba a caminar por las "vereas" y senderos. No me tropece, no me deslice cuesta abajo, no me cai en ninguna hondonada, solo camine hasta quedarme embelasado en un lucero que cegaba mis sentido y lo dominanba todo.

Mi animo me hizo parar, reclinarme junto a una encina y volver la vista al cielo y al lucero, que me protegian en silencio. No se cuanto dormi, no sabia donde estaba, no me importaba, descanse hasta que una leve brisa surco mi rostro, y el frio de la madrugada me desperto. Habia dormido en las dehesas de la Sierra de San Pedro. Quede maravillado por tanta belleza y me prometi volver a pasear por esas mismas tierras de dehesas en cualquier tiempo y momento porque es una experiencia inolvidable.

Del cuaderno de campo de.
Francisco Vazquez Pardo.
(Doctor en Ciencias Biologicas. Centro de Investigacion Agrarias

Por el bien de nuestra dehesa.

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