AMAPOLA. Hili me comenta que le gusta mucho la foto y que no se había percatado de la existencia de esa puerta. Suponemos que es la original, aunque ha pasado tanto tiempo y es probable que se haya cambiado en algún momento. Si no ha sido así, nos sorprende el buen estado de conservación que presenta, y si se ha cambiado, reconozco que lo hicieron con gusto, respetando el diseño que tenían antiguamente las puertas del Pueblo, con esos herrajes de forja, donde destacaban los tiradores y los clavos enchavetados que se abrían en el interior, cosiendo los paños ensamblados de madera en el bastidor de la puerta, con ese postigo abierto de par en par pa asomarte y enterarte de lo que pasa en la calle entera, y que a veces se “entirijetaba” para que no entrase la flama, o para que no entrasen las moscas, o cerrao sin echarle la aldabilla pa simplemente empujá, o “afechao” con esas llaves que rompían las faldiqueras.
¡Estuve en tu casa, tenías el postigo mu abierto, pero no estabas!
Estaría p´allá dentro, pal corrá, lavando la loza en el pozo.
No sé, porque me asomé al postigo, corrí las cortinas y te llamé a voces y no se oía na de na.
Sería cuando salí un momento a buscar un poco pesca, con idea de no tardar, porque dejé las lentejas puestas; luego me entretuvo la Candela y cuando llegué, ¡fíjate tú!, se me habían agarrao un poquino.
¡Bufff, pues total no “chasca” la Candela!, ya verás cuando venga el hombre la que te prepara por haberte dejao quemar las lenjejas.
Pues le diré que si quiere las come o si no las deja. ¡Haber hija!, es que las joías lentejas quieren que estés mirando pa ellas y “con to y con eso” se pegan.
No poniéndolas no riñen, por eso conmigo no se pegan.
¡Es que al mi hombre le gustan tanto!, le tendré que preparar unas sopinas calduas aunque sea, y con el poquino pesca y con un cacho queso, va que chuta.
Bueno, me voy que tengo que darle de comer a la abuela.
Hala, ves con Dios, ¡las horas que son y llega este hombre y no le tengo la mesa puesta!.
Perdona Amapola, que me entretengo oyendo la conversación de las vecinas y no termino de contarte lo de la puerta. Te iba diciendo, que es una pena que las puertas de madera se hayan cambiado por las de hierro o las de aluminio, que son mucho más feas, será porque duran más y no se “jinchan” tanto como las de madera, aunque las que tienen hierro también se agarran, fíjate tú lo que le ha pasao a la vecina con las lentejas.
SALUDOS
¡Estuve en tu casa, tenías el postigo mu abierto, pero no estabas!
Estaría p´allá dentro, pal corrá, lavando la loza en el pozo.
No sé, porque me asomé al postigo, corrí las cortinas y te llamé a voces y no se oía na de na.
Sería cuando salí un momento a buscar un poco pesca, con idea de no tardar, porque dejé las lentejas puestas; luego me entretuvo la Candela y cuando llegué, ¡fíjate tú!, se me habían agarrao un poquino.
¡Bufff, pues total no “chasca” la Candela!, ya verás cuando venga el hombre la que te prepara por haberte dejao quemar las lenjejas.
Pues le diré que si quiere las come o si no las deja. ¡Haber hija!, es que las joías lentejas quieren que estés mirando pa ellas y “con to y con eso” se pegan.
No poniéndolas no riñen, por eso conmigo no se pegan.
¡Es que al mi hombre le gustan tanto!, le tendré que preparar unas sopinas calduas aunque sea, y con el poquino pesca y con un cacho queso, va que chuta.
Bueno, me voy que tengo que darle de comer a la abuela.
Hala, ves con Dios, ¡las horas que son y llega este hombre y no le tengo la mesa puesta!.
Perdona Amapola, que me entretengo oyendo la conversación de las vecinas y no termino de contarte lo de la puerta. Te iba diciendo, que es una pena que las puertas de madera se hayan cambiado por las de hierro o las de aluminio, que son mucho más feas, será porque duran más y no se “jinchan” tanto como las de madera, aunque las que tienen hierro también se agarran, fíjate tú lo que le ha pasao a la vecina con las lentejas.
SALUDOS