HARAPOS
HARAPOS es un espantapájaros muy triste y solo.
Trabaja espantando cuervos en los campos de una granjera muy generosa.
Pasaba todos los días mirando los mismos campos todo el tiempo y todo era igual.
Incluso conocía por nombre de pila a los cuervos que venían a molestarlo a diario.
La única que solía visitarlo alguna que otra vez era la granjera, gustaba dejar bajo sus pies una canasta de rica fruta, luego se arrodillaba y le daba gracias besándole los pies.
A HARAPOS le gustaba el detalle de su ama, el problema era que el espantapájaros no podía bajar los brazos para comerse la fruta, pedía a los cuervos que le ayudasen, pero estos pillos se la comían ellos solos.
Un día, cansado de sólo mirar, decidió ponerle fin a sus penas.
Cuando la granjera llegó con la canasta de frutas, HARAPOS rompió el silencio y le dijo:
- ¿Señora, le sería muy molesto si deja su canasta donde pueda alcanzarla? –pidió el espantapájaros.
La granjera lanzó tremendo grito, pues nunca en su vida había visto a un espantapájaros decir palabra alguna.
- ¡Auxilio! –gritó la granjera-.
Mi espantapájaros está vivo y me ha dicho algo.
–Se tiró al suelo y se cubrió el rostro con sus manos-
- ¡No me haga daño señor Espantapájaros, yo no le he hecho nada!
- ¡Lo único que quería era ofrecerle un humilde presente para que cuide mis siembras!
Al oír esto, el espantapájaros comenzó a llorar.
- ¡Tantos años de servicio para que me pagues con alimento fuera de mi alcance! –se desahogó HARAPOS-, ¡Si te quieres burlar de mí, no te molestes, con los cuervos tengo suficiente!
-Perdóneme, no lo había pensado de esa manera, parece que lo he ofendido –reconoció la granjera arrepentida-, es una tradición de mis antepasados llevarle ofrenda al espantapájaros, ¿cómo puedo compensarlo?
-Pues qué fea costumbre! –farfulló HARAPOS-
A final de cuentas trabajo para usted y merezco un poco de respeto y buen trato.
La granjera pensó por un momento y llegó a la conclusión de que el espantapájaros tenía razón, si lo pensaba fríamente, él era su empleado y por lo tanto tenía que tratarlo bien para tenerlo contento y recibir un buen servicio.
A la mañana siguiente, la granjera se presentó con su típica canasta, sólo que esta vez, traía consigo una escalera con la que subió y le dio de comer en la boca a su reconocido empleado. Pero éste comió tanto, que se sentía agotado y con mucho sueño.
-Ama granjera –dijo el espantapájaros-
Creo que merezco un poco de descanso, ¿no lo cree? Tengo derecho como empleado suyo.
La granjera lo pensó por un momento y llegó a la conclusión de que éste tenía razón, así que lo bajó del palo con cuidado de donde estaba sostenido y lo acomodó en la tierra para que pudiera descansar un poco.
Por desgracia los cuervos no descansaban ni un momento, se acercaron en bandadas a los cultivos y comenzaron a despacharse a su antojo. Como era de suponerse, la granjera no podía permitirlo, así que se subió al palo donde estaba el espantapájaros, y a modo de él, comenzó a espantarlos con su terrible cara de enojada.
HARAPOS despertó pasada una hora y miró al cielo, ya era muy tarde, pensó.
-Ama granjera –habló el espantapájaros-
Creo que ya es hora de irme a mi casa, dentro de poco va a anochecer, y usted como mi jefa, no puede permitir que me arriesgue a estas altas horas de la noche, ¿verdad?
La granjera lo pensó por un momento y llegó a la conclusión de que éste tenía razón, así que lo dejó partir.
Pero como no podía dejar el campo sin un vigía, ella se quedó a dormir encima
del palo como solía hacerlo el espantapájaros.
HARAPOS llegó a la mañana siguiente, colocó con cuidado sus cosas y despertó a su jefa, pues estaba fresco y listo para trabajar.
A la hora de la comida llegó de nuevo la granjera, y como el día anterior, le dio de comer en la boca, lo bajó para que descansara y lo dejó ir temprano a casa, mientras ella se quedaba toda la noche montando guardia.
Así pasaron muchos días similares hasta llegar al mes. La granjera deseaba nunca haber platicado con ese espantapájaros del demonio, prefería mil veces que sólo fuera paja con ropa como antes, aunque tuviera que desperdiciar toda la fruta en tradiciones banales.
La granjera consultó a sus vecinos granjeros y éstos le aconsejaron despedir al espantapájaros.
-Sólo dele una buena porción de fruta para un mes, que fue lo que trabajó y olvídese de él vecina –le aconsejó uno de ellos.
Y claro que no era cierto, pues el espantapájaros llevaba trabajando en ese campo por generaciones, pero también es verdad que apenas hacía un mes que se dio cuenta la granjera que HARAPOS era más que simple paja, por eso siguió el consejo de su vecino y le regaló todo un costal de frutas y luego lo echó patitas a la calle.
- ¿Y mi seguro social? ¿Y las prestaciones? –se quejó HARAPOS.
- ¡Qué prestaciones ni qué nada! ¡Lárgate de aquí y no vuelvas! –respondió la granjera muy enojada, le hizo una mueca grosera con el dedo y luego azotó la puerta de su cabaña con enfado.
HARAPOS…se marchó y hasta la fecha aun no ha conseguido empleo.
Si existiera algún interesado en contratar los servicios de un espantapájaros noble, trabajador y que no le teme a los cuervos maldosos, favor de llamar a HARAPOS, que él encantado trabajará para usted a cambio de un poco de alimento, su siesta respectiva y salir puntual a la hora de la salida.
De preferencia en en algún huerto o era de Membrio, les aseguro que recibiría una buena dosis de buena suerte, aunque pensándolo bien…….. no la necesitan.
BUEN DIA MEMBRIO…MEMBRILLEROS
BUEN INICIO DE SEMANA
Intentaré estar todos los días con Uds., no estoy seguro en esta semana y parte de la otra.
Gracias Asun…por preocuparse por mi, estoy bien
HARAPOS es un espantapájaros muy triste y solo.
Trabaja espantando cuervos en los campos de una granjera muy generosa.
Pasaba todos los días mirando los mismos campos todo el tiempo y todo era igual.
Incluso conocía por nombre de pila a los cuervos que venían a molestarlo a diario.
La única que solía visitarlo alguna que otra vez era la granjera, gustaba dejar bajo sus pies una canasta de rica fruta, luego se arrodillaba y le daba gracias besándole los pies.
A HARAPOS le gustaba el detalle de su ama, el problema era que el espantapájaros no podía bajar los brazos para comerse la fruta, pedía a los cuervos que le ayudasen, pero estos pillos se la comían ellos solos.
Un día, cansado de sólo mirar, decidió ponerle fin a sus penas.
Cuando la granjera llegó con la canasta de frutas, HARAPOS rompió el silencio y le dijo:
- ¿Señora, le sería muy molesto si deja su canasta donde pueda alcanzarla? –pidió el espantapájaros.
La granjera lanzó tremendo grito, pues nunca en su vida había visto a un espantapájaros decir palabra alguna.
- ¡Auxilio! –gritó la granjera-.
Mi espantapájaros está vivo y me ha dicho algo.
–Se tiró al suelo y se cubrió el rostro con sus manos-
- ¡No me haga daño señor Espantapájaros, yo no le he hecho nada!
- ¡Lo único que quería era ofrecerle un humilde presente para que cuide mis siembras!
Al oír esto, el espantapájaros comenzó a llorar.
- ¡Tantos años de servicio para que me pagues con alimento fuera de mi alcance! –se desahogó HARAPOS-, ¡Si te quieres burlar de mí, no te molestes, con los cuervos tengo suficiente!
-Perdóneme, no lo había pensado de esa manera, parece que lo he ofendido –reconoció la granjera arrepentida-, es una tradición de mis antepasados llevarle ofrenda al espantapájaros, ¿cómo puedo compensarlo?
-Pues qué fea costumbre! –farfulló HARAPOS-
A final de cuentas trabajo para usted y merezco un poco de respeto y buen trato.
La granjera pensó por un momento y llegó a la conclusión de que el espantapájaros tenía razón, si lo pensaba fríamente, él era su empleado y por lo tanto tenía que tratarlo bien para tenerlo contento y recibir un buen servicio.
A la mañana siguiente, la granjera se presentó con su típica canasta, sólo que esta vez, traía consigo una escalera con la que subió y le dio de comer en la boca a su reconocido empleado. Pero éste comió tanto, que se sentía agotado y con mucho sueño.
-Ama granjera –dijo el espantapájaros-
Creo que merezco un poco de descanso, ¿no lo cree? Tengo derecho como empleado suyo.
La granjera lo pensó por un momento y llegó a la conclusión de que éste tenía razón, así que lo bajó del palo con cuidado de donde estaba sostenido y lo acomodó en la tierra para que pudiera descansar un poco.
Por desgracia los cuervos no descansaban ni un momento, se acercaron en bandadas a los cultivos y comenzaron a despacharse a su antojo. Como era de suponerse, la granjera no podía permitirlo, así que se subió al palo donde estaba el espantapájaros, y a modo de él, comenzó a espantarlos con su terrible cara de enojada.
HARAPOS despertó pasada una hora y miró al cielo, ya era muy tarde, pensó.
-Ama granjera –habló el espantapájaros-
Creo que ya es hora de irme a mi casa, dentro de poco va a anochecer, y usted como mi jefa, no puede permitir que me arriesgue a estas altas horas de la noche, ¿verdad?
La granjera lo pensó por un momento y llegó a la conclusión de que éste tenía razón, así que lo dejó partir.
Pero como no podía dejar el campo sin un vigía, ella se quedó a dormir encima
del palo como solía hacerlo el espantapájaros.
HARAPOS llegó a la mañana siguiente, colocó con cuidado sus cosas y despertó a su jefa, pues estaba fresco y listo para trabajar.
A la hora de la comida llegó de nuevo la granjera, y como el día anterior, le dio de comer en la boca, lo bajó para que descansara y lo dejó ir temprano a casa, mientras ella se quedaba toda la noche montando guardia.
Así pasaron muchos días similares hasta llegar al mes. La granjera deseaba nunca haber platicado con ese espantapájaros del demonio, prefería mil veces que sólo fuera paja con ropa como antes, aunque tuviera que desperdiciar toda la fruta en tradiciones banales.
La granjera consultó a sus vecinos granjeros y éstos le aconsejaron despedir al espantapájaros.
-Sólo dele una buena porción de fruta para un mes, que fue lo que trabajó y olvídese de él vecina –le aconsejó uno de ellos.
Y claro que no era cierto, pues el espantapájaros llevaba trabajando en ese campo por generaciones, pero también es verdad que apenas hacía un mes que se dio cuenta la granjera que HARAPOS era más que simple paja, por eso siguió el consejo de su vecino y le regaló todo un costal de frutas y luego lo echó patitas a la calle.
- ¿Y mi seguro social? ¿Y las prestaciones? –se quejó HARAPOS.
- ¡Qué prestaciones ni qué nada! ¡Lárgate de aquí y no vuelvas! –respondió la granjera muy enojada, le hizo una mueca grosera con el dedo y luego azotó la puerta de su cabaña con enfado.
HARAPOS…se marchó y hasta la fecha aun no ha conseguido empleo.
Si existiera algún interesado en contratar los servicios de un espantapájaros noble, trabajador y que no le teme a los cuervos maldosos, favor de llamar a HARAPOS, que él encantado trabajará para usted a cambio de un poco de alimento, su siesta respectiva y salir puntual a la hora de la salida.
De preferencia en en algún huerto o era de Membrio, les aseguro que recibiría una buena dosis de buena suerte, aunque pensándolo bien…….. no la necesitan.
BUEN DIA MEMBRIO…MEMBRILLEROS
BUEN INICIO DE SEMANA
Intentaré estar todos los días con Uds., no estoy seguro en esta semana y parte de la otra.
Gracias Asun…por preocuparse por mi, estoy bien