BUTTARELLI.-! Bah! Se les imputa cuanto malo se hace hoy día; mas la malicia lo inventa, pues nadie paga su cuenta como Tenorio y Mejía.
DON GONZALO.-! Ya!
BUTTARELLI.- Es afán de murmurar, porque conmigo, señor, ninguno lo hace mejor, y bien lo puedo jurar.
DON GONZALO.- No es necesario; mas...
BUTTARELLI.- ¿Que?
DON GONZALO.- Quisiera yo olcultamente verlos, y sin que la gente me reconociera.
BUTTARELLI.- A fe que eso es muy fácil, señor. Las fiestas de Carnaval, al hombre más principal permiten, sin deshonor de su linaje, servirse de un antifaz, y bajo él, ¿quién sabe, hasta descubrirse, de qué carne es el pastel?
DON GONZALO.- Mejor fuera un aposento contiguo...
BUTTARELLI.- Ninguno cae aquí.
DON GONZALO.- Pues entonces trae el antifaz.
BUTTARELLI.- Al momento.
ESCENA VI
DON GONZALO.- No cabe en mi corazón que tal hombre pueda haber, y no quiero cometer con él una sinrazon. Yo mismo indagar prefiero la verdad... Mas, a ser cierta la apuesta, primero muerta que esposa suya la quiero. No hay en la tierra interés que si la daña me cuadre; primero seré buen padre; buen caballero, después. Enlace es de gran ventaja; mas no quiero que Tenorio del velo del desposorio le recorte la mortaja.
ESCENA VII
Don Gonzalo y Buttarelli, que trae un antifaz.
BUTTARELLI.- Ya está aquí.
DON GONZALO.- Gracias, patrón; ¿tardarán mucho en llegar?
BUTTARELLI.- Si vienen, no han de tardar; cerca de las ocho son.
DON GONZALO.- ¿Esa es la hora señalada?
BUTTARELLI.- Cierra el plazo, y es asunto de perder quien no esté a punto de la primera campanada.
DON GONZALO.- Quiera Dios que sea una chanza y no lo que se murmura.
BUTTARELLI.- No tengo aún por muy segura de que cumplan la esperanza; pero si tanto os importa lo que ello sea saber, pues la hora está al caer, la dilación es ya corta.
DON GONZALO.- Cúbrome, pues, y me siento.
Se sienta frente a la mesa, a la derecha, y se pone el antifaz.
BUTTARELLI.- (Aparte) Curioso el viejo me tiene del misterio con que viene... y no me quedo contento hasta saber quién es él.
Limpia y trajina mirandole de reojo
DON GONZALO.- (Aparte)! Que un hombre como yo tenga que esperar aquí y se avenga con semejante papel!... En fin: me importa el sosiego de mi casa, y la ventura de una hija sencilla y pura, y no es para echarlo a juego.
ESCENA VII
DON GONZALO.-! Ya!
BUTTARELLI.- Es afán de murmurar, porque conmigo, señor, ninguno lo hace mejor, y bien lo puedo jurar.
DON GONZALO.- No es necesario; mas...
BUTTARELLI.- ¿Que?
DON GONZALO.- Quisiera yo olcultamente verlos, y sin que la gente me reconociera.
BUTTARELLI.- A fe que eso es muy fácil, señor. Las fiestas de Carnaval, al hombre más principal permiten, sin deshonor de su linaje, servirse de un antifaz, y bajo él, ¿quién sabe, hasta descubrirse, de qué carne es el pastel?
DON GONZALO.- Mejor fuera un aposento contiguo...
BUTTARELLI.- Ninguno cae aquí.
DON GONZALO.- Pues entonces trae el antifaz.
BUTTARELLI.- Al momento.
ESCENA VI
DON GONZALO.- No cabe en mi corazón que tal hombre pueda haber, y no quiero cometer con él una sinrazon. Yo mismo indagar prefiero la verdad... Mas, a ser cierta la apuesta, primero muerta que esposa suya la quiero. No hay en la tierra interés que si la daña me cuadre; primero seré buen padre; buen caballero, después. Enlace es de gran ventaja; mas no quiero que Tenorio del velo del desposorio le recorte la mortaja.
ESCENA VII
Don Gonzalo y Buttarelli, que trae un antifaz.
BUTTARELLI.- Ya está aquí.
DON GONZALO.- Gracias, patrón; ¿tardarán mucho en llegar?
BUTTARELLI.- Si vienen, no han de tardar; cerca de las ocho son.
DON GONZALO.- ¿Esa es la hora señalada?
BUTTARELLI.- Cierra el plazo, y es asunto de perder quien no esté a punto de la primera campanada.
DON GONZALO.- Quiera Dios que sea una chanza y no lo que se murmura.
BUTTARELLI.- No tengo aún por muy segura de que cumplan la esperanza; pero si tanto os importa lo que ello sea saber, pues la hora está al caer, la dilación es ya corta.
DON GONZALO.- Cúbrome, pues, y me siento.
Se sienta frente a la mesa, a la derecha, y se pone el antifaz.
BUTTARELLI.- (Aparte) Curioso el viejo me tiene del misterio con que viene... y no me quedo contento hasta saber quién es él.
Limpia y trajina mirandole de reojo
DON GONZALO.- (Aparte)! Que un hombre como yo tenga que esperar aquí y se avenga con semejante papel!... En fin: me importa el sosiego de mi casa, y la ventura de una hija sencilla y pura, y no es para echarlo a juego.
ESCENA VII