MEMBRIO: ESCENA VIII...

ESCENA VIII

Don Gonzalo, Buttarelli y Don Diego, a la puerta del fondo.

DON DIEGO.- La seña está terminante; aquí es; bien me han informado; llego, pues.

BUTTARELLI.- ¿Otro embozado?

DON DIEGO.- Ah de esta casa!

BUTTARELLI.- Adelante.

DON DIEGO.- ¿La Hostería del Laurel?

BUTTARELLI.- En ella estáis, caballero.

DON DIEGO.- ¿Está en casa el hostelero?

BUTTARELLI.- Estáis hablando con él.

DON DIEGO.- ¿Sois vos Buttarelli?

BUTTARELLI.- Yo.

DON DIEGO.- ¿Es verdad que hoy tiene aquí Tenorio una cita?

BUTTARELLI.- Sí.

DON DIEGO.- ¿Y ha acudido a ella?

BUTTARELLI.- No.

DON DIEGO.- ¿Pero acudirá?

BUTTARELLI.- No sé.

DON DIEGO.- ¿Le esperáis vos?

BUTTARELLI.- Por si acaso venir le place.

DON DIEGO.- En tal caso yo también le esperaré.

Se sienta al lado opuesto a Don Gonzalo.

BUTTARELLI.- ¿Qué os sirva vianda alguna queréis mientras?

DON DIEGO.- No; tomad.

BUTTARELLI.- ¡Excelencia!

DON DIEGO.- Y excusad conversación importuna.

BUTTARELLI.- Perdonad.

DON DIEGO.- Vais perdonado; dejadme, pues.

BUTTARELLI.- (Aparte) ¡Jesucristo! En toda mi vida he visto hombre más malhumorado.

DON DIEGO.- (Aparte) ¡Que un hombre de mi linaje descienda a tan ruín mansión!... Pero no hay humillación a que un padre no se baje por un hijo. Quiero ver por mis ojos la verdad y el monstruo de liviandad a quien pude dar el ser.

Buttarelli, que anda arreglando sus trastos, contempla desde el fondo a Don Gonzalo y Don Diego, que permanecen embozados y en silencio

BUTTARELLI.- ¡Vaya un par de hombres de piedra! Para éstos sobra mi abasto; mas, ¡pardiez!, pagan el gasto que no hacen, y así se medra.

ESCENA IX

Dichos, el Capitán Centellas, Avellaneda y dos Caballeros.

AVELLANEDA.- Vinieron, y os aseguro que se efectuará la apuesta.

CENTELLAS.- Entremos, pues ¿Buttarelli?

BUTTARELLI.- Señor Capitán Centellas, ¿vos aquí?

CENTELLAS.- Sí, Christófano. ¿Cuándo aquí, sin mi presencia, tuvieron lugar orgías que han hecho raya en la época?

BUTTARELLI.-