MEMBRIO: BUTTARELLI.- Como ha tanto tiempo ya que no os he visto......

BUTTARELLI.- Como ha tanto tiempo ya que no os he visto...

CENTELLAS.- Las guerras me llevaron; mas mi hacienda me vuelve a traer a Sevilla y, según lo que me cuentan, llego lo más apropósito para renovar añejas amistades. Conque apróntanos luego unas cuantas botellas, y entanto que humedecemos la garganta, verdadera cuenta haznos del lance, sobre el cual hay controversia.

BUTTARELLI.- Todo se andará; mas antes dejadme ir a la bodega.

VARIOS.- Sï, sí.

ESCENA X

Dichos, menos Buttarelli

CENTELLAS.- Sentarse, señores, y que siga Avellaneda con la historia de Don Luis.

AVELLANEDA.- No hay más que decir de ella sino que creo imposible que la de Tenorio sea más endiablada, y que apuesto por Don Luis.

CENTELLAS.- Acaso pierdad. Don Juan Tenorio se sabe que es la más mala cabeza del orbe, y no hubo hombre alguno que aventajarle pudiera con sólo su inclinación; conque, ¿qué hará si se empeña?

AVELLANEDA.- Pues yo sé bien que Mejía las ha hecho tales, que a ciegas se puede apostar por él

CENTELLAS.- Pues el capitán Centellas pone por Don Juan Tenorio cuanto tiene.

AVELLANEDA.- Pues se acepta por Don Luis, que es muy mi amigo.

CENTELLAS.- Pues todo en contra se arriesga, porque no hay como Tenorio otro hombre sobre la tierra, y es proverbial su fortuna y extremadas sus empresas.

ESCENA XI

Dichos y Buttarelli, con botellas.

BUTTARELLI.- Aquí en Falermo, Borgoña, Sorrento.

CENTELLAS.- De lo que quieras sirve, Christófano, y dinos: ¿qué hay de cierto en una apuesta por Don Juan Tenorio ha un año y Don Luis Mejía?

BUTTARELLI.- Señor capitán, no sé tan a fondo la materia que os pueda sacar de dudas; pero os diré lo que sepa.

VARIOS.- Habla, habla.

BUTTARELLI.- Yo, la verdad, aunque fué en mi casa mesma la cuestión entre ambos, como pusieron tan larga fecha a su plazo, creí siempre que nunca a efecto viniera. Así es que ni aun me acorda de tal cosa a la hora de ésta. Mas esta tarde, sería al anochecer apenas, entróse aquí un caballero pidiéndome que le diera recado con que escribir una carta, y a sus letras atento no más, me dió tiempo a que charla metiera con un paje que traía, paisano mío, de Génova. No saqué nada del paje, que es, por Dios, muy brava pesca; mas cuando su amo acababa la carta, le envicon ella a quien iba dirigida. El caballero, en mi lengua me habló, y me dió noticias de Don Luis; dijo que entera sabía de ambos la historia, y tenía la certeza de que, al menos, uno de ellos acudiría a la apuesta. Yo quise saber más de él; mas púsome dos monedas de oro en la mano, diciéndome: "Y por si acaso los dos al tiempo aplazado llegan, ten prevenidas para ambos tus dos mejores botellas.! Largóse sin decir más; yo, atento a sus monedas, les puse, en el mismo sitio donde apostaron, la mesa. Y vedla allí, con dos sillas, dos copas y dos botellas.

AVELLANEDA.-..........