Buenas días: Desde la fría ciudad del Conde Ansúrez, vengo a desearles una FELIZ NAVIDAD, bien sea acompañad@s de la familia... o en soledad si se diera tal circunstancia. En alguna ocasión, me tocó pasar bien la Nochebuena, bien la Nochevieja, "solo". Una Nochevieja, cuando cumplía el Servicio Militar, llegué en tren a la estación de Valencia de Alcántara sobre las tres o las cuatro de la madrugada. Ni cafetería abierta para tomar un café, ni taxi que me acercara al menos hasta Valencia. Resignado, abrí el petate y me comí un plátano que era todo lo que me quedaba para llevarme a a la boca. Me planté los guantes, y salí de la estación al mismo tiempo que encendia un cigarrillo, sin saber muy que hacer: si tomar dirección hacia Valencia de Alcántara, o enfilar la carretera hacia el pueblo. Al llegar a la carretera, se me habían disipado todas las dudas: hacia el pueblo, que a un infante, no le asustan las marchas. Veintiocho kms eran muchos, pero, la ilusión por llegar al pueblo...
Carretera adelante con el petate a cuesta y, como es natural, ni un alma en mi camino. Ni un coche. Y hacía un frío que pelaba. Orgulloso infante uno, caminaba sin parar y con ilusión en dirección al pueblo. Incluso a ratos, tarareando alguna canción. Y dándole estopa al paquete de Mencey, que era lo que fumaba por aquellos entonces.
Cruzando el puente que salva aquel arroyo que está allá abajo, al que acudían a bañarse algunos valencianos en verano antaño, veo que se acerca un coche. Un coche a esas horas y en tal noche, no podía ser nadie mas que... la GUARDIA cIVIL DE TRÁFICO. ¡BENDITA BENEMÉRITA! Me quito la gorra y la agito pàra llamar su atención. Paran y, después de los saludos de rigor, felicitación por el Año Nuevo, y comentarles que me dirigía a MEMBRIO, se prestan amablamente a llevarme hasta el pueblo. No podía ser de otra manera, el proceder de la Bénemerita. En el Empalme me bajé, y, desde allí, contemplando las luces del pueblo, por el Pozo Salorino llegué a casa con las claras del día. Una Nochevieja feliz aquella, a pesar de los pesares, podéis creerme. Reitero mis deseos de FELICIDAD a tod@s, en esta NOCHE tan especial.
Carretera adelante con el petate a cuesta y, como es natural, ni un alma en mi camino. Ni un coche. Y hacía un frío que pelaba. Orgulloso infante uno, caminaba sin parar y con ilusión en dirección al pueblo. Incluso a ratos, tarareando alguna canción. Y dándole estopa al paquete de Mencey, que era lo que fumaba por aquellos entonces.
Cruzando el puente que salva aquel arroyo que está allá abajo, al que acudían a bañarse algunos valencianos en verano antaño, veo que se acerca un coche. Un coche a esas horas y en tal noche, no podía ser nadie mas que... la GUARDIA cIVIL DE TRÁFICO. ¡BENDITA BENEMÉRITA! Me quito la gorra y la agito pàra llamar su atención. Paran y, después de los saludos de rigor, felicitación por el Año Nuevo, y comentarles que me dirigía a MEMBRIO, se prestan amablamente a llevarme hasta el pueblo. No podía ser de otra manera, el proceder de la Bénemerita. En el Empalme me bajé, y, desde allí, contemplando las luces del pueblo, por el Pozo Salorino llegué a casa con las claras del día. Una Nochevieja feliz aquella, a pesar de los pesares, podéis creerme. Reitero mis deseos de FELICIDAD a tod@s, en esta NOCHE tan especial.