Buenos días amig@s, hoy un pelin más tarde,! pero coñ.! tambien tiene una derecho a descansar, yo los puentes los tengo despues, así estoy más tranquila. Bueno doy paso a la lectura.
DOÑA INÉS.- Callad, por Dios, ¡oh Don Juan!,
que no podré resistir
mucho tiempo sin morir
tan nunca sentido afán.
¡Ah! Callad, por compasión;
que oyéndoos me parece
que mi cerebro enloquece
y se arde mi corazón.
¡Ah! Me habéis dado a beber
un filtro infernal sin duda,
que a rendiros os ayuda
la virtud de la mujer.
Tal vez poseéis, Don Juan,
un misterioso amuleto,
que a vos me atrae en secreto
como irresistible imán.
Tal vez Satán puso en vos
su vista fascinadora, su palabra seductora,
y el amor quue negó a Dios.
¿Y qué he de hacer, ¡ay de mí!
sino caer en vuestros brazos,
si el corazón en pedazos,
me vais robando de aquí?
no, Don Juan; en poder mío
resistirte no está ya;
yo voy a ti, como va
sorbido al mar ese río.
Tu presencia me enajena,
tus palabras me alucinan,
y tus ojos me fascinan,
y tu aliento me envenena.
¡Don Juan! ¡Don Juan! Yo lo imploro
de tu hidalga compasión:
O arráncame el corazón
o ámame, porque te adoro…
DON JUAN.- ¡Alma mía! Esa palabra
cambia de modo mi ser,
que alcanzo que puede hacer
hasta que el Edén se me abra.
No es, Doña Inés, Satanás
quien pone este amor en mí;
es Dios, que quiere por ti
ganarme para El quizá.
No; el amor que hoy se atesora
en mi corazón mortal,
no es un amor terrenal
Como el que sentí hasta ahora;
no es esa chispa fugaz
que cualquier ráfaga apaga;
es incendio que se traga
cuanto ve, inmenso, voraz.
Desecha, pues, tu inquietud,
bellísima doña Inés,
porque me siento a tus pies
capaz aun de la virtud.
Sí; iré mi orgullo a postrar
ante el buen Comendador,
y, o habrá de darme tu amor,
o me tendrá que matar.
DOÑA INÉS.- ¡Don Juan de mi corazón!
DON JUAN.- ¡Silencio! ¿Habéis escuchado?
DOÑA INÉS.- ¿Qué?
DON JUAN:_ Sí; una barca ha atracado
debajo de ese balcón.
Un hombre embozado, de ella
salta… Brígida, al momento
Entra Brígida.
Pasad a esotro aposento,
y perdonad, Inés bella,
si solo me importa estar.
DOÑA INÉS.- ¿Tardarás?
DON JUAN.- Poco ha de ser.
DOÑA INÉS.- A mi padre hemos de ver.
DON JUAN.- Sí; en cuanto empiece a clarear.
Adiós.
ESCENA IV
Don Juan y Ciutti.
CIUTTI.- Señor.
DON JUAN.- ¿Qué sucede, Ciutti?
CIUTTI.- Ahí está un embozado
en veros muy empeñado.
DON JUAN.- ¿Quién es?
CIUTTI.- Dice que no puede
descubrirse más que a vos,
y que es cosa de tal priesa
que en ella se os interesa
la vida a entrambos a dos.
DON JUAN.- ¿Y en él no has reconocido
marca ni señal alguna
que nos oriente?
CIUTTI.- Ninguna;
más a veros decidido viene.
DON JUAN.- ¿Trae gente?
CIUTTI.- No más
que los remeros del bote.
DON JUAN.- Que entre.
ESCENA V
Dichos y Don Luis, embozado.
DON JUAN.- ¡Jugamos a escote
la vida…! Mas si es quizás
un traidor que hasta mi quinta
me viene siguiendo el paso…
hállame, pues, por si acaso,
con las armas en la cinta.
Se ciñe la espada y suspende
al cinto un par de pistolas, que
habrá colocado sobre la mesa
a su salida en la escena tercera.
Al momento sale Ciutti, conduciendo
a Don Luis, que, embozado
hasta los ojos, espera a
que se queden solos. Don Juan
hace a Ciutti una seña para
que se retire. Lo hace.
PD. Que paseis buen día. Besos Membrill@s.
DOÑA INÉS.- Callad, por Dios, ¡oh Don Juan!,
que no podré resistir
mucho tiempo sin morir
tan nunca sentido afán.
¡Ah! Callad, por compasión;
que oyéndoos me parece
que mi cerebro enloquece
y se arde mi corazón.
¡Ah! Me habéis dado a beber
un filtro infernal sin duda,
que a rendiros os ayuda
la virtud de la mujer.
Tal vez poseéis, Don Juan,
un misterioso amuleto,
que a vos me atrae en secreto
como irresistible imán.
Tal vez Satán puso en vos
su vista fascinadora, su palabra seductora,
y el amor quue negó a Dios.
¿Y qué he de hacer, ¡ay de mí!
sino caer en vuestros brazos,
si el corazón en pedazos,
me vais robando de aquí?
no, Don Juan; en poder mío
resistirte no está ya;
yo voy a ti, como va
sorbido al mar ese río.
Tu presencia me enajena,
tus palabras me alucinan,
y tus ojos me fascinan,
y tu aliento me envenena.
¡Don Juan! ¡Don Juan! Yo lo imploro
de tu hidalga compasión:
O arráncame el corazón
o ámame, porque te adoro…
DON JUAN.- ¡Alma mía! Esa palabra
cambia de modo mi ser,
que alcanzo que puede hacer
hasta que el Edén se me abra.
No es, Doña Inés, Satanás
quien pone este amor en mí;
es Dios, que quiere por ti
ganarme para El quizá.
No; el amor que hoy se atesora
en mi corazón mortal,
no es un amor terrenal
Como el que sentí hasta ahora;
no es esa chispa fugaz
que cualquier ráfaga apaga;
es incendio que se traga
cuanto ve, inmenso, voraz.
Desecha, pues, tu inquietud,
bellísima doña Inés,
porque me siento a tus pies
capaz aun de la virtud.
Sí; iré mi orgullo a postrar
ante el buen Comendador,
y, o habrá de darme tu amor,
o me tendrá que matar.
DOÑA INÉS.- ¡Don Juan de mi corazón!
DON JUAN.- ¡Silencio! ¿Habéis escuchado?
DOÑA INÉS.- ¿Qué?
DON JUAN:_ Sí; una barca ha atracado
debajo de ese balcón.
Un hombre embozado, de ella
salta… Brígida, al momento
Entra Brígida.
Pasad a esotro aposento,
y perdonad, Inés bella,
si solo me importa estar.
DOÑA INÉS.- ¿Tardarás?
DON JUAN.- Poco ha de ser.
DOÑA INÉS.- A mi padre hemos de ver.
DON JUAN.- Sí; en cuanto empiece a clarear.
Adiós.
ESCENA IV
Don Juan y Ciutti.
CIUTTI.- Señor.
DON JUAN.- ¿Qué sucede, Ciutti?
CIUTTI.- Ahí está un embozado
en veros muy empeñado.
DON JUAN.- ¿Quién es?
CIUTTI.- Dice que no puede
descubrirse más que a vos,
y que es cosa de tal priesa
que en ella se os interesa
la vida a entrambos a dos.
DON JUAN.- ¿Y en él no has reconocido
marca ni señal alguna
que nos oriente?
CIUTTI.- Ninguna;
más a veros decidido viene.
DON JUAN.- ¿Trae gente?
CIUTTI.- No más
que los remeros del bote.
DON JUAN.- Que entre.
ESCENA V
Dichos y Don Luis, embozado.
DON JUAN.- ¡Jugamos a escote
la vida…! Mas si es quizás
un traidor que hasta mi quinta
me viene siguiendo el paso…
hállame, pues, por si acaso,
con las armas en la cinta.
Se ciñe la espada y suspende
al cinto un par de pistolas, que
habrá colocado sobre la mesa
a su salida en la escena tercera.
Al momento sale Ciutti, conduciendo
a Don Luis, que, embozado
hasta los ojos, espera a
que se queden solos. Don Juan
hace a Ciutti una seña para
que se retire. Lo hace.
PD. Que paseis buen día. Besos Membrill@s.
Buenos días, está esto como muy apagaino, bueno, aquí os dejo algo para quien quiera entretenerse un rato.
ESCENA VI
Don Juan y Don Luis.
DON LUIS.- (Aparte) Buen talante.
A Don Luis
bienvenido, caballero.
DON LUIS.-Bien hallado,
señor mío.
DON JUAN.-Sin cuidado hablad.
DON LUIS.- Jamás lo he tenido.
DON JUAN.- Decid, pues: ¿a qué venís
a esta hora y con tal afán?
DON LUIS.- Vengo a mataros, Don Juan.
DON JUAN.- Según eso, ¿sois Don Luis?
DON LUIS.- No os engañó el corazón,
y el tiempo no malgastemos,
Don Juan; los dos no cabemos
ya en la tierra.
DON JUAN.- En conclusión,
señor Mejía: ¿es decir
que, porque os gané la apuesta,
queréis que acabe la fiesta
con salirnos a batir?
DON LUIS.- Estáis puesto en la razón;
la vida apostado habemos,
y es fuerza que nos paguemos.
DON JUAN.- Soy de la misma opinión.
Mas ved que os debo advertir
que sois vos quien la ha perdido.
DON LUIS.- Pues por eso os la he traído,
mas no creo que morir
deba nunca un caballero
que lleva en el cinto espada,
como una res destinada
por su dueño al matadero.
DON JUAN.- Ni yo creo que resquicio
habréis jamás encontrado
por donde me hayáis tomado
por un cortador de oficio.
DON LUIS.- De ningún modo; y ya veis
que, pues os vengo a buscar,
Mucho en vos debo fiar.
DON JUAN.- No más de lo que podéis.
Y por mostraros mejor
mi generosa hidalguía,
decid, si aun puedo, Mejía,
satisfacer vuestro honor.
Leal la apuesta os gané;
mas si tanto os ha escocido,
mirad si halláis conocido
remedio y le aplicaré.
DON LUIS.- No hay más que el que os he propuesto,
Don Juan. Me habéis maniatado,
y habéis la casa asaltado,
usurpándome mi puesto;
y pues el mío tomasteis
para triunfar de Doña Ana,
no sois vos, Don Juan, quien gana,
porque por otro jugasteis.
DON JUAN.- Ardides del juego son.
DON LUIS.- Pues no os lo quiero pasar
Y por ellos a jugar
vamos ahora el corazón.
DON JUAN.- ¿Le arriesgáis, pues, en revancha
de Doña Ana de Pantoja?
DON LUIS.- Sí; y lo que tardo, me enoja,
en lavar tan fea mancha.
Don Juan, yo la amaba, sí;
mas con lo que habéis osado
imposible la hais dejado
para vos y para mí.
DON JUAN.- ¿Por qué la apostasteis, pues?
DON LUIS.- Porque no pude pensar
que la pudieras lograr.
y… vamos, por San Andrés,
a reñir, que me impaciento.
DON JUAN.- Bajemos a la ribera.
DON LUIS.- Aquí mismo.
DON JUAN.- Necio fuera; ¿no veis que en este aposento
prendieran al vencedor?
vos traéis una barquilla.
DON LUIS.- Sí.
DON JUAN.- Pues que lleve a Sevilla
al que quede.
DON LUIS.- Eso es mejor;
salgamos, pues.
DON JUAN.- Esperad.
DON LUIS.- ¿Qué sucede?
DON JUAN.- Ruido siento.
DON LUIS.- Pues no perdamos momento.
ESCENA VII
Dichos y Ciutti.
CIUTTI.- Señor, la vida salvad.
DON JUAN.- ¿Qué hay, pues?
CIUTTI.- El Comendador
que llega con gente armada.
DON JUAN.- Déjale franca la entrada,
pero a él solo.
CIUTTI.- Mas, señor...
DON JUAN.- Obedéceme.
Vase Cicutti.
PD: No me ha dado tiempo a más. Besos Membriller@s.
ESCENA VI
Don Juan y Don Luis.
DON LUIS.- (Aparte) Buen talante.
A Don Luis
bienvenido, caballero.
DON LUIS.-Bien hallado,
señor mío.
DON JUAN.-Sin cuidado hablad.
DON LUIS.- Jamás lo he tenido.
DON JUAN.- Decid, pues: ¿a qué venís
a esta hora y con tal afán?
DON LUIS.- Vengo a mataros, Don Juan.
DON JUAN.- Según eso, ¿sois Don Luis?
DON LUIS.- No os engañó el corazón,
y el tiempo no malgastemos,
Don Juan; los dos no cabemos
ya en la tierra.
DON JUAN.- En conclusión,
señor Mejía: ¿es decir
que, porque os gané la apuesta,
queréis que acabe la fiesta
con salirnos a batir?
DON LUIS.- Estáis puesto en la razón;
la vida apostado habemos,
y es fuerza que nos paguemos.
DON JUAN.- Soy de la misma opinión.
Mas ved que os debo advertir
que sois vos quien la ha perdido.
DON LUIS.- Pues por eso os la he traído,
mas no creo que morir
deba nunca un caballero
que lleva en el cinto espada,
como una res destinada
por su dueño al matadero.
DON JUAN.- Ni yo creo que resquicio
habréis jamás encontrado
por donde me hayáis tomado
por un cortador de oficio.
DON LUIS.- De ningún modo; y ya veis
que, pues os vengo a buscar,
Mucho en vos debo fiar.
DON JUAN.- No más de lo que podéis.
Y por mostraros mejor
mi generosa hidalguía,
decid, si aun puedo, Mejía,
satisfacer vuestro honor.
Leal la apuesta os gané;
mas si tanto os ha escocido,
mirad si halláis conocido
remedio y le aplicaré.
DON LUIS.- No hay más que el que os he propuesto,
Don Juan. Me habéis maniatado,
y habéis la casa asaltado,
usurpándome mi puesto;
y pues el mío tomasteis
para triunfar de Doña Ana,
no sois vos, Don Juan, quien gana,
porque por otro jugasteis.
DON JUAN.- Ardides del juego son.
DON LUIS.- Pues no os lo quiero pasar
Y por ellos a jugar
vamos ahora el corazón.
DON JUAN.- ¿Le arriesgáis, pues, en revancha
de Doña Ana de Pantoja?
DON LUIS.- Sí; y lo que tardo, me enoja,
en lavar tan fea mancha.
Don Juan, yo la amaba, sí;
mas con lo que habéis osado
imposible la hais dejado
para vos y para mí.
DON JUAN.- ¿Por qué la apostasteis, pues?
DON LUIS.- Porque no pude pensar
que la pudieras lograr.
y… vamos, por San Andrés,
a reñir, que me impaciento.
DON JUAN.- Bajemos a la ribera.
DON LUIS.- Aquí mismo.
DON JUAN.- Necio fuera; ¿no veis que en este aposento
prendieran al vencedor?
vos traéis una barquilla.
DON LUIS.- Sí.
DON JUAN.- Pues que lleve a Sevilla
al que quede.
DON LUIS.- Eso es mejor;
salgamos, pues.
DON JUAN.- Esperad.
DON LUIS.- ¿Qué sucede?
DON JUAN.- Ruido siento.
DON LUIS.- Pues no perdamos momento.
ESCENA VII
Dichos y Ciutti.
CIUTTI.- Señor, la vida salvad.
DON JUAN.- ¿Qué hay, pues?
CIUTTI.- El Comendador
que llega con gente armada.
DON JUAN.- Déjale franca la entrada,
pero a él solo.
CIUTTI.- Mas, señor...
DON JUAN.- Obedéceme.
Vase Cicutti.
PD: No me ha dado tiempo a más. Besos Membriller@s.
Buenos días para todos, que paseis buen fin de semana.
ESCENA VIII
Don Juan y Don Luis.
DON JUAN.- Don Luis,
pues de mí os habéis fiado
como dejáis demostrado
cuando a mi casa venís,
no dudaré en suplicaros,
pues mi valor conocéis.
DON LUIS.-Yo nunca puse reparos
en valor que es tan notorio;
mas no me fío de vos.
DON JUAN.-Ved que las partes don dos
de la apuesta con Tenorio
y que ganadas están.
DON LUIS.- ¿Lograsteis a un tiempo…?
DON JUAN.- Sí;
la del convento está aquí;
y pues viene de Don Juan
a reclamarla quien puede
cuando me podéis matar,
no debo asunto dejar
tras mí que pendiente quede.
DON LUIS.- Pero mirar que meter
quien pueda el lance
entre los dos, puede ser…
DON JUAN.- ¿Qué?
DON LUIS.- Excusaros de reñir
DON JUAN.- ¡Miserable…! De Don Juan
podéis dudar sólo vos;
mas aquí entrad, vive Dios,
y no tengáis tanto afán
por vengaros, que este asunto
arreglado con ese hombre,
Don Luis, yo os juro a mi nombre
que nos batimos al punto.
DON LUIS.- Pero…
DON JUAN.- ¡Con una legión
de diablos!, entrad aquí,
que harta nobleza es en mí
aun daros satisfacción.
Desde ahí ved y escuchad;
franca tenéis esa puerta;
si veis mi conducta incierta
como os acomode obrad.
DON LUIS.- Me avengo, si muy reacio
no andáis.
DON JUAN.- Calculadlo vos
a placer; mas, vive Dios
que para todo hay espacio.
Entra Don Luis en el cuarto
Que Don Juan le señala.
Ya suben.
Don Juan escucha.
DON GONZALO.- (Dentro) ¿Do está?
DON JUAN.- El es.
ESCENA IX
Don Juan y Don Gonzalo.
DON GONZALO.- ¿Adónde está ese traidor?
DON JUAN.- Aquí está, Conmendador.
DON GONZALO.- ¿De rodillas?
DON JUAN.- Y a tus pies.
DON GONZALO.- Vil eres hasta en tus crímenes.
DON JUAN.- Anciano, la lengua ten,
y escúchame un solo instante.
DON GONZALO.- ¿Qué puede en tu lengua haber
que borre lo que tu mano
escribió en este papel?
! Ir a sorprender, infame,
la cándida sencillez
de quien no pudo elveneno
de esas letras precaver!
! Derramar en su alma virgen
traidoramente la hiel
en que rebosa la tuya,
seca de virtud y fe!
! Proponerse así enlodar
de mis timbres la alta prez,
como si fuera un harapo
que desecha ub mercader!
¿Ese es el valor, Tenorio,
de que blasonas? ¿Esa es
la proverbial osadía
que te da al vulgo temer?
¿Con viejos y con doncellas
las muestras...? ¿Y para qué?
! Vive Dios! Para venir
sus plantas así a lamer
mostrándote a un tiempo ajeno
de valor y de honradez.
DON JUAN.-! Comendador!
DON GONZALO.-! Miserable!
Tú has robado a mi hija Inés
de su convento, y yo vengo
por tu vida o por mi bien.
DON JUAN.- Jamá´s delante de un hombre
mi alta cerviz incliné,
ni he suplicado jamás
ni a mi padre, ni a mi rey.
Y pues conservo a tus plantas
la postura en que me ves,
considera, Don Gonzalo, qué razón debo tener.
DON GONZALO.- Lo que tienes es pavor
de mi justicia.
DON JUAN.-! Pardiez!
Oyeme, Comendador,
o tenerme no sabré,
y seré quien siempre he sido,
no queriéndolo ahora ser.
BESOS MEMBRILLER@S
ESCENA VIII
Don Juan y Don Luis.
DON JUAN.- Don Luis,
pues de mí os habéis fiado
como dejáis demostrado
cuando a mi casa venís,
no dudaré en suplicaros,
pues mi valor conocéis.
DON LUIS.-Yo nunca puse reparos
en valor que es tan notorio;
mas no me fío de vos.
DON JUAN.-Ved que las partes don dos
de la apuesta con Tenorio
y que ganadas están.
DON LUIS.- ¿Lograsteis a un tiempo…?
DON JUAN.- Sí;
la del convento está aquí;
y pues viene de Don Juan
a reclamarla quien puede
cuando me podéis matar,
no debo asunto dejar
tras mí que pendiente quede.
DON LUIS.- Pero mirar que meter
quien pueda el lance
entre los dos, puede ser…
DON JUAN.- ¿Qué?
DON LUIS.- Excusaros de reñir
DON JUAN.- ¡Miserable…! De Don Juan
podéis dudar sólo vos;
mas aquí entrad, vive Dios,
y no tengáis tanto afán
por vengaros, que este asunto
arreglado con ese hombre,
Don Luis, yo os juro a mi nombre
que nos batimos al punto.
DON LUIS.- Pero…
DON JUAN.- ¡Con una legión
de diablos!, entrad aquí,
que harta nobleza es en mí
aun daros satisfacción.
Desde ahí ved y escuchad;
franca tenéis esa puerta;
si veis mi conducta incierta
como os acomode obrad.
DON LUIS.- Me avengo, si muy reacio
no andáis.
DON JUAN.- Calculadlo vos
a placer; mas, vive Dios
que para todo hay espacio.
Entra Don Luis en el cuarto
Que Don Juan le señala.
Ya suben.
Don Juan escucha.
DON GONZALO.- (Dentro) ¿Do está?
DON JUAN.- El es.
ESCENA IX
Don Juan y Don Gonzalo.
DON GONZALO.- ¿Adónde está ese traidor?
DON JUAN.- Aquí está, Conmendador.
DON GONZALO.- ¿De rodillas?
DON JUAN.- Y a tus pies.
DON GONZALO.- Vil eres hasta en tus crímenes.
DON JUAN.- Anciano, la lengua ten,
y escúchame un solo instante.
DON GONZALO.- ¿Qué puede en tu lengua haber
que borre lo que tu mano
escribió en este papel?
! Ir a sorprender, infame,
la cándida sencillez
de quien no pudo elveneno
de esas letras precaver!
! Derramar en su alma virgen
traidoramente la hiel
en que rebosa la tuya,
seca de virtud y fe!
! Proponerse así enlodar
de mis timbres la alta prez,
como si fuera un harapo
que desecha ub mercader!
¿Ese es el valor, Tenorio,
de que blasonas? ¿Esa es
la proverbial osadía
que te da al vulgo temer?
¿Con viejos y con doncellas
las muestras...? ¿Y para qué?
! Vive Dios! Para venir
sus plantas así a lamer
mostrándote a un tiempo ajeno
de valor y de honradez.
DON JUAN.-! Comendador!
DON GONZALO.-! Miserable!
Tú has robado a mi hija Inés
de su convento, y yo vengo
por tu vida o por mi bien.
DON JUAN.- Jamá´s delante de un hombre
mi alta cerviz incliné,
ni he suplicado jamás
ni a mi padre, ni a mi rey.
Y pues conservo a tus plantas
la postura en que me ves,
considera, Don Gonzalo, qué razón debo tener.
DON GONZALO.- Lo que tienes es pavor
de mi justicia.
DON JUAN.-! Pardiez!
Oyeme, Comendador,
o tenerme no sabré,
y seré quien siempre he sido,
no queriéndolo ahora ser.
BESOS MEMBRILLER@S
Buenos días amig@s, LOREN que tal? mira que tardan en instalar las lineas, con lo poco que tardan en cobrar; aquí seguimos esperando tu santoral. Besos para Loli y para tí
DON GONZALO.- ¡Vive Dios!
DON JUAN.- Comendador,
yo idolatro a Doña Inés,
persuadido de que el cielo
me la quiso conceder
para enderezar mis pasos
por el sendero del bien.
No amé la hermosura en ella,
ni sus gracias adoré;
lo que adoro es la virtud,
Don Gonzalo, en Doña Inés.
Lo que justicias ni obispos
no pudieron de mí hacer
con cárceles y sermones,
lo pudo su candidez.
Su amor me torna en otro hombre
regenerando m i ser
y ella puede hacer un ángel
de quien un demonio fue.
Escucha, pues, Don Gonzalo,
lo que te puede ofrecer
el audaz Don Juan Tenorio
de rodillas a tus pies.
Yo seré esclavo de tu hija;
en tu casa viviré;
tú gobernarás mi hacienda
diciéndome esto ha de ser.
El tiempo que señalares
en reclusión estaré;
cuantas pruebas exigieres
de mi audacia o altivez,
del modo que me ordenares,
con sumisión te daré.
Y cuando estime tu juicio
que la pueda merecer,
yo la daré un buen esposo,
y ella me dará el Edén.
DON GONZALO.- Basta, Don Juan; no sé cómo
me he podido contener,
oyendo tan torpes pruebas
de tu infame avilantez.
Don Juan, tú eres un cobarde
cuando en la ocasión te ves,
y no hay bajeza a que no oses
como te saquen con bien.
DON JUAN.- ¡Don Gonzalo!
DON GONZALO.- Y me avergüenzo
de mirarte así a mis pies,
lo que apostabas por fuerza
suplicando por merced.
DON JUAN.- Todo así se satisface.
Don Gonzalo, de una vez.
DON GONZALO.- ¡Nunca! ¡Nunca! ¿Tú su esposo?
primero la mataré.
Ea, entregádmela al punto,
o, sin poderme valer,
en esa postura vil
el pecho te cruzaré.
DON JUAN.- Míralo bien, Don Gonzalo;
que vas a hacerme perder
con ella, hasta la esperanza
de mi salvación tal vez.
DON GONZALO.- ¿Y qué tengo yo, Don Juan,
con tu salvación que ver?
DON JUAN.- ¡Comendador, que me pierdes!
DON GONZALO.- ¡Mi hija!
DON JUAN.- Considera bien
que por cuantos medios pude
Te quise satisfacer;
t que con armas al cinto
tus denuestos toleré
proponiéndote la paz
de rodillas a tus pies.
ESCENA X
Dichos y Don Luis, soltando una carcajada
De burla.
DON LUIS.- Muy bien, Don Juan.
DON JUAN.-! Vive Dios!
DON GONZALO.- ¿Quién es ese hombre?
DON LUIS.- Un testigo,
de su miedo, y un amigo,
Comendador, para vos.
DON JUAN.-! Don Luis!
DON LUIS.- Ya he visto bastante,
Don Juan, para conocer
cuál uso puedes hacer
de tu valor arrogante;
y quien hiere por detrás
y se humilla en la ocasión,
es tan vil como el ladrón
que roba y huye.
DON JUAN.- ¿Esto más?
DON LUIS.- Y pues la ira soberana
de Dios, junta como ves,
al padre de Doña Inés
y al vengador de Doña Ana,
mira el fin que aquí te espera
cuando a igual tiempo te alcanza
aquí dentro su venganza
y la justicia allá fuera.
DON GONZALO.-! Oh! Ahora comprendo...
¿Sois vos el que...?
DON LUIS.- Soy Don Luis Mejía,
a quien a tiempo os envía
por vuestra venganza Dios.
DON JUAN.-! Basta, pues, de tal suplicio!
Si con hacienda y honor
ni os muestro ni doy valor
a mi franco sacrificio,
y la leal solicitud,
con que ofrezco cuanto puedo,
tomáis, vive Dios, por miedo,
y os mofáis de mi virtud,
os acepto el que me dais
plazo breve y perentorio,
para mostrarme el Tenorio
de cuyo valor dudáis.
DON LUIS.-Sea, y cae a nuestros pies
digno al menos de esa fama
que por tan bravo te aclama...
DON JUAN.- Y venza el infierno, pues.
Ulloa, pues mi alma así
vuelves a undir en el vicio
cuando Dios me llame a juicio,
tú responderás por mí.
Le da un pistoletazo.
PD. Empezemos la jornada, a ver si acaba pronto. Besos Membriller@s
DON GONZALO.- ¡Vive Dios!
DON JUAN.- Comendador,
yo idolatro a Doña Inés,
persuadido de que el cielo
me la quiso conceder
para enderezar mis pasos
por el sendero del bien.
No amé la hermosura en ella,
ni sus gracias adoré;
lo que adoro es la virtud,
Don Gonzalo, en Doña Inés.
Lo que justicias ni obispos
no pudieron de mí hacer
con cárceles y sermones,
lo pudo su candidez.
Su amor me torna en otro hombre
regenerando m i ser
y ella puede hacer un ángel
de quien un demonio fue.
Escucha, pues, Don Gonzalo,
lo que te puede ofrecer
el audaz Don Juan Tenorio
de rodillas a tus pies.
Yo seré esclavo de tu hija;
en tu casa viviré;
tú gobernarás mi hacienda
diciéndome esto ha de ser.
El tiempo que señalares
en reclusión estaré;
cuantas pruebas exigieres
de mi audacia o altivez,
del modo que me ordenares,
con sumisión te daré.
Y cuando estime tu juicio
que la pueda merecer,
yo la daré un buen esposo,
y ella me dará el Edén.
DON GONZALO.- Basta, Don Juan; no sé cómo
me he podido contener,
oyendo tan torpes pruebas
de tu infame avilantez.
Don Juan, tú eres un cobarde
cuando en la ocasión te ves,
y no hay bajeza a que no oses
como te saquen con bien.
DON JUAN.- ¡Don Gonzalo!
DON GONZALO.- Y me avergüenzo
de mirarte así a mis pies,
lo que apostabas por fuerza
suplicando por merced.
DON JUAN.- Todo así se satisface.
Don Gonzalo, de una vez.
DON GONZALO.- ¡Nunca! ¡Nunca! ¿Tú su esposo?
primero la mataré.
Ea, entregádmela al punto,
o, sin poderme valer,
en esa postura vil
el pecho te cruzaré.
DON JUAN.- Míralo bien, Don Gonzalo;
que vas a hacerme perder
con ella, hasta la esperanza
de mi salvación tal vez.
DON GONZALO.- ¿Y qué tengo yo, Don Juan,
con tu salvación que ver?
DON JUAN.- ¡Comendador, que me pierdes!
DON GONZALO.- ¡Mi hija!
DON JUAN.- Considera bien
que por cuantos medios pude
Te quise satisfacer;
t que con armas al cinto
tus denuestos toleré
proponiéndote la paz
de rodillas a tus pies.
ESCENA X
Dichos y Don Luis, soltando una carcajada
De burla.
DON LUIS.- Muy bien, Don Juan.
DON JUAN.-! Vive Dios!
DON GONZALO.- ¿Quién es ese hombre?
DON LUIS.- Un testigo,
de su miedo, y un amigo,
Comendador, para vos.
DON JUAN.-! Don Luis!
DON LUIS.- Ya he visto bastante,
Don Juan, para conocer
cuál uso puedes hacer
de tu valor arrogante;
y quien hiere por detrás
y se humilla en la ocasión,
es tan vil como el ladrón
que roba y huye.
DON JUAN.- ¿Esto más?
DON LUIS.- Y pues la ira soberana
de Dios, junta como ves,
al padre de Doña Inés
y al vengador de Doña Ana,
mira el fin que aquí te espera
cuando a igual tiempo te alcanza
aquí dentro su venganza
y la justicia allá fuera.
DON GONZALO.-! Oh! Ahora comprendo...
¿Sois vos el que...?
DON LUIS.- Soy Don Luis Mejía,
a quien a tiempo os envía
por vuestra venganza Dios.
DON JUAN.-! Basta, pues, de tal suplicio!
Si con hacienda y honor
ni os muestro ni doy valor
a mi franco sacrificio,
y la leal solicitud,
con que ofrezco cuanto puedo,
tomáis, vive Dios, por miedo,
y os mofáis de mi virtud,
os acepto el que me dais
plazo breve y perentorio,
para mostrarme el Tenorio
de cuyo valor dudáis.
DON LUIS.-Sea, y cae a nuestros pies
digno al menos de esa fama
que por tan bravo te aclama...
DON JUAN.- Y venza el infierno, pues.
Ulloa, pues mi alma así
vuelves a undir en el vicio
cuando Dios me llame a juicio,
tú responderás por mí.
Le da un pistoletazo.
PD. Empezemos la jornada, a ver si acaba pronto. Besos Membriller@s
Buenos días amig@s, hoy no sé como estará el tiempo, no he salido aun, pero seguro que fresquito.
DON GONZALO.- (Cayendo) ¡Asesino!
DON JUAN.- (A Don Luis) Y tú, insensato,
que me llamas vil ladrón,
di en prueba de tu razón
que cara a cara te mato.
Riñen y le da una estocada.
DON LUIS.- (Cayendo) ¡Jesús!
DON JUAN.- Tarde tu fe ciega
acude al cielo, Mejía,
y no fue por culpa mía,
pero la justicia llega,
y a fe que ha de ver quién soy.
CIUTTI.- (Dentro) ¡Don Juan!
DON JUAN.- (Asomándose al balcón) ¿Quién es?
CIUTTI.- (Dentro) Por aquí.
Salvaos.
DON JUAN.- ¿Hay paso?
CIUTTI.- (Dentro) Sí; arrojaos.
DON JUAN.- Allá voy.
Llamé al cielo y no me oyó;
y pues sus puertas me cierra
de mis paseos en la tierra
responda el cielo, y no yo.
Se arroja por el balcón y se le
oye caer en el agua del río, al
mismo tiempo que el ruido de
los remos muestra la rapidez
del barco en que parte; se oyen
golpes en las puertas de la habitación
poco después entra la justicia, soldados, etc.
ESCENA XI (1)
Alguaciles, soldados. Luego, Doña Inés
y Brígida.
ALGUACIL 1º.- El tiro ha sonado aquí.
ALGUACIL 2º.- Aun hay humo.
ALGUACIL 1º.- ¡Santo Dios!
Aquí hay un cadáver.
ALGUACIL 2º.- Dos.
ALGUACIL 1º.- ¿Y el matador?
(1) Esta escena puede suprimirse en la representación,
terminando con el último verso de la anterior.
ALGUACIL2º.- Por allí.
Abren el cuarto en que están
Doña Inés y Brígida, y las
sacan a la escena; Doña Inés
reconoce el cadáver de su padre.
ALGUACIL 1º.- ¡Dos mujeres!
DOÑA INÉS.- ¡Ah! ¡Qué horror!
¡Padre mío!
ALGUACIL 1º.- ¡Es su hija!
BRÍGIDA.- Sí
DOÑA INES.- ¡Ay! ¿Do estás, Don Juan, que aquí
me olvidas en tal dolor?
ALGUACIL 1º.- El lo asesinó.
DOÑA INÉS.- ¡Dios mío!
¿Me guardabas esto más?
ALGUACIL 2º.- Por aquí ese Satanás
se arrojó sin duda al río.
ALGUACIL 1º.-Miradlos… A bordo están
el bergantín calabrés.
TODOS.- Justicia por Doña Inés.
DOÑA INÉS.- Pero no contra Don Juan.
FIN DEL ACTO CUARTO
PD. Es tempranito, pero luego no podré entrar. Besos Membriller@s
DON GONZALO.- (Cayendo) ¡Asesino!
DON JUAN.- (A Don Luis) Y tú, insensato,
que me llamas vil ladrón,
di en prueba de tu razón
que cara a cara te mato.
Riñen y le da una estocada.
DON LUIS.- (Cayendo) ¡Jesús!
DON JUAN.- Tarde tu fe ciega
acude al cielo, Mejía,
y no fue por culpa mía,
pero la justicia llega,
y a fe que ha de ver quién soy.
CIUTTI.- (Dentro) ¡Don Juan!
DON JUAN.- (Asomándose al balcón) ¿Quién es?
CIUTTI.- (Dentro) Por aquí.
Salvaos.
DON JUAN.- ¿Hay paso?
CIUTTI.- (Dentro) Sí; arrojaos.
DON JUAN.- Allá voy.
Llamé al cielo y no me oyó;
y pues sus puertas me cierra
de mis paseos en la tierra
responda el cielo, y no yo.
Se arroja por el balcón y se le
oye caer en el agua del río, al
mismo tiempo que el ruido de
los remos muestra la rapidez
del barco en que parte; se oyen
golpes en las puertas de la habitación
poco después entra la justicia, soldados, etc.
ESCENA XI (1)
Alguaciles, soldados. Luego, Doña Inés
y Brígida.
ALGUACIL 1º.- El tiro ha sonado aquí.
ALGUACIL 2º.- Aun hay humo.
ALGUACIL 1º.- ¡Santo Dios!
Aquí hay un cadáver.
ALGUACIL 2º.- Dos.
ALGUACIL 1º.- ¿Y el matador?
(1) Esta escena puede suprimirse en la representación,
terminando con el último verso de la anterior.
ALGUACIL2º.- Por allí.
Abren el cuarto en que están
Doña Inés y Brígida, y las
sacan a la escena; Doña Inés
reconoce el cadáver de su padre.
ALGUACIL 1º.- ¡Dos mujeres!
DOÑA INÉS.- ¡Ah! ¡Qué horror!
¡Padre mío!
ALGUACIL 1º.- ¡Es su hija!
BRÍGIDA.- Sí
DOÑA INES.- ¡Ay! ¿Do estás, Don Juan, que aquí
me olvidas en tal dolor?
ALGUACIL 1º.- El lo asesinó.
DOÑA INÉS.- ¡Dios mío!
¿Me guardabas esto más?
ALGUACIL 2º.- Por aquí ese Satanás
se arrojó sin duda al río.
ALGUACIL 1º.-Miradlos… A bordo están
el bergantín calabrés.
TODOS.- Justicia por Doña Inés.
DOÑA INÉS.- Pero no contra Don Juan.
FIN DEL ACTO CUARTO
PD. Es tempranito, pero luego no podré entrar. Besos Membriller@s
Buenos días, hoy un poquito más tarde de lo habitual, tengo todavía la almohada pegada a la cabeza.
SEGUNDA PARTE
ACTO PRIMERO
Panteón de la familia Tenorio. El teatro representa un magnífico cementerio, hermoseando a manera de jardín. En primer término, aislados y de bulto, los sepulcros de Don Gonzalo de Ulloa, de Doña Inés y de Don Luis Mejía, sobre, los cuales se ven sus estatuas de piedra. El sepulcro de Don Gonzalo a la derecha y su estatua de rodillas; El de Don Luis a la izquierda, y su estatua también de rodillas; el de Doña Inés en el centro, y su estatua de pie. En segundo término, otros dos sepulcros en la forma que convenga; y en tercer término, y en puesto elevado, el sepulcro y estatua del fundador, Don Diego Tenorio, en cuya figura remata la perspectiva de los sepulcros. Una pared llena de nichos y lápidas circuye el cuadro hacia el horizonte. Dos llorones a cada lado de la tumba de Doña Inés, dispuestos a servir de la manera que a su tiempo exige el juego escénico. Cipreses y flores de todas clases embellecen la decoración, que no debe tener nada de horrible. La acción se supone en una tranquila noche de verano y alumbrada por una clarísima luna.
ESCENA PRIMERA
El Escultor, disponiéndose a marchar.
ESCULTOR.- Pues señor, es cosa hecha;
El alma del buen Don Diego
Puede, a mi ver, con sosiego
Reposar muy satisfecha.
La obra está rematada
Con cuanta suntuosidad
Su postrera voluntad
Dejó al mundo encomendada.
Y ya quisieran, ¡pardiez!,
Todos lo ricos que mueren, que su voluntad cumplieren
Los vivos como esta vez.
Mas ya de marcharme es hora;
Todo corriente lo dejo,
Y de Sevilla me alejo
Al despuntar la aurora.
¡Ah! Mármoles que mis manos
Pulieron con tanto afán,
Mañana os contemplarán
Absortos los sevillanos;
Y al mirar en ete panteón
Las gigantes proporciones,
Tendrán las generaciones
La nuestra en veneración.
Mas yendo y viniendo días,
Se hundirán unas tras otras,
Mientras en pie estaréis vosotras,
Póstumas memorias mías.
¡Oh! Frutos de mis desvelos,
Peñas a quien yo animé,
Y por quienes arrostré
La intemperie de los cielos;
El que forma y ser os dio
Va ya a perderos de vista;
Velad mi gloria de artista,
Pues viviréis más que yo.
Mas ¿quién llega?
ESCENA II
El escultor y Don Juan, que entra embozado.
ESCULTOR.- Caballero…
DON JUAN.- Dios le guarde.
ESCULTOR.- Perdonad,
Mas ya es tarde, y …
DON JUAN.- Aguardad un instante,
Porque quiero
Que me expliquéis…
ESCULTOR.- ¿Por acaso sois forastero?
DON JUAN.- Años ha
Que falto de España ya,
Y me chocó ver al paso,
Cuando a esas verjas llegué,
Que encontrara este recinto
Enteramente distinto
De cuando yo lo dejé.
ESCULTOR.- Ya lo creo; como que esto
Era entonces un palacio,
Y hoy es panteón el espacio
Donde aquél estuvo puesto.
DON JUAN.- ¡El palacio hecho panteón!
ESCULTOR.- Tal fue de su antiguo dueño
La voluntad, y fue empeño
Que dió al mundo admiración.
DON JUAN.- ¡Y, por Dios, que es de admirar!
ESCULTOR.- Es una famosa historia,
A la cual debo mi gloria.
DON JUAN.- ¿Me la podéis relatar?
ESCULTOR.- Sí; pero sucintamente,
Pues me aguardan.
DON JUAN.- Sea.
ESCULTOR.- Oíd la verdad pura.
DON JUAN.- Decid,
Que me tenéis impaciente.
ESCULTOR.- Pues habitó esta ciudad
Y este palacio, heredado,
Un varón muy estimado
Por su noble calidad.
DON JUAN.- Don Diego Tenorio.
ESCULTOR.- El mismo.
Tuvo un hijo este Don Diego,
Peor mil veces que el fuego,
Un aborto del abismo,
Un mozo sangriento y cruel
Que, con tierra y cielo en guerra,
Dicen que nada en la tierra
Fue respetado por él
Quimerista, seductor
Y jugador con ventura,
No hubo para él segura
Vida, ni hacienda, ni honor.
Así le pinta la historia;
Y, si tal era, por cierto
Que obró cuerdamente el muerto
Para ganarse la gloria.
DON JUAN.- Pues ¿cómo obró?
SEGUNDA PARTE
ACTO PRIMERO
Panteón de la familia Tenorio. El teatro representa un magnífico cementerio, hermoseando a manera de jardín. En primer término, aislados y de bulto, los sepulcros de Don Gonzalo de Ulloa, de Doña Inés y de Don Luis Mejía, sobre, los cuales se ven sus estatuas de piedra. El sepulcro de Don Gonzalo a la derecha y su estatua de rodillas; El de Don Luis a la izquierda, y su estatua también de rodillas; el de Doña Inés en el centro, y su estatua de pie. En segundo término, otros dos sepulcros en la forma que convenga; y en tercer término, y en puesto elevado, el sepulcro y estatua del fundador, Don Diego Tenorio, en cuya figura remata la perspectiva de los sepulcros. Una pared llena de nichos y lápidas circuye el cuadro hacia el horizonte. Dos llorones a cada lado de la tumba de Doña Inés, dispuestos a servir de la manera que a su tiempo exige el juego escénico. Cipreses y flores de todas clases embellecen la decoración, que no debe tener nada de horrible. La acción se supone en una tranquila noche de verano y alumbrada por una clarísima luna.
ESCENA PRIMERA
El Escultor, disponiéndose a marchar.
ESCULTOR.- Pues señor, es cosa hecha;
El alma del buen Don Diego
Puede, a mi ver, con sosiego
Reposar muy satisfecha.
La obra está rematada
Con cuanta suntuosidad
Su postrera voluntad
Dejó al mundo encomendada.
Y ya quisieran, ¡pardiez!,
Todos lo ricos que mueren, que su voluntad cumplieren
Los vivos como esta vez.
Mas ya de marcharme es hora;
Todo corriente lo dejo,
Y de Sevilla me alejo
Al despuntar la aurora.
¡Ah! Mármoles que mis manos
Pulieron con tanto afán,
Mañana os contemplarán
Absortos los sevillanos;
Y al mirar en ete panteón
Las gigantes proporciones,
Tendrán las generaciones
La nuestra en veneración.
Mas yendo y viniendo días,
Se hundirán unas tras otras,
Mientras en pie estaréis vosotras,
Póstumas memorias mías.
¡Oh! Frutos de mis desvelos,
Peñas a quien yo animé,
Y por quienes arrostré
La intemperie de los cielos;
El que forma y ser os dio
Va ya a perderos de vista;
Velad mi gloria de artista,
Pues viviréis más que yo.
Mas ¿quién llega?
ESCENA II
El escultor y Don Juan, que entra embozado.
ESCULTOR.- Caballero…
DON JUAN.- Dios le guarde.
ESCULTOR.- Perdonad,
Mas ya es tarde, y …
DON JUAN.- Aguardad un instante,
Porque quiero
Que me expliquéis…
ESCULTOR.- ¿Por acaso sois forastero?
DON JUAN.- Años ha
Que falto de España ya,
Y me chocó ver al paso,
Cuando a esas verjas llegué,
Que encontrara este recinto
Enteramente distinto
De cuando yo lo dejé.
ESCULTOR.- Ya lo creo; como que esto
Era entonces un palacio,
Y hoy es panteón el espacio
Donde aquél estuvo puesto.
DON JUAN.- ¡El palacio hecho panteón!
ESCULTOR.- Tal fue de su antiguo dueño
La voluntad, y fue empeño
Que dió al mundo admiración.
DON JUAN.- ¡Y, por Dios, que es de admirar!
ESCULTOR.- Es una famosa historia,
A la cual debo mi gloria.
DON JUAN.- ¿Me la podéis relatar?
ESCULTOR.- Sí; pero sucintamente,
Pues me aguardan.
DON JUAN.- Sea.
ESCULTOR.- Oíd la verdad pura.
DON JUAN.- Decid,
Que me tenéis impaciente.
ESCULTOR.- Pues habitó esta ciudad
Y este palacio, heredado,
Un varón muy estimado
Por su noble calidad.
DON JUAN.- Don Diego Tenorio.
ESCULTOR.- El mismo.
Tuvo un hijo este Don Diego,
Peor mil veces que el fuego,
Un aborto del abismo,
Un mozo sangriento y cruel
Que, con tierra y cielo en guerra,
Dicen que nada en la tierra
Fue respetado por él
Quimerista, seductor
Y jugador con ventura,
No hubo para él segura
Vida, ni hacienda, ni honor.
Así le pinta la historia;
Y, si tal era, por cierto
Que obró cuerdamente el muerto
Para ganarse la gloria.
DON JUAN.- Pues ¿cómo obró?
Buenos días, hay que ver lo que trasnochais, desearos que paseis buen día.
ESCULTOR.- Dejó entera
su hacienda al que la empleara
en un panteón que asombrara
a la gente venidera.
Mas con la condición-dijo-
que se enterraran en él
los que a la mano cruel
sucumbieron de su hijo.
Y mirad en derredor
los sepulcros de los más
de ellos.
DON JUAN.- ¿Y vos sois quizás
el conserje?
ESCULTOR.- El escultor
de estas obras encargado.
DON JUAN.- ¡Ah! ¿Y las habéis concluido?
ESCULTOR.- Ha un mes; mas me he detenido
hasta ver ese enverjado
colocado en su lugar,
pues he querido impedir
que pueda el vulgo venir
este sitio a profanar.
DON JUAN.- (Mirando) ¡Bien empleó sus
riquezas el difunto!
ESCULTOR.- ¡Ya lo creo!
miradle allí.
DON JUAN.- Ya lo veo.
ESCULTOR.- ¿Le conocisteis?
DON JUAN.- Sí.
ESCULTOR.- Piezas
son todas muy parecidas
y a conciencia trabajadas.
DON JUAN.- ¡Cierto que son extremadas!
ESCULTOR.- ¿Os han sido conocidas
las personas?
DON JUAN.- Todas ellas.
ESCULTOR.- ¿Y os parece bien?
DON JUAN.- Sin duda,
según lo que a ver me ayuda
el fulgor de las estrellas.
ESCULTOR.- ¡Oh! Se ven como el día
con esta luna tan clara.
Señalando a la de Don Luis.
Esta es mármol de Carrara.
DON JUAN.- ¡Buen busto es el de Mejía!
¡Hola! Aquí el Comendador
se representa muy bien.
ESCULTOR.- Yo quise poner también
la estatua del matador
entre sus víctimas; pero
no pude a manos haber
su retrato. Un Lucifer
dicen que era el caballero
Don Juan Tenorio.
DON JUAN.- ¡Muy malo!
Mas como pudiera hablar,
le había algo de abonar
la estatua de Don Gonzalo.
ESCULTOR.- ¿También habéis conocido
a Don Juan?
DON JUAN.- Mucho.
ESCULTOR.- Don Diego
le abandonó, desde luego,
desheredándole.
DON JUAN.- Ha sido
para Don Juan poco daño
ése, porque la fortuna
va tras él desde la cuna.
ESCULTOR.- Dicen que ha muerto.
DON JUAN.- Es engaño, vive.
ESCULTOR.- ¿Y dónde?
DON JUAN.- Aquí, en Sevilla.
ESCULTOR.- ¿Y no teme que el furor
popular…?
DON JUAN.- En su valor
no ha echado el miedo semilla.
ESCULTOR.-Mas cuando vea el lugar
en que está ya convertido
el solar que suyo ha sido,
no osará en Sevilla estar.
DON JUAN.- Antes tendrá la fortuna
ver en su casa reunidas
personas de él conocidas,
puesto que no odia a ninguna.
ESCULTOR.- ¿Creéis que ose venir aquí?
DON JUAN.- ¿Por qué no? Pienso, a mi ver,
que donde vino a nacer
justo es que venga a morir.
Y pues le quitan su herencia
para enterrar a éstos bien,
a él es muy justo también
que le entierren con decencia.
ESCULTOR.- Sólo a él le está prohibida
en este panteón la entrada.
DON JUAN.- Trae Don Juan muy buena espada,
y no sé quién se lo impida.
ESCULTOR.- ¡Jesús! ¡Tal profanación!...
DON JUAN.- Hombre es Don Juan que, a querer,
volverá el palacio a hacer
encima del panteón.
ESCULTOR.- ¿Tan audaz ese hombre es
que aun a los muertos se atreve?
DON JUAN.- ¿Qué respetos gastar debe
con los que tendió a sus pies?
ESCULTOR.- Pero ¿no tiene conciencia
ni alma ese hombre?
DON JUAN.- Tal vez no;
que al cielo una vez llamó
con voces de penitencia,
y el cielo en trance tan fuerte
allí mismo le metió,
que a dos inocentes, dió,
para salvarse, la muerte.
ESCULTOR.- Dejó entera
su hacienda al que la empleara
en un panteón que asombrara
a la gente venidera.
Mas con la condición-dijo-
que se enterraran en él
los que a la mano cruel
sucumbieron de su hijo.
Y mirad en derredor
los sepulcros de los más
de ellos.
DON JUAN.- ¿Y vos sois quizás
el conserje?
ESCULTOR.- El escultor
de estas obras encargado.
DON JUAN.- ¡Ah! ¿Y las habéis concluido?
ESCULTOR.- Ha un mes; mas me he detenido
hasta ver ese enverjado
colocado en su lugar,
pues he querido impedir
que pueda el vulgo venir
este sitio a profanar.
DON JUAN.- (Mirando) ¡Bien empleó sus
riquezas el difunto!
ESCULTOR.- ¡Ya lo creo!
miradle allí.
DON JUAN.- Ya lo veo.
ESCULTOR.- ¿Le conocisteis?
DON JUAN.- Sí.
ESCULTOR.- Piezas
son todas muy parecidas
y a conciencia trabajadas.
DON JUAN.- ¡Cierto que son extremadas!
ESCULTOR.- ¿Os han sido conocidas
las personas?
DON JUAN.- Todas ellas.
ESCULTOR.- ¿Y os parece bien?
DON JUAN.- Sin duda,
según lo que a ver me ayuda
el fulgor de las estrellas.
ESCULTOR.- ¡Oh! Se ven como el día
con esta luna tan clara.
Señalando a la de Don Luis.
Esta es mármol de Carrara.
DON JUAN.- ¡Buen busto es el de Mejía!
¡Hola! Aquí el Comendador
se representa muy bien.
ESCULTOR.- Yo quise poner también
la estatua del matador
entre sus víctimas; pero
no pude a manos haber
su retrato. Un Lucifer
dicen que era el caballero
Don Juan Tenorio.
DON JUAN.- ¡Muy malo!
Mas como pudiera hablar,
le había algo de abonar
la estatua de Don Gonzalo.
ESCULTOR.- ¿También habéis conocido
a Don Juan?
DON JUAN.- Mucho.
ESCULTOR.- Don Diego
le abandonó, desde luego,
desheredándole.
DON JUAN.- Ha sido
para Don Juan poco daño
ése, porque la fortuna
va tras él desde la cuna.
ESCULTOR.- Dicen que ha muerto.
DON JUAN.- Es engaño, vive.
ESCULTOR.- ¿Y dónde?
DON JUAN.- Aquí, en Sevilla.
ESCULTOR.- ¿Y no teme que el furor
popular…?
DON JUAN.- En su valor
no ha echado el miedo semilla.
ESCULTOR.-Mas cuando vea el lugar
en que está ya convertido
el solar que suyo ha sido,
no osará en Sevilla estar.
DON JUAN.- Antes tendrá la fortuna
ver en su casa reunidas
personas de él conocidas,
puesto que no odia a ninguna.
ESCULTOR.- ¿Creéis que ose venir aquí?
DON JUAN.- ¿Por qué no? Pienso, a mi ver,
que donde vino a nacer
justo es que venga a morir.
Y pues le quitan su herencia
para enterrar a éstos bien,
a él es muy justo también
que le entierren con decencia.
ESCULTOR.- Sólo a él le está prohibida
en este panteón la entrada.
DON JUAN.- Trae Don Juan muy buena espada,
y no sé quién se lo impida.
ESCULTOR.- ¡Jesús! ¡Tal profanación!...
DON JUAN.- Hombre es Don Juan que, a querer,
volverá el palacio a hacer
encima del panteón.
ESCULTOR.- ¿Tan audaz ese hombre es
que aun a los muertos se atreve?
DON JUAN.- ¿Qué respetos gastar debe
con los que tendió a sus pies?
ESCULTOR.- Pero ¿no tiene conciencia
ni alma ese hombre?
DON JUAN.- Tal vez no;
que al cielo una vez llamó
con voces de penitencia,
y el cielo en trance tan fuerte
allí mismo le metió,
que a dos inocentes, dió,
para salvarse, la muerte.
Buenos días, hoy esta lluvioso por Madrid, tendremos que coger el paraguas.
ESCULTOR.-! Que monstruo, supremo Dios!
DON JUAN.- Podéis estar convencido
de que Dios no le ha querido.
ESCULTOR.- Tal será.
DON JUAN.- Mejor que vos.
ESCULTOR.- (Aparte.) ¿Y quién será que a Don Juan
abona con tanto brío?
A Don Juan
Caballero: a pesar mío,
como aguardándome están...
DON JUAN.- Idos, pues, en hora buena.
ESCULTOR.- He de cerrar.
DON JUAN.- No cerréis, y marchaos.
ESCULTOR.- Mas ¿no veis...?
DON JUAN.- Veo una noche serena
y un hogar que me acomoda
para gozar su frescura,
y aquí he de estar a mi holgura,
si pesa a Sevilla toda.
ESCULTOR (Aparte).- ¿Si acaso padecerá
de locura, desvaríos?
DON JUAN.- (Dirigiéndose a las estatuas)
Ya estoy aquí, amigos míos.
ESCULTOR.- ¿No lo dije? Loco está.
DON JUAN.- Mas! cielos! ¿Qué es lo que veo?
! O es ilusión de mi vista,
o a Doña Inés el artista
aquí representa, creo!
ESCULTOR.- Sin duda.
DON JUAN.- ¿También murió?
ESCULTOR.- Dicen que de sentimiento,
cuando de nuevo al convento
abandonada volvió
por Don Juan.
DON JUAN.- ¿Y yace aquí?
ESCULTOR.- Sí.
DON JUAN.- ¿La visteis muerta vos?
ESCULTOR.- Sí.
DON JUAN.- ¿Cómo estaba?
ESCULTOR.-! Por Dios,
que dormida la creí!
La muerte fué tan piadosa
con su cándida hermosura,
que la envió con la frescura
y las tintes de la rosa.
DON JUAN.-! Ah! Mal la muerte podría
deshacer con torpe mano
el semblante soberano,
que un ángel envidiaria.
! Cuán bella y cuán parecida
su efigie en el mármol es!
! Quién pudiera Doña Inés,
volver a darle la vida!
¿Es obra del cincel vuestro?
ESCULTOR.- Como todas las demás.
DON JUAN.- Pues bien merece algo más
un retrato tan maestro.
Tomad.
ESCULTOR.- ¿Qué me dais aquí?
DON JUAN.- ¿No lo veis?
ESCULTOR.- Mas..., cavallero...,
¿por qué razón...?
DON JUAN.- Porque quiero
yo que os acordéis de mí.
ESCULTOR.- Mirad que están bien pagadas.
DON JUAN.- Así lo estarán mejor.
ESCULTOR.- Mas vamos de aquí, señor;
que aun las llaves entregadas
no están, y al salir la aurora
tengo que partir de aquí.
DON JUAN.- Entregádmelas a mí,
y marchaos desde ahora.
ESCULTOR.-? A vos?
DON JUAN.- A mí. ¿Qué dudáis?
ESCULTOR.- Como no tengo el honor...
DON JUAN.- Ea, acabad, escultor.
ESCULTOR.- Si el nombre, al menos, que usáis
supiera...
DON JUAN.-! Viven los cielos!
Dejad a Don Juan Tenorio
velar el lecho mortuorio
en quie duermen sus abuelos.
ESCULTOR.-! Don Juan Tenorio!...
DON JUAN.- Yo soy.
Y si no me satisfaces,
compañía juro que haces
a tus estatuas desde hoy.
ESCULTOR.- (Alargándole las llaves) Tomad.
Aparte.
No quiero la piel
dejar aquí entre sus manos.
Ahora, que los sevillanos
se las compongan con él.
Vase.
ESCENA III
Don Juan, solo.
Mi buen padre empleó en esto
entera la hacienda mía;
hizo bien. Yo, al otro día
la hubiera a una carta puesto.
Pausa.
No os podréis quejar de mí
vosotros a quien maté;
si buena vida os quité
buena sepultura os di.
! Magnífica es, en verdad,
la idea de tal panteón! Y... siento que al corazón
le halaga esta soledad.
Hermosa noche,! ay de mí!
! Cuantas como ésta tan puras
en infames aventuras
desatinado perdí!
! Cuántas, al mismo fulgor
de esa luna transparente,
arranqué a algún inocente
la existencia o el honor!
Sí. Después de tantos años
cuyos recuerdos espantan,
siento que aquí se levantan
Señalando la frente.
pensamientos en mí extraños.
! Oh! Acaso me los inspira,
desde el cielo donde mora,
esa sombra protectora
que por mí mal no repira.
Se dirige a la estatua de Doña
Inés, hablándola con respeto.
PD. No estaba muy lejos; se nota que te gusta. Un beso
ESCULTOR.-! Que monstruo, supremo Dios!
DON JUAN.- Podéis estar convencido
de que Dios no le ha querido.
ESCULTOR.- Tal será.
DON JUAN.- Mejor que vos.
ESCULTOR.- (Aparte.) ¿Y quién será que a Don Juan
abona con tanto brío?
A Don Juan
Caballero: a pesar mío,
como aguardándome están...
DON JUAN.- Idos, pues, en hora buena.
ESCULTOR.- He de cerrar.
DON JUAN.- No cerréis, y marchaos.
ESCULTOR.- Mas ¿no veis...?
DON JUAN.- Veo una noche serena
y un hogar que me acomoda
para gozar su frescura,
y aquí he de estar a mi holgura,
si pesa a Sevilla toda.
ESCULTOR (Aparte).- ¿Si acaso padecerá
de locura, desvaríos?
DON JUAN.- (Dirigiéndose a las estatuas)
Ya estoy aquí, amigos míos.
ESCULTOR.- ¿No lo dije? Loco está.
DON JUAN.- Mas! cielos! ¿Qué es lo que veo?
! O es ilusión de mi vista,
o a Doña Inés el artista
aquí representa, creo!
ESCULTOR.- Sin duda.
DON JUAN.- ¿También murió?
ESCULTOR.- Dicen que de sentimiento,
cuando de nuevo al convento
abandonada volvió
por Don Juan.
DON JUAN.- ¿Y yace aquí?
ESCULTOR.- Sí.
DON JUAN.- ¿La visteis muerta vos?
ESCULTOR.- Sí.
DON JUAN.- ¿Cómo estaba?
ESCULTOR.-! Por Dios,
que dormida la creí!
La muerte fué tan piadosa
con su cándida hermosura,
que la envió con la frescura
y las tintes de la rosa.
DON JUAN.-! Ah! Mal la muerte podría
deshacer con torpe mano
el semblante soberano,
que un ángel envidiaria.
! Cuán bella y cuán parecida
su efigie en el mármol es!
! Quién pudiera Doña Inés,
volver a darle la vida!
¿Es obra del cincel vuestro?
ESCULTOR.- Como todas las demás.
DON JUAN.- Pues bien merece algo más
un retrato tan maestro.
Tomad.
ESCULTOR.- ¿Qué me dais aquí?
DON JUAN.- ¿No lo veis?
ESCULTOR.- Mas..., cavallero...,
¿por qué razón...?
DON JUAN.- Porque quiero
yo que os acordéis de mí.
ESCULTOR.- Mirad que están bien pagadas.
DON JUAN.- Así lo estarán mejor.
ESCULTOR.- Mas vamos de aquí, señor;
que aun las llaves entregadas
no están, y al salir la aurora
tengo que partir de aquí.
DON JUAN.- Entregádmelas a mí,
y marchaos desde ahora.
ESCULTOR.-? A vos?
DON JUAN.- A mí. ¿Qué dudáis?
ESCULTOR.- Como no tengo el honor...
DON JUAN.- Ea, acabad, escultor.
ESCULTOR.- Si el nombre, al menos, que usáis
supiera...
DON JUAN.-! Viven los cielos!
Dejad a Don Juan Tenorio
velar el lecho mortuorio
en quie duermen sus abuelos.
ESCULTOR.-! Don Juan Tenorio!...
DON JUAN.- Yo soy.
Y si no me satisfaces,
compañía juro que haces
a tus estatuas desde hoy.
ESCULTOR.- (Alargándole las llaves) Tomad.
Aparte.
No quiero la piel
dejar aquí entre sus manos.
Ahora, que los sevillanos
se las compongan con él.
Vase.
ESCENA III
Don Juan, solo.
Mi buen padre empleó en esto
entera la hacienda mía;
hizo bien. Yo, al otro día
la hubiera a una carta puesto.
Pausa.
No os podréis quejar de mí
vosotros a quien maté;
si buena vida os quité
buena sepultura os di.
! Magnífica es, en verdad,
la idea de tal panteón! Y... siento que al corazón
le halaga esta soledad.
Hermosa noche,! ay de mí!
! Cuantas como ésta tan puras
en infames aventuras
desatinado perdí!
! Cuántas, al mismo fulgor
de esa luna transparente,
arranqué a algún inocente
la existencia o el honor!
Sí. Después de tantos años
cuyos recuerdos espantan,
siento que aquí se levantan
Señalando la frente.
pensamientos en mí extraños.
! Oh! Acaso me los inspira,
desde el cielo donde mora,
esa sombra protectora
que por mí mal no repira.
Se dirige a la estatua de Doña
Inés, hablándola con respeto.
PD. No estaba muy lejos; se nota que te gusta. Un beso
Buenos días, empiezo la semana, tendré que coger paraguas, hay que ver como llueve, menos mal que así se quita un poquito el frío.
Mármol en quien Doña Inés
en cuerpo sin alma existe;
deja que el alma de un triste
llore un momento a tus pies.
De azares mil a través,
conservé tu imagen pura;
y pues la mala ventura
te asesinó, de Don Juan,
contempla con cuánto afán
vendrá hoy a tu sepultura.
En ti nada más pensó
desde que se fue de ti;
y desde que huyó de aquí,
sólo en volver meditó.
Don Juan tan sólo esperó
de Doña Inés su ventura,
y hoy que en pos de su hermosura
vuelve el infeliz Don Juan,
mira cuál será su afán
al dar con tu sepultura.
Inocente Doña Inés,
cuya hermosa juventud
encerró en el ataúd
quien llorando está a sus pies;
si de esa piedra a través
puedes mirar la amargura
del alma que tu hermosura
adoró con tanto afán,
prepara un lado a Don Juan
en tu misma sepultura.
Dios te crió por mi bien;
por ti pensé en la virtud,
adoré su excelsitud
y anhelé su santo Edén.
Sí; aun hoy mismo en ti también
mi esperanza se asegura
y oigo una voz que murmura
en derredor de Don Juan
palabras que con su afán
se calma en tu sepultura.
¡Oh, Doña Inés de mi vida!
si esa voz con quien deliro
es el postrimer suspiro
de tu eterna despedida;
si es que de ti desprendida
llega esa voz a la altura,
y hoy un Dios trae de esa anchura
por donde los astros van,
dile que mire a Don Juan
llorando en tu sepultura.
Se apoya en el sepulcro,
ocultando el rostro, y mientras
se conserva en esta postura,
un vapor que se levanta del sepulcro
oculta a la estatua de Doña Inés.
Cuando el vapor se desvanece,
la estatua a desaparecido,
Don Juan sale de su enajenamiento.
Este mármol sepulcral
adormece mi vigor,
y sentir creo en redor
un ser sobrenatural.
Mas… ¡cielos! ¡el pedestal
no mantiene su escultura!
¿Qué es esto?
¿Aquella figura
fue creación de mi afán?
ESCENA IV
Don Juan y la Sombra de Doña Inés
El llorón y las flores de la izquierda
del sepulcro de Doña Inés
se cambian en una apariencia,
dejando ver dentro de ella,
y en medio de resplandores,
la sombra de Doña Inés.
SOMBRA.- No; mi espíritu, Don Juan,
te aguardó en mi sepultura.
DON JUAN.- (de rodillas) ¡Doña Inés, sombra querida,
alma de mi corazón,
no me quites la razón
si me has de dejar la vida!
si eres imagen fingida,
sólo hija de mi locura,
no aumentes mi desventura
burlando mi loco afán.
SOMBRA.- Yo soy Doña Inés, Don Juan,
que te oyó en su sepultura.
DON JUAN.- ¿Conque vives?
SOMBRA.- Para ti;
mas tengo mi purgatorio
en ese mármol mortuorio
que labraron para mí.
Yo a Dios mi alma ofrecí
en precio de tu alma impura,
y Dios, al ver la ternura
con que te amaba mi afán,
me dijo: “ Espera a Don Juan
en tu misma sepultura.
Y pues quieres ser tan fiel
a un amor de Satanás,
con Don Juan te salvarás,
o te perderás con él.
Por él vela; mas si cruel
te desprecia tu ternura,
y en su torpeza y locura
sigue con bárbaro afán,
llévese tu alma Don Juan
de tu misma sepultura”.
PD. VISPERAS aunque sólo sea para PC y para ti, termino de transcribirlo como sea. Besos
Mármol en quien Doña Inés
en cuerpo sin alma existe;
deja que el alma de un triste
llore un momento a tus pies.
De azares mil a través,
conservé tu imagen pura;
y pues la mala ventura
te asesinó, de Don Juan,
contempla con cuánto afán
vendrá hoy a tu sepultura.
En ti nada más pensó
desde que se fue de ti;
y desde que huyó de aquí,
sólo en volver meditó.
Don Juan tan sólo esperó
de Doña Inés su ventura,
y hoy que en pos de su hermosura
vuelve el infeliz Don Juan,
mira cuál será su afán
al dar con tu sepultura.
Inocente Doña Inés,
cuya hermosa juventud
encerró en el ataúd
quien llorando está a sus pies;
si de esa piedra a través
puedes mirar la amargura
del alma que tu hermosura
adoró con tanto afán,
prepara un lado a Don Juan
en tu misma sepultura.
Dios te crió por mi bien;
por ti pensé en la virtud,
adoré su excelsitud
y anhelé su santo Edén.
Sí; aun hoy mismo en ti también
mi esperanza se asegura
y oigo una voz que murmura
en derredor de Don Juan
palabras que con su afán
se calma en tu sepultura.
¡Oh, Doña Inés de mi vida!
si esa voz con quien deliro
es el postrimer suspiro
de tu eterna despedida;
si es que de ti desprendida
llega esa voz a la altura,
y hoy un Dios trae de esa anchura
por donde los astros van,
dile que mire a Don Juan
llorando en tu sepultura.
Se apoya en el sepulcro,
ocultando el rostro, y mientras
se conserva en esta postura,
un vapor que se levanta del sepulcro
oculta a la estatua de Doña Inés.
Cuando el vapor se desvanece,
la estatua a desaparecido,
Don Juan sale de su enajenamiento.
Este mármol sepulcral
adormece mi vigor,
y sentir creo en redor
un ser sobrenatural.
Mas… ¡cielos! ¡el pedestal
no mantiene su escultura!
¿Qué es esto?
¿Aquella figura
fue creación de mi afán?
ESCENA IV
Don Juan y la Sombra de Doña Inés
El llorón y las flores de la izquierda
del sepulcro de Doña Inés
se cambian en una apariencia,
dejando ver dentro de ella,
y en medio de resplandores,
la sombra de Doña Inés.
SOMBRA.- No; mi espíritu, Don Juan,
te aguardó en mi sepultura.
DON JUAN.- (de rodillas) ¡Doña Inés, sombra querida,
alma de mi corazón,
no me quites la razón
si me has de dejar la vida!
si eres imagen fingida,
sólo hija de mi locura,
no aumentes mi desventura
burlando mi loco afán.
SOMBRA.- Yo soy Doña Inés, Don Juan,
que te oyó en su sepultura.
DON JUAN.- ¿Conque vives?
SOMBRA.- Para ti;
mas tengo mi purgatorio
en ese mármol mortuorio
que labraron para mí.
Yo a Dios mi alma ofrecí
en precio de tu alma impura,
y Dios, al ver la ternura
con que te amaba mi afán,
me dijo: “ Espera a Don Juan
en tu misma sepultura.
Y pues quieres ser tan fiel
a un amor de Satanás,
con Don Juan te salvarás,
o te perderás con él.
Por él vela; mas si cruel
te desprecia tu ternura,
y en su torpeza y locura
sigue con bárbaro afán,
llévese tu alma Don Juan
de tu misma sepultura”.
PD. VISPERAS aunque sólo sea para PC y para ti, termino de transcribirlo como sea. Besos
Buenos días, aquí estamos nuevamente, desearos que paseis buen día.
DON JUAN.- (Fascinado)
¡Yo estoy soñando quizás
con las sombras de un Edén!
SOMBRA.- No; y ve que si piensas bien,
a tu lado me tendrás;
Mas si obras mal, causarás
nuestra eterna desventura.
Y medita con cordura
que es esta noche, Don Juan,
el espacio que nos dan
para buscar sepultura.
Adiós, pues; y en la ardua lucha
en que va a entrar tu existencia,
de tu dormida conciencia
la voz que va a alzarse escucha;
porque es de importancia mucha
meditar con sumo tiento
la elección de aquel momento
que, sin poder evadirnos,
al mal o al bien ha de abrirnos
la losa del monumento.
Ciérrase la apariencia; desaparece Doña Inés,
y todo queda como al principio del acto,
menos la estatua de Doña Inés,
que no vuelve a su lugar.
Don Juan queda atónito.
ESCENA V
Don Juan, solo.
¡Cielos! ¿qué es lo que escuché?
¡Hasta los muertos así
dejan sus tumbas por mí!
Mas… sombra, delirio fue.
Yo en mi mente lo forjé;
la imaginación le dio
la forma en que se mostró,
y, ciego vine a creer
en la realidad de un ser
que mi mente fabricó.
Mas nunca de modo tal
fanatizó mi razón
mi loca imaginación
por su poder ideal.
Sí; algo sobrenatural
vi en aquella Doña Inés
tan vaporosa, a través
aun de esa enramada espesa;
mas… ¡bah! Circunstancia es ésa
que propia de sombra es.
¿Qué más diáfano y sutil
que las quimeras de un sueño?
¿Dónde hay nada más risueño,
más flexible y más gentil?
¿Y no pasa veces mil
que, en febril exaltación,
ve nuestra imaginación
como ser y realidad
la vacía vanidad
de una anhelada ilusión?
Sí; yo la ví y la toqué,
y aun en albricias le di
al escultor no sé qué.
¡Y ahora sólo el pedestal
veo en la urna funeral!
¡Cielos! ¿La mente me falta
o de improviso me asalta
algún vértigo infernal?
¿Qué dijo aquella visión?
¡Oh! Yo la oí claramente,
y su voz triste y doliente
resonó en mi corazón.
¡Ah! ¡Y breves las horas son
del plazo que nos augura!
¡No, no; de mi calentura
delirio insensato es!
Mi fiebre fué a Doña Inés
quien abrió la sepultura.
¡Pasad, y desvaneceos;
pasad, siniestros vapores
de mis perdidos amores,
de mis fallidos deseos!
¡Pasad, vanos devaneos
de un amor muerto al nacer;
no me volváis a traer
entre vuestro torbellino
ese fantasma divino
que recuerda a una mujer!
¡Ah! ¡Estos sueños me aniquilan;
mi cerebro se enloquece…,
y esos mármoles parece
que estremecidos vacilan!
Las estatuas se mueven lentamente,
y vuelven la cabeza hacia él.
¡Sí, sí; sus bustos oscilan,
su vago contorno medra…!
Pero Don Juan no se arredra;
¡alzaos, fantasmas vanos,
y os volveré con mis manos
a vuestros lechos de piedra!
No; no me causan pavor
vuestros semblantes esquivos;
jamás, ni muertos ni vivos,
humillaréis mi valor.
Yo soy vuestro matador,
como al mundo es bien notorio;
si en vuestro alcázar mortuorio
me aprestáis venganza fiera,
daos prisa, que aquí os espera
otra vez Don Juan Tenorio.
DON JUAN.- (Fascinado)
¡Yo estoy soñando quizás
con las sombras de un Edén!
SOMBRA.- No; y ve que si piensas bien,
a tu lado me tendrás;
Mas si obras mal, causarás
nuestra eterna desventura.
Y medita con cordura
que es esta noche, Don Juan,
el espacio que nos dan
para buscar sepultura.
Adiós, pues; y en la ardua lucha
en que va a entrar tu existencia,
de tu dormida conciencia
la voz que va a alzarse escucha;
porque es de importancia mucha
meditar con sumo tiento
la elección de aquel momento
que, sin poder evadirnos,
al mal o al bien ha de abrirnos
la losa del monumento.
Ciérrase la apariencia; desaparece Doña Inés,
y todo queda como al principio del acto,
menos la estatua de Doña Inés,
que no vuelve a su lugar.
Don Juan queda atónito.
ESCENA V
Don Juan, solo.
¡Cielos! ¿qué es lo que escuché?
¡Hasta los muertos así
dejan sus tumbas por mí!
Mas… sombra, delirio fue.
Yo en mi mente lo forjé;
la imaginación le dio
la forma en que se mostró,
y, ciego vine a creer
en la realidad de un ser
que mi mente fabricó.
Mas nunca de modo tal
fanatizó mi razón
mi loca imaginación
por su poder ideal.
Sí; algo sobrenatural
vi en aquella Doña Inés
tan vaporosa, a través
aun de esa enramada espesa;
mas… ¡bah! Circunstancia es ésa
que propia de sombra es.
¿Qué más diáfano y sutil
que las quimeras de un sueño?
¿Dónde hay nada más risueño,
más flexible y más gentil?
¿Y no pasa veces mil
que, en febril exaltación,
ve nuestra imaginación
como ser y realidad
la vacía vanidad
de una anhelada ilusión?
Sí; yo la ví y la toqué,
y aun en albricias le di
al escultor no sé qué.
¡Y ahora sólo el pedestal
veo en la urna funeral!
¡Cielos! ¿La mente me falta
o de improviso me asalta
algún vértigo infernal?
¿Qué dijo aquella visión?
¡Oh! Yo la oí claramente,
y su voz triste y doliente
resonó en mi corazón.
¡Ah! ¡Y breves las horas son
del plazo que nos augura!
¡No, no; de mi calentura
delirio insensato es!
Mi fiebre fué a Doña Inés
quien abrió la sepultura.
¡Pasad, y desvaneceos;
pasad, siniestros vapores
de mis perdidos amores,
de mis fallidos deseos!
¡Pasad, vanos devaneos
de un amor muerto al nacer;
no me volváis a traer
entre vuestro torbellino
ese fantasma divino
que recuerda a una mujer!
¡Ah! ¡Estos sueños me aniquilan;
mi cerebro se enloquece…,
y esos mármoles parece
que estremecidos vacilan!
Las estatuas se mueven lentamente,
y vuelven la cabeza hacia él.
¡Sí, sí; sus bustos oscilan,
su vago contorno medra…!
Pero Don Juan no se arredra;
¡alzaos, fantasmas vanos,
y os volveré con mis manos
a vuestros lechos de piedra!
No; no me causan pavor
vuestros semblantes esquivos;
jamás, ni muertos ni vivos,
humillaréis mi valor.
Yo soy vuestro matador,
como al mundo es bien notorio;
si en vuestro alcázar mortuorio
me aprestáis venganza fiera,
daos prisa, que aquí os espera
otra vez Don Juan Tenorio.
¡BUENOS DÍAS!
BAE, u la mujer de negro. Te queda poco para finiquitar el Tenorio. Por esos pasajes, aparecería la bruma- Es lo suyo- Después, os pasaremos a la Vega de Vísperas. Pero, en esa, te echaremos una mano. Me decía mi madre: “Sé bueno, que menos malos habrá”. Pura aritmética. Lo que tengo claro, por tanto, es que en cualquier lado que me encuentre, ayudaré a que en el otro haya menos. Es una cuestión de equilibrio. ¡Tirilla! me llamaba mi Kikina. Un beso. PC
BAE, u la mujer de negro. Te queda poco para finiquitar el Tenorio. Por esos pasajes, aparecería la bruma- Es lo suyo- Después, os pasaremos a la Vega de Vísperas. Pero, en esa, te echaremos una mano. Me decía mi madre: “Sé bueno, que menos malos habrá”. Pura aritmética. Lo que tengo claro, por tanto, es que en cualquier lado que me encuentre, ayudaré a que en el otro haya menos. Es una cuestión de equilibrio. ¡Tirilla! me llamaba mi Kikina. Un beso. PC
Amigo PC, desapareciste de nuestra vista hace tiempo y de nuestra lectura, desde este comentario que me sirve de base. Bueno ¡no!, a veces releo un libro de una batalla... Aunque cambiaste de emplazamiento, aseguro que no de sentimientos, ¡no me hagas rectificar! y vuelve a la Plaza Mayor de Tu Pueblo.
Abrazos dobles.
Abrazos dobles.
Buenos días/tardes.
Dice mi amigo Vísperas, que desaparecí de vuestra vista y lectura hace tiempo. No le falta razón, los hechos así lo atestiguan. He estado casi todo este tiempo de la ausencia, en posición horizontal, debido a cuestiones relacionadas con la quinta lumbar y el nervio ciático. Ahora, ando jodido, pero ando. Esa ha sido, básicamente, la razón de mi ausencia. Otra, respecto a mi buen amigo, es que debemos tener un problema electrónico en los móviles, porque no hubo manera. Lo volveremos a intentar.
He leído lo que buenamente he podido- difícil ponerse al día-; lo que buenamente no he podido, no lo he leído. Así que, pido disculpas a quienes no conteste si me citaron; si no me citaron, pido disculpas, asimismo, por no entrar en otro tipo de cuestiones.
Me cito literalmente: No digo lo que deseo para el año en curso, porque soy libre para decir lo que debo. Por supuesto, para todos vosotros y muchísimos más, lo mejor. Sólo desearía el yugo, para las enormes minorías que subyugan. No obstante, debería de estar contento, puesto que la Srª Ministra de Defensa, me ha deseado lo mejor para el 2011.
La ironía, es una maravilla del lenguaje- tanto oral como escrito-; el sarcasmo, es una especie de ironía con maldad; la sátira, es lo más parecido a una denuncia con mala leche. Hoy, no me apetece; mañana sí. Echo de menos la cerveza (Ese invento maravilloso de los monjes- que Dios los tenga en su gloria-) Pero, no tanto por el líquido, que también, sino por la conversación.
AMAPOLA del Sagrario de la quinta enmienda de la constitución tácita anglosajona ¡Cuánto tiempo! Leí, por casualidad (Casualidad llaman los tontos al destino ¿Te acuerdas?) hace tiempo, aquello del autorretrato: <<Estoy en contra de cualquier interferencia en la libertad individual pero, como inconformista que soy, no acepto como verdadero lo que otros dicen que lo es>> Pues, por esa razón, no uso el símbolo ese de la “@” en la escritura. Y, me fumo un puro, por Real Decreto Ley, como el amigo Pisaera. Acepté, no obstante, acepto y aceptaré, las suaves reprimendas de mi buena amiga ADL.
A mi superior y amigo, REALITO, le he leído eso de la equidistancia ecléctica. Y, la verdad, me ha dejado hecho polvo.
Por lo demás, a mis Encinas, Baes, Coralinas, Carnizuelas, Cogutas, Remellas, Margaritas, Retamas, Mariajoses, y etc., etc., etc., que sepan que, para el año nuevo, baile viejo…si me deja el nervio. De los varones, ya escribiré más tarde.
Los que hayan tenido agua en exceso, que se sequen pronto. Nosotros, de momento, con el ¡al arma! a cuestas. Lo dicho, un abrazo. ¡Hogaño! …por lo civil o por lo arbitral. ¡Buen rollo, si señor! PC
Dice mi amigo Vísperas, que desaparecí de vuestra vista y lectura hace tiempo. No le falta razón, los hechos así lo atestiguan. He estado casi todo este tiempo de la ausencia, en posición horizontal, debido a cuestiones relacionadas con la quinta lumbar y el nervio ciático. Ahora, ando jodido, pero ando. Esa ha sido, básicamente, la razón de mi ausencia. Otra, respecto a mi buen amigo, es que debemos tener un problema electrónico en los móviles, porque no hubo manera. Lo volveremos a intentar.
He leído lo que buenamente he podido- difícil ponerse al día-; lo que buenamente no he podido, no lo he leído. Así que, pido disculpas a quienes no conteste si me citaron; si no me citaron, pido disculpas, asimismo, por no entrar en otro tipo de cuestiones.
Me cito literalmente: No digo lo que deseo para el año en curso, porque soy libre para decir lo que debo. Por supuesto, para todos vosotros y muchísimos más, lo mejor. Sólo desearía el yugo, para las enormes minorías que subyugan. No obstante, debería de estar contento, puesto que la Srª Ministra de Defensa, me ha deseado lo mejor para el 2011.
La ironía, es una maravilla del lenguaje- tanto oral como escrito-; el sarcasmo, es una especie de ironía con maldad; la sátira, es lo más parecido a una denuncia con mala leche. Hoy, no me apetece; mañana sí. Echo de menos la cerveza (Ese invento maravilloso de los monjes- que Dios los tenga en su gloria-) Pero, no tanto por el líquido, que también, sino por la conversación.
AMAPOLA del Sagrario de la quinta enmienda de la constitución tácita anglosajona ¡Cuánto tiempo! Leí, por casualidad (Casualidad llaman los tontos al destino ¿Te acuerdas?) hace tiempo, aquello del autorretrato: <<Estoy en contra de cualquier interferencia en la libertad individual pero, como inconformista que soy, no acepto como verdadero lo que otros dicen que lo es>> Pues, por esa razón, no uso el símbolo ese de la “@” en la escritura. Y, me fumo un puro, por Real Decreto Ley, como el amigo Pisaera. Acepté, no obstante, acepto y aceptaré, las suaves reprimendas de mi buena amiga ADL.
A mi superior y amigo, REALITO, le he leído eso de la equidistancia ecléctica. Y, la verdad, me ha dejado hecho polvo.
Por lo demás, a mis Encinas, Baes, Coralinas, Carnizuelas, Cogutas, Remellas, Margaritas, Retamas, Mariajoses, y etc., etc., etc., que sepan que, para el año nuevo, baile viejo…si me deja el nervio. De los varones, ya escribiré más tarde.
Los que hayan tenido agua en exceso, que se sequen pronto. Nosotros, de momento, con el ¡al arma! a cuestas. Lo dicho, un abrazo. ¡Hogaño! …por lo civil o por lo arbitral. ¡Buen rollo, si señor! PC
PC, querido. Buen día. Que jodido debes estar con ese molesto dolor. Soluciónes para aliviar esas dolencias hay. Cuidadín. Lo siento! No hay vino de Reyes, ni rey de vinos. Te explicaré la historia cuando te tenga cerca. Besos.
Querida ENCINA. No me duele tanto lo físico como lo psicológico (eso de intentar hacer algo elemental y no poder) Ya me voy recuperando paulatinamente a base de banderillas, relajantes, antiinflamatorios y demás zarandajas. Así que cuando pase este trago, haré lo imposible para que me solucionen el problema. No obstante, me consuelo porque ha habido, hay, y habrá, personas mucho peor que yo. Pero, no me doy de baja ni p’atrás- también es verdad que ya no hago marchas kilométricas con mochilas a la espalda- Eso sí, tengo el trasero acribillao, y, algunas duelen de narices. Un beso. PC
APC, eso te pasa por no elegir a la enfermera adecuada. En Alba... no saben poner inyecciones. Las buenas "banderillas" tienen que contener dosis de cariño para que no hagan daño. Cuídate. Mañana te llamo. Que pases buena noche en la posición que te de la real gana. Besos.
¡BUENOS DÍAS!
AENCINA ¿Las enfermeras se eligen? Pues no lo sabía. ¿Se eligen los enfermos? Tampoco lo sabía. De haberlo sabido me voy p’a Madrid. Aunque, a decir verdad, no estaba yo para bromas; me hubiese dado igual si la banderilla me la pone Tarzán. Cuando se trate de cosas de masajes, te doy las gracias por el consejo, ya iré mirando el listado. Espero no confundirme y meterme en el colegio de veterinarios. Lo digo por lo del animal y el superhombre. Un beso. ¡Te llamé ayer! Andarías de pendoneo después del chocolate. Otro beso. PC
AENCINA ¿Las enfermeras se eligen? Pues no lo sabía. ¿Se eligen los enfermos? Tampoco lo sabía. De haberlo sabido me voy p’a Madrid. Aunque, a decir verdad, no estaba yo para bromas; me hubiese dado igual si la banderilla me la pone Tarzán. Cuando se trate de cosas de masajes, te doy las gracias por el consejo, ya iré mirando el listado. Espero no confundirme y meterme en el colegio de veterinarios. Lo digo por lo del animal y el superhombre. Un beso. ¡Te llamé ayer! Andarías de pendoneo después del chocolate. Otro beso. PC
APC, buenos días. En este mundo se elige casi todo. Pero sobre todo se elige a los AMIGOS. Ví tu llamada perdida, me pareció tarde para devolverla. Un abrazo.