MEMBRIO: ALONDRA, me alegra que te gusten. La verdad es que...

A estas horas y más tarde, tomando el fresco, también me contaba alguno. Con éste en concreto me quedaba embelesaita, no solo por el qué sino por el cómo ¡mira que tenía gracia la abuela Maximina contando cuentos!

EL PRÍNCIPE ENCANTADO

Había una vez un pescador muy pobre, nunca pescaba nada y apenas tenían para comer él y su familia.
Un día pescó un pez muy grande pero cuando lo iba a sacar del agua le dijo el Pez:
- “No me mates y tendrás en tu casa todo lo que desees (para comer, beber…) pero a cambio tienes que traerme lo primero que te encuentres esta tarde en el camino”.
- “Sí”. Le contestó el pescador.
El sabía que, al menos, le saldría la perrita de todas las tardes. Pero cuando iba hacia su casa cargado, quién le salió en el camino fue su hijo y no supo qué hacer.
Pasaron los días y el padre estaba cada vez más triste. El hijo como no entendía nada le dijo al padre:
- “No estés triste, ahora pescas mucho y no nos falta comida y tenemos lo que necesitamos”.
Pero el padre no pudo aguantarse y tuvo que contarle al hijo lo que le preocupaba, a lo cual el hijo le contestó:
- “No te preocupes, padre, puedes enviarme al agua con el Pez, yo sabré cuidarme”.
Así es que al día siguiente, con todo el dolor de su corazón, cuando el padre volvió al charco a pescar se lo llevó y tal y como le había ordenado el Pez, el padre lo llamó:
- “Príncipe encantadoooooooo”.
Salió y se llevó al hijo, lo encantó y el padre no volvió a verlo en mucho tiempo.
El Pez comenzó a decirle lo que tenía que hacer:
- “Cuando tengas ganas de comer lo dices y aparecerá una mesa llena de comida. Cuando tengas ganas de beber, lo mismo. Cuando tengas ganas de dormir, tendrás una cama. Pero todo esto solamente puedes desearlo sin hablar.
Así lo hizo., Estaba a oscuras y quiso dormir. Notó que a su lado se tumbaba alguien pero no podía reconocerlo y además como no podía hablar, no hacía ninguna pregunta.
Pasaban los días y después de algún tiempo el Pez le dejó irse unos días a su casa, porque el muchacho cumplía muy bien con todo lo que le había pedido.
Entonces aprovechó esos días para contarle a su abuela lo que le estaba pasando dentro del agua con el encantamiento. La abuela le aconsejó que se metiera una caja de cerillas en el bolsillo, para poder ver dónde estaba y con quién, pero él no quería porque le había advertido el Pez que no regresase con nada. Pero la abuela, sin que él se diera cuenta, se las metió.
Pasaron los días y el mocito se fue por el mismo camino por donde había venido al pueblo y después de andar y andar un buen rato, se encontró con un león, con un galgo, con un águila y con una hormiga que intentaban repartirse un trozo de carne y no llegaban a un acuerdo. En ese momento el león le vio y dijo:
- “Allí viene un muchacho que nos ayudará a hacer las partes”.
Y así lo hizo, a cada uno le dio lo que él consideró, a la hormiga, por último, el cascarón de la cabeza porque allí podría esconderse por ser tan pequeña y nadie la encontraría. Quedaron conformes con el reparto y el muchacho siguió su camino hacia el encanto, pero oyó que le llamaban:
- “Mocito, mocito, que no te hemos dado las gracias y queremos que tengas un recuerdo nuestro”:
Él desconfiaba pero se volvió hacia ellos y el león le dijo:
- “Toma un pelito y cuando digas –adiós y león- te convertirás en un león muy fuerte y feroz”.
Le dijo el galgo:
- “Toma otro pelito y cuando digas –adiós y galgo- te volverás el más veloz del mundo.
El águila continuó:
- “Toma esta pluma y cuando digas –adiós y águila, te volverás el águila más volandera del mundo”.
Por último, le dijo la hormiga:
- “Toma un cuernecito y cuando digas –adiós y hormiga- te volverás la hormiga más pequeña del mundo”.
El muchacho se fue, pero quiso comprobar si todo lo dicho era cierto y dijo para sí:
- “Adiós y león” y se volvió león con una melena muy larga. “Adiós y hombre” y se volvió hombre…. Y así con todos los animales.
Guardó los pelitos, la pluma y el cuernecito para cuando le hicieran falta. Siguió caminando, llegó al charco y dijo:
- “Príncipe encantadooooooooo”
Salió el Pez y lo metió al agua.
Pasaron muchos días y aunque al muchacho no le faltaba de nada se sentía solo en la más absoluta oscuridad y no pudiéndolo soportar más, se buscó en los bolsillos y encontró las cerillas que le había dado su abuela. Encendió una y encontró tumbada a su lado a una muchacha y tanto le acercó la cerilla que la quemó y la muchacha se despertó:
- “Estamos perdidos” –dijo ella.
La muchacha conocía muy bien el encanto en el que ambos estaban metidos. Le contó que allí cerca, fuera del lago, había un cabrero que tenía unas cabras dentro de la cerca y no podían salir porque cada vez que lo hacían venía una serpiente y se las mataba. Aquella serpiente había que matarla y en ese momento saldría volando de su cuerpo una paloma a la que tendría que sacarle un huevo para rompérselo en la frente al Ogro que nos tiene encantados, para matarlo y así salvarnos.
El muchacho recordó los cuatro animales en que podía convertirse, se lo contó y ella estuvo de acuerdo para que fuera a donde estaba el cabrero.
El muchacho llegó haciéndose pasar por un pastor y el cabrero le contrató para cuidar el rebaño, pero le advirtió lo de la serpiente y así ocurrió. Cuando cuidaba las cabras, vio a la serpiente. En ese momento pensó en convertirse en león para pelear y asó lo hizo. Pelearon y pelearon y cuando vio que la serpiente no podía más, el mocito dijo:
- “Si tuviera un vaso de vino, el beso de una doncella y un pan caliente, te mataba serpiente”.
La serpiente se fue y el cabrero muy contento dejó al muchacho trabajar al día siguiente, también.
La hija del cabrero oía las discusiones entre la serpiente y el muchacho y se lo contó a su padre. El padre le dijo:
- “Ya que tenemos tantos problemas con la serpiente deberíamos ayudar a ese muchacho para que nos libere de ese animal y puedan salir nuestras ovejas de la cerca. Así es que como tú eres doncella, dale un beso y llévale un vaso de vino y un pan caliente”.
Al día siguiente la niña se escondió para esperar a la serpiente y comprobar si había pelea de nuevo. Ocurrió lo mismo que el día anterior:
- “Adió y galgo” –dijo el muchacho esta vez.
Corrió y alcanzó a la serpiente que había salido huyendo y de nuevo comenzaron a pelearse.
Cuando la serpiente dijo su frase: “Si tuviera la fuerza de mil hombres te mataba”, el muchacho contestó lo mismo que el día anterior. En ese momento, salió la muchacha, le dio un beso, el vaso de vino y el pan caliente, y el muchacho, por fin, mató a la serpiente, tal y como le había dicho la compañera del lago.
Salió del cuerpo del animal volando una paloma. Y el muchacho dijo a continuación:
- “Adiós y águila” –y se volvió águila.
Alcanzó a la paloma, le sacó el huevo, lo guardó y volvió a la cabaña para despedirse del cabrero y de la niña. El cabrero quiso pagarle pero él no aceptó y se fue.
Al llegar al charco volvió a gritar:
- “Príncipe encantadoooooooooo”
Salió el Pez y lo metió otra vez al agua, sin preguntarle de dónde venía. De nuevo el muchacho encendió la cerilla y, muy sorprendido, se encontró a la muchacha acunando en sus brazos al Ogro que los tenía encantados. Para que el Ogro no los descubriera se convirtió, de nuevo, en pájaro. El Ogro se despertó y al verlo lo metió en una jaula para dormir tranquilo. Cuando se hubo dormido, el muchacho dijo:
- “Adiós y hormiga”….
Y siendo hormiga salió de la jaula y cogiendo el huevo se lo aplastó en la frente al Ogro y lo mató.
En ese momento se deshizo el encanto. El muchacho y la mocita pudieron salir del agua, llegaron a su pueblo y les contaron a todos su aventura dentro del lago y lo valiente que habían sido los dos soportando todos sus miedos.

Y fueron felices, comieron…….

Marga, que bonitos cuentos. Tú sigue deleitandonos con ellos.
Me acuerdo de tu abuela Maximina y parece que estoy viendola de contarlos. Yo la admiraba mucho cuando concidiamos en las matanzas de mi tia Fernanda (q. e. p. d)
y me quedaba embelesada al ver la disposición que ponia en todos los quhaceres propios de las matanzas de antaño y lo amena que resultaba su conversación. BESOS.

ALONDRA, me alegra que te gusten. La verdad es que algunas personas están llenas de sabiduría y además saben transmitirla. De todos modos mi abuela era una persona muy inquieta, quiero contar una anécdota curiosa para una mujer de 80 y muchos, entonces: cuando estaba en mi casa siempre nos andaba pidiendo libros y revistas para leer, para entretenerme decía ella y recuerdo perfectamente que el último que le presté, antes de que perdiera la vista, fue "Las novelas ejemplares" de Cervantes (los más amenos ya se los había leído). No sé si se enteraría mucho o no pero... ¡como no le iba a gustar leer y contar cuentos!
Un beso y disfrutad de San Sebastián (hoy estamos de fiesta en Villa)
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Querida, este año no hemos bailado el Rondón. Hemos ido a Madrid. Tenia cita con el Neuropsicólogo de Carlos. Alondra me ha acompañado. Has ido a la fiesta? Besitos a la cuentacuentos más linda.