(Con dedicación especial para RETAMA)
LA MONTAÑA DE CRISTAL (Los siete cuervos)
Había una vez un matrimonio que tenía siete hijos varones, estaban muy contentos con sus hijos pero deseaban que les naciera una niña.
Pasó el tiempo y por fin la tuvieron, pero era tan menuda, tan menuda que creían que pronto se les moriría, por eso quisieron bautizarla cuanto antes. Fueron en busca de un cura pero no lo encontraron, entonces los padres mandaron a los siete hermanos a una fuente cercana con un cántaro para acarrear agua bendita y echársela a la niña antes de que muriese. Cuando venían de vuelta los muchachos con el cántaro lleno, se les rompió, tanto se disgustaron que no se atrevieron a regresar a casa.
Pasaban las horas y el padre muy preocupado se asomaba a la puerta a ver si los veía llegar y repetía en voz alta:
- “Mucho tardan estos muchachos, Dios quiera que no se conviertan en cuervos”. (El padre decía esto muy asustado porque en una ocasión aconteció un encantamiento que se adueñó del lugar).
Al rato, pasaron siete cuervos volando y graznando al lado de la casa, ¡eran ellos!
El padre y la madre entristecían cada día, pero nada podían hacer para deshacer el hechizo. El tiempo pasó y la niña creció sana y fuerte. Llegó el momento en que tenía que ir a la escuela. Al principio todo iba bien, pero pasaron las semanas y las compañeras comenzaran a meterse con ella diciéndole:
- “ ¡Tienes siete hermanos cuervos y tú tienes la culpa, tienes siete hermanos cuervos y tú tienes la culpa! “ (repetían y repetían sin cesar).
- “No, no” –contestaba ella llorando.
Tantas veces se lo decían que terminó contándoselo a su madre, pero ésta una y otra vez se lo negaba. La niña tanto insistía que un día la madre terminó diciéndole toda la verdad.
A pesar de que la madre le decía que ella no tenía la culpa, la muchacha se puso triste porque se sentía sola y culpable de lo que le había sucedido a sus hermanos. Pensaba y pensaba en ello, y una noche soñó que se iba de casa con una calabaza llena de agua, un pan, un cuchillo y un anillo de su madre para salvar a sus siete hermanos. Tanto se creyó el sueño que un buen día así lo hizo sin decirle nada a sus padres.
Cuando estos se dieron cuenta la buscaron por todas partes pero no llegaron a encontrarla.
La muchacha anduvo de pueblo en pueblo, de campo en campo, estaba cansada, sucia y curtida por el sol. Llegó a un río, se lavó entera y quedó otra vez muy limpia. Se sentó al lado de un árbol y se quedó dormida. Soñó que se le aparecía un enano que le decía:
- ¡A siete leguas de aquí, se halla LA MONTAÑA DE CRISTAL, allí están tus hermanos, toma este hueso y con él podrás abrir la puerta de la Montaña”
La niña despertó, echó a andar otra vez y se encontró con un viejo al cual le preguntó si conocía LA MONTAÑA DE CRISTAL y si allí vivían sus siete hermanos. El viejo le contestó:
- “A tus hermanos no les conozco pero LA MONTAÑA DE CRISTAL sé que está detrás de aquella sierra”.
La muchacha comenzó a andar y andar hasta que llegó a la Montaña. Estando en la puerta echó mano del hueso para abrirla pero… claro, no lo tenía, recordó que solo lo había soñado. Como no le quedaba más remedio, sacó el cuchillo que llevaba y se cortó su dedo meñique, lo metió en la cerradura y la puerta se abrió. En esto apareció un enano que le dijo:
- “ ¿Qué buscas aquí?”
- “Busco a siete cuervos negros que viven aquí” –contestó la niña muy asustada.
- “ ¡Ah, sí!” –exclamó el enano- “están a punto de llegar” (él no sabía muy bien lo del encanto porque en realidad él no tenía nada que ver, solo recibía órdenes).
El enano cerró la puerta, la dejó sola y se fue a prepararles la comida. La muchacha esperó y cuando la comida estuvo lista en la mesa, cogió de cada plato un trozo de carne, de cada copa bebió un poco de vino y en la última dejó caer el anillo de su madre.
Cuando llegaron los cuervos y se sentaron a la mesa dijeron:
- “De mi plato han comido” – comentaba alguno de ellos.
- “De mi copa han bebido” – decían otros.
- “Bueno, bueno, no os enfadéis, brindemos” – dijo otro.
Y al beber, al más pequeño, se le quedó enganchado en el pico el anillo de su madre, el mayor que se dio cuenta, dijo:
- “Ese es el anillo de nuestra querida madre. Si lo hubiera traído nuestra hermana y nos diese un beso a cada uno seríamos felices otra vez”.
Y la hermana que estaba escondida oyéndolo todo, así lo hizo. Al momento se deshizo el hechizo y se convirtieron en unos muchachos grandes y muy guapos. Había pasado mucho tiempo y habían crecido.
Aquella misma noche llenaron las maletas de oro y tesoros de la Montaña y se fueron a casa con sus padres.
Cuando llegaron al pueblo contaron lo ocurrido y los siete mozos explicaron a los padres que su mayor deseo era fundar una escuela para los niños del lugar, con parte de la riqueza que se habían traído de LA MONTAÑA DE CRISTAL, y así poder educarlos y enseñarles a leer y a escribir.
Y sus deseos pudieron hacerlos realidad, vivieron muchos años felices, llevaron a cabo sus buenos propósitos y ….
COLORÍN COLORADO ESTE CUENTO TAN LINDO SE HA TERMINADO.
LA MONTAÑA DE CRISTAL (Los siete cuervos)
Había una vez un matrimonio que tenía siete hijos varones, estaban muy contentos con sus hijos pero deseaban que les naciera una niña.
Pasó el tiempo y por fin la tuvieron, pero era tan menuda, tan menuda que creían que pronto se les moriría, por eso quisieron bautizarla cuanto antes. Fueron en busca de un cura pero no lo encontraron, entonces los padres mandaron a los siete hermanos a una fuente cercana con un cántaro para acarrear agua bendita y echársela a la niña antes de que muriese. Cuando venían de vuelta los muchachos con el cántaro lleno, se les rompió, tanto se disgustaron que no se atrevieron a regresar a casa.
Pasaban las horas y el padre muy preocupado se asomaba a la puerta a ver si los veía llegar y repetía en voz alta:
- “Mucho tardan estos muchachos, Dios quiera que no se conviertan en cuervos”. (El padre decía esto muy asustado porque en una ocasión aconteció un encantamiento que se adueñó del lugar).
Al rato, pasaron siete cuervos volando y graznando al lado de la casa, ¡eran ellos!
El padre y la madre entristecían cada día, pero nada podían hacer para deshacer el hechizo. El tiempo pasó y la niña creció sana y fuerte. Llegó el momento en que tenía que ir a la escuela. Al principio todo iba bien, pero pasaron las semanas y las compañeras comenzaran a meterse con ella diciéndole:
- “ ¡Tienes siete hermanos cuervos y tú tienes la culpa, tienes siete hermanos cuervos y tú tienes la culpa! “ (repetían y repetían sin cesar).
- “No, no” –contestaba ella llorando.
Tantas veces se lo decían que terminó contándoselo a su madre, pero ésta una y otra vez se lo negaba. La niña tanto insistía que un día la madre terminó diciéndole toda la verdad.
A pesar de que la madre le decía que ella no tenía la culpa, la muchacha se puso triste porque se sentía sola y culpable de lo que le había sucedido a sus hermanos. Pensaba y pensaba en ello, y una noche soñó que se iba de casa con una calabaza llena de agua, un pan, un cuchillo y un anillo de su madre para salvar a sus siete hermanos. Tanto se creyó el sueño que un buen día así lo hizo sin decirle nada a sus padres.
Cuando estos se dieron cuenta la buscaron por todas partes pero no llegaron a encontrarla.
La muchacha anduvo de pueblo en pueblo, de campo en campo, estaba cansada, sucia y curtida por el sol. Llegó a un río, se lavó entera y quedó otra vez muy limpia. Se sentó al lado de un árbol y se quedó dormida. Soñó que se le aparecía un enano que le decía:
- ¡A siete leguas de aquí, se halla LA MONTAÑA DE CRISTAL, allí están tus hermanos, toma este hueso y con él podrás abrir la puerta de la Montaña”
La niña despertó, echó a andar otra vez y se encontró con un viejo al cual le preguntó si conocía LA MONTAÑA DE CRISTAL y si allí vivían sus siete hermanos. El viejo le contestó:
- “A tus hermanos no les conozco pero LA MONTAÑA DE CRISTAL sé que está detrás de aquella sierra”.
La muchacha comenzó a andar y andar hasta que llegó a la Montaña. Estando en la puerta echó mano del hueso para abrirla pero… claro, no lo tenía, recordó que solo lo había soñado. Como no le quedaba más remedio, sacó el cuchillo que llevaba y se cortó su dedo meñique, lo metió en la cerradura y la puerta se abrió. En esto apareció un enano que le dijo:
- “ ¿Qué buscas aquí?”
- “Busco a siete cuervos negros que viven aquí” –contestó la niña muy asustada.
- “ ¡Ah, sí!” –exclamó el enano- “están a punto de llegar” (él no sabía muy bien lo del encanto porque en realidad él no tenía nada que ver, solo recibía órdenes).
El enano cerró la puerta, la dejó sola y se fue a prepararles la comida. La muchacha esperó y cuando la comida estuvo lista en la mesa, cogió de cada plato un trozo de carne, de cada copa bebió un poco de vino y en la última dejó caer el anillo de su madre.
Cuando llegaron los cuervos y se sentaron a la mesa dijeron:
- “De mi plato han comido” – comentaba alguno de ellos.
- “De mi copa han bebido” – decían otros.
- “Bueno, bueno, no os enfadéis, brindemos” – dijo otro.
Y al beber, al más pequeño, se le quedó enganchado en el pico el anillo de su madre, el mayor que se dio cuenta, dijo:
- “Ese es el anillo de nuestra querida madre. Si lo hubiera traído nuestra hermana y nos diese un beso a cada uno seríamos felices otra vez”.
Y la hermana que estaba escondida oyéndolo todo, así lo hizo. Al momento se deshizo el hechizo y se convirtieron en unos muchachos grandes y muy guapos. Había pasado mucho tiempo y habían crecido.
Aquella misma noche llenaron las maletas de oro y tesoros de la Montaña y se fueron a casa con sus padres.
Cuando llegaron al pueblo contaron lo ocurrido y los siete mozos explicaron a los padres que su mayor deseo era fundar una escuela para los niños del lugar, con parte de la riqueza que se habían traído de LA MONTAÑA DE CRISTAL, y así poder educarlos y enseñarles a leer y a escribir.
Y sus deseos pudieron hacerlos realidad, vivieron muchos años felices, llevaron a cabo sus buenos propósitos y ….
COLORÍN COLORADO ESTE CUENTO TAN LINDO SE HA TERMINADO.
ya lo creo que es lindo antes de acostarme lo leeré otra vez.
Un abrazo
Un abrazo
REMELLA, ¡cómo eres!, me gusta que te guste. Hacéis que no se me cansen los dedos de teclear. Un beso.