Luz ahora: 0,01117 €/kWh

MEMBRIO: ENCINA, efectivamente ahora veo tus buenas noches de...

He querido dejar para el final este cuento largo que tantas veces oí contar a mi abuela, no había vez que al escucharlo no me acongojara al tiempo que me gustaba; es ese doble sentimiento que se dan muchas veces en la vida pero que al fin y al cabo es satisfactorio.

Ricos y pobres, un hecho que tanto ha marcado a nuestra tierra, también ahora a veces, aunque afortunadamente nada que ver.

Me tranquiliza pensar que esta “pequeña herencia” que la abuela Maxi (como cariñosamente la llamábamos las nietas) dejó, no se pierda por cualquier estantería de mi casa.
Es una satisfacción el haber tenido la oportunidad de escribir los cuentos en este foro porque siento una especie de tranquilidad al saber que estos textos han ido a parar de nuevo al lugar de donde habían salido.

Un abrazo y espero que alguno de vosotros haya reconocido uno al menos y ahora sea vuestro.

CATALINA

Esta historia comienza en una Noche de Reyes. Es la historia de una niña llamada Catalina.

Se trata de una niña pobre, muy pobre que de puerta en puerta iba vendiendo billetes de Reyes el día cinco de enero:

- “Vendo billetes de Reyes ¿quién me los quiere comprar?”

Hacía mucho frío, estaba nevando y nadie salía a la puerta.

La niña no se cansaba de repetir:
- “Vendo billetes de Reyes ¿quién me los quiere comprar?

Por allí cerca vivía una marquesa y ésta, al oir voces en la calle, le preguntó a uno de sus criados:
- “ ¿Quién es esa que a estas horas viene vendiendo billetes de Reyes?”

El criado bajó a enterarse. Al momento subió las escaleras y le dijo a la marquesa:
- “Es una niña que viene pidiendo limosna, dice que no tiene padre ni madre y que tiene que ganarse así la vida”
- “Bueno, dile que suba, que se los compraré” – contestó la marquesa –

La niña subió a la casa y la marquesa le compró todos los billetes para que ya no tuviera que seguir vendiendo esa fría noche.
La señora quiso saber más cosas sobre la vida de la niña y le preguntó:

- “ ¿No tienes padres?”
- “No tengo padre ni madre” - contestó la niña -.
- “ ¿Cómo te llamas?”, volvió a preguntar la marquesa.
- “Catalina Bonel" - contestó - la pequeña.
- “ ¿Con quién vives?”
- “Con mi prima” - contestó -.
Y le contó dónde y cómo vivían.

A la marquesa le dio tanta lástima de la niña que le dijo que se quedara a vivir con ella. Pero la niña preocupada por su prima le contestó:

- “Y mi prima…. ¿qué será de ella?".
- “No te preocupes. Le mandaremos un socorro” - contestó la marquesa -.

Así se hizo. A la prima le enviaron comida y todo lo que necesitaba en ese momento. Y Catalina, por fin, se quedó a vivir allí.

Al momento, la señora le dijo a una criada:
- “Busca en el armario para ver si queda algo de la ropa que a Anita (una sobrina suya que vivía con ella) le ha quedado pequeña, para ponérsela a esta criatura”.

La bañaron, la peinaron, le pusieron una cinta azul muy linda en el pelo y ropa nueva para que se sentara a la mesa a cenar.

Cuando estaba en la mesa, la sobrina preguntó en mal tono:
- “Tía, ¿esta niña va a comer con nosotros?.

La marquesa no le contestó pero la miró tan seria que la sobrina tuvo que callarse y no insistir más.

Comieron las tres con los invitados que tenían aquella Noche de Reyes, como era tradicional cada año.

Cuando acabó la cena, Catalina estaba tan cansada que se quedó dormida. Se dio cuenta Anita, se lo dijo a su tía y entre las dos la subieron a la cama.

Al día siguiente la señora se levantó muy ilusionada porque estaba encantada con Catalina, la cuidó ese día y muchos días más y mucho tiempo más; la niña crecía, se hizo mayor y empezó a ir a la escuela.

Así pasaron los años... Catalina se hizo mayor.

La marquesa ya era mayor y enfermó.

La sobrina, que seguía viviendo en la misma casa, se encargó de cuidar a la tía pero no dejaba que Catalina entrara a ver a su protectora (así la llamaba la jovencita) porque en el fondo la sobrina le tenía mucha envidia ya que era muy querida por todos, obediente y respetuosa con los mayores. Anita siempre le ponía pretextos para que no dejarla pasar, que si la protectora estaba cansada, que si venía el médico y otras veces no la dejaba entrar simplemente porque no quería.

Un día llegó del colegio contenta, pensando que esta vez iba a poder besar a su protectora, pero Anita la sobrina tampoco la dejó. Pasaron unos días y cuando Catalina volvía de la escuela, Anita se escondió para ver qué hacía la joven y aunque a la pequeña le extrañaba que ese día la sobrina no estuviera, no le dio mayor importancia y claro está Catalina entró en el dormitorio de la señora y la besó muchas veces hasta que su protectora la reconoció:

- “ ¡Ah, eres tú Catalina!, dame un poco de agua, por favor, que nadie me hace caso”.

Catalina vio un vaso de leche en la mesilla y se lo dio a beber y al momento la marquesa murió.

La leche estaba envenenada.

Catalina salió al pasillo asustada contando lo ocurrido y la sobrina empezó a griar:

- “Catalina ha matado a mi tía, Catalina ha matado a mi tía” – gritando y llorando de forma escandalosa –

Todos acudieron al dormitorio y Catalina contaba lo ocurrido diciendo que no sabía que la leche tuviese veneno, pero nadie la creyó.

Catalina fue a la cárcel.

La interrogaron muchas, muchas veces pero siempre decía lo mismo:
- “La leche estaba envenenada pero yo no lo hice” - repetía una y otra vez –

Estuvo algún tiempo encerrada.

Anita, la sobrina de la marquesa, se quedó con todo el dinero de su tía y se dedicaba a la buena vida, buenas ropas y grandes fiestas, pero siempre estaba de mal humor y muy melancólica.

Así pasaron los días y algunos años hasta que llegó una Noche de Reyes y estando Anita con sus invitados (como era tradición en esa casa), sentada a la mesa para cenar, oyó una voz en la puerta:

- “Vendo billetes de Reyes quién me los quiere comprar”.
- “Ésta es Catalina que me acusa” - pensó Anita -.

En el fondo tenía miedo y tanto se agobió que en ese momento cayó al suelo y al momento Anita había muerto.
La levantaron, la echaron en una cama y al tumbarla la criada vio que por el escote le salía un papelito, lo sacó y comenzó a leer todo lo que allí estaba escrito; cada vez estaba más sorprendida de lo que allí decía. Por eso Anita siempre llevaba encima ese papel, para que nadie lo encontrara en los armarios.

Llamaron a las autoridades para levantar el cadáver y la criada les entregó la carta.

En ese momento se hizo público cómo había ocurrido todo:
Catalina no era quien había matado a su protectora, como era de suponer, sino su misma sobrina como pudieron comprobar en las investigaciones que hicieron. También encontraron el testamento de la marquesa donde había dejado escrito que la mitad de los bienes eran para Catalina, por eso Anita, desde que murió su tía, siempre había estado de mal humor, había disfrutado de un dinero que no le correspondía y nunca pudo hacerlo de forma sosegada y tranquila.

Inmediatamente y por orden del juez, uno de los criados llevó al calabozo la orden para que dejaran en libertad a Catalina.

La joven se alegró mucho de recibir la noticia pero el carcelero al ver que ella no se sorprendió demasiado de la noticia, le preguntó:
- “Catalina ¿tú sabías que Anita había matado a su tía?
- “Sí - contestó Catalina – pero no quise descubrirla porque pensé que ella algún día confesaría por sí misma.

El carcelero le leyó la carta donde estaba escrito que ella heredaba la mitad de los bienes de la marquesa.
Catalina había tenido mucho tiempo para reflexionar sobre su futuro en el caso de que algún día pudiera salir de la cárcel y ya tenía muy claro lo que iba a hacer con el dinero; dedicaría el resto de sus días a cuidar a la gente necesitada ya que ella en su día también lo estuvo y conocía muy bien las calamidades y necesidades que se pasan cuando falta el dinero.

- “Con los necesitados estaré hasta que la muerte me lleve” – decía-.

Ese fue su último deseo.
Aunque nadie entendió muy bien el deseo de Catalina todo se hizo tal y como ella quiso.
Utilizó todo su dinero para ayudar y cuidar a los más pobres y así vivió muy feliz el resto de sus días.

Y colorín colorado este libro de cuentos se ha terminado.

MARGA, buenas noches. Mañana verás que te desee buen descanso.

El último cuento compartido es una historia deliciosa. Buen broche de oro.

Hasta mañana, mi niña. Dulces sueños.

A todos, feliz descanso. Besos.

ENCINA, efectivamente ahora veo tus buenas noches de ayer. Pues ahora te las deseo yo, como no sé si me asomaré más tarde, por si acaso te mando un beso de buenas noches. Me alegro que te haya gustado el último también. Como le digo a FCC, hazlos tuyos porque los son.