Lo prometido es deuda. De Francisco Neila Sánchez, para el foro.
ATARDECER DE OTOÑO
(Junto a la ermita de la “Virgen del Campo” patrona de Aliseda.)
El sol de atardecer alarga las sombras del encinar y del hombre, recién llegado, buscando la” soledad sonora” Es honda y sosegadora esta música del silencio en el campo. Sólo un pajarillo la rompe en la retama cercana.
Desde Mayo, en que los descorcharon, han perdido el pudor los alcornoques y exhiben, sin tapujos, su desnudez rojiza y virgen: “Creó Dios al hombre y a la mujer... y estaban ambos desnudos” (Gen, 1) Desnudos ante Dios y ante sí mismos: claros los pensamientos, limpias las intenciones, sinceros. Limpieza primera de la vida, como un almendro florecido en Febrero en los campos de Garrovillas. “Dichosos los limpios de corazón” dirá Jesús. ¡Y cuánta tristeza acumulada después por la clara claridad perdida! ¡Y cuánta alegría posterior por tanta limpieza de corazón recobrada! ¡Corazón de Dios siempre más grande que nuestro pecado y nuestra pequeñez!
Junto a las largas sombras se alargan también los pensamientos y los recuerdos y, como rebaño que regresa al redil con un alegre tintinear de esquilas, en el corazón del hombre tintinean serenos y alegres nombres y recuerdos vividos, nunca idos, recuperados cada atardecer de Dios. Se alarga también la esperanza multiplicada como los brotes de hierba, retoñecida con las primeras aguas de Otoño. Verde esperanza de que los niños concebidos encuentren en las entrañas y en el corazón de sus madres un lugar de vida y no de muerte. Hay un grito interminable por las tierras de España. Horada los oídos y el corazón y no nos dejará en paz hasta que no terminemos con esta orgía de muerte y destrucción.
Nadie está lejos del corazón: ¡Qué hermosa la algarabía y el tintinear de tantos nombres!
También la campana de la ermita espera que alguien la haga sonar, invitando a rezar el “Angelus” vespertino. Esto no es Moguer, ni está aquí Juan Ramón, pero no le faltará a la Virgen del Campo un corazón y unos labios que la saluden: “El ángel Del Señor anunció a María...”
Hacia poniente se ha dormido el sol, dejando un horizonte ensangrentado. Es tiempo de regresar. Al corazón del viajero vuelve el silencio y con él se han dormido nombres y recuerdos. Sólo un grito inacabable le acompaña.
ATARDECER DE OTOÑO
(Junto a la ermita de la “Virgen del Campo” patrona de Aliseda.)
El sol de atardecer alarga las sombras del encinar y del hombre, recién llegado, buscando la” soledad sonora” Es honda y sosegadora esta música del silencio en el campo. Sólo un pajarillo la rompe en la retama cercana.
Desde Mayo, en que los descorcharon, han perdido el pudor los alcornoques y exhiben, sin tapujos, su desnudez rojiza y virgen: “Creó Dios al hombre y a la mujer... y estaban ambos desnudos” (Gen, 1) Desnudos ante Dios y ante sí mismos: claros los pensamientos, limpias las intenciones, sinceros. Limpieza primera de la vida, como un almendro florecido en Febrero en los campos de Garrovillas. “Dichosos los limpios de corazón” dirá Jesús. ¡Y cuánta tristeza acumulada después por la clara claridad perdida! ¡Y cuánta alegría posterior por tanta limpieza de corazón recobrada! ¡Corazón de Dios siempre más grande que nuestro pecado y nuestra pequeñez!
Junto a las largas sombras se alargan también los pensamientos y los recuerdos y, como rebaño que regresa al redil con un alegre tintinear de esquilas, en el corazón del hombre tintinean serenos y alegres nombres y recuerdos vividos, nunca idos, recuperados cada atardecer de Dios. Se alarga también la esperanza multiplicada como los brotes de hierba, retoñecida con las primeras aguas de Otoño. Verde esperanza de que los niños concebidos encuentren en las entrañas y en el corazón de sus madres un lugar de vida y no de muerte. Hay un grito interminable por las tierras de España. Horada los oídos y el corazón y no nos dejará en paz hasta que no terminemos con esta orgía de muerte y destrucción.
Nadie está lejos del corazón: ¡Qué hermosa la algarabía y el tintinear de tantos nombres!
También la campana de la ermita espera que alguien la haga sonar, invitando a rezar el “Angelus” vespertino. Esto no es Moguer, ni está aquí Juan Ramón, pero no le faltará a la Virgen del Campo un corazón y unos labios que la saluden: “El ángel Del Señor anunció a María...”
Hacia poniente se ha dormido el sol, dejando un horizonte ensangrentado. Es tiempo de regresar. Al corazón del viajero vuelve el silencio y con él se han dormido nombres y recuerdos. Sólo un grito inacabable le acompaña.