Lo afirma un viejo proverbio chino: “Si quieres ser feliz un día emborráchate, si quieres ser feliz una semana, lee un libro. Si quieres ser feliz un mes, cásate. Pero si quieres ser feliz toda la vida, hazte jardinero”.
La naturaleza en nuestras manos, el espectáculo de la Vida en su expresión más pura, nos llena de asombro cuando por estas fechas las pequeñas violetas abren a la primavera sus flores, cuando las yemas de los almendros se hinchan hasta liberar una nieve de blancas flores a las que acudirán ávidas las primeras abejas.
Las ciudades son demasiado hormigón y cristal, demasiado ruido. Parece que hayamos olvidado nuestro pasado andalusí de patios y ventanales apretados de geranios multicolores. ¿Por qué ya no hay flores en nuestras casas? No tenemos tiempo, justificará la mayoría. Qué pena. Si todos nosotros nos hiciéramos jardineros urbanos, aunque fuera de manera casi testimonial, cuánto ganarían las calles. E incluso, aguijoneados por la primavera, podríamos seguir los consejos que dijo el servidor a su reina: “Renunciaré a cualquier otra tarea, abandonaré al polvo mis lanzas y mis espadas. No me envíes a lejanas cortes. No me pidas nuevas conquistas: hazme jardinero de tu jardín”.
La naturaleza en nuestras manos, el espectáculo de la Vida en su expresión más pura, nos llena de asombro cuando por estas fechas las pequeñas violetas abren a la primavera sus flores, cuando las yemas de los almendros se hinchan hasta liberar una nieve de blancas flores a las que acudirán ávidas las primeras abejas.
Las ciudades son demasiado hormigón y cristal, demasiado ruido. Parece que hayamos olvidado nuestro pasado andalusí de patios y ventanales apretados de geranios multicolores. ¿Por qué ya no hay flores en nuestras casas? No tenemos tiempo, justificará la mayoría. Qué pena. Si todos nosotros nos hiciéramos jardineros urbanos, aunque fuera de manera casi testimonial, cuánto ganarían las calles. E incluso, aguijoneados por la primavera, podríamos seguir los consejos que dijo el servidor a su reina: “Renunciaré a cualquier otra tarea, abandonaré al polvo mis lanzas y mis espadas. No me envíes a lejanas cortes. No me pidas nuevas conquistas: hazme jardinero de tu jardín”.