Luz ahora: 0,11432 €/kWh

MEMBRIO: Tiene Medina del Campo al igual que otras poblaciones,...

LES cuento para terminar por hoy, una historia de amor imposible que leyendo un día una rEvista cultural que cayó en mis manos, edita por la Diputación Provincial (ARGAYA) me la encontré entre sus páginas. Estando en Cuaresma y encajando en el género religioso, como aquellas películas que colgaban de la cartelera en nuestro pueblo en estas fechas, me decido a compartirla con todo vosotrs. Para quien renga a bien leerla...

Tiene Medina del Campo al igual que otras poblaciones, su historia de amor imposible. Desconocida al no haber sido resgistrada en una obra literaria como lo han sido otras, ni llevada a la gran pantalla ni al teatro.
Todo comenzó en un pequeño pueblo de Salamanca, en donde dos jóvenes enamorados se prometían amor todos los días y él, prometía a su amada, que en cuanto se licenciase se casaría con ella. Una historia muy común hasta hace no muchos años.
El muchacho marchó a la guerra de Cuba de tan mal recuerdo para los españoles, allá por el año 1893, y le sorprendió la derrota motivada por la intervención de los EEUU. Después de cinco años de espera, se le dió por muerto.
La joven novia espero alguna noticia de su amado; y, desesperada, optó por profesar como monja en Las Clarisas de Medina del Campo.
Pasados siete años, regresa el joven Severiano, y descubre que su amada había ingresado en un convento. Aún le queda la esperanza de convercerla y volver a iniciar su amor después de tantos años. La razón de sus muchos años en Cuba, fueé debido a que había estado prisionero.
Sus intentos fueron baldíos, pues la promesa de Ana -nombre de la joven- a Dios, era un obstáculo en aquellos tiempos insalvable. Todo era más fuerte que su gran deseo de estar con el hombre que aún amaba. Severiano, hombre religioso y fuerte, lo entendió y con mucho dolor marchó resignado a su pueblo.
Pasado un tiempo. se enteró de que en la iglesia de San Miguel se necesitaba un capellán y solicitó esta plaza. Severiano entendía, que era la única forma de estar cerca de ella. Consiguió la plaza de sacristán y se trasladó a vivir a Medina, alquilando una casa en la calle Fernando el Católico cercana a la parroquia de San Miguel.
En el convento, era díficil enterarse de lo que sucedía en el exterior, pero Ana, se pudo informar por la demandadera del convento y, dicen, que su alegría fué tan grande, que era raro el día que no buscaba a ésta, con mucha precaución, para preguntarle por él.
Mientras, Severiano ayudaba al sacerdote en el servicio del altar y cuidaba la iglesia y la sacristía; donde más llamaba la atención era por su gran afición a la música, que hacía que todos los días el órgano de San Miguel, pieza barroca del siglo XVIII que se encuentra en el coro, sonara en cualquier ceremonia.
Severiano acudía por las tardes sin faltar un sólo día durante cincuenta años, a la cuesta de San Cristobal que está detrás del convento de Las Clarisas y acaba en un montículo, desde el cual, podía ver el huerto del convento en donde todas las tardes, las monjas salían para atender las labores de horticultura. Era su único consuelo.
Los dos vivieron su amor en silencio y su única comunicación junto a la demandadera, era a través de las campanas de San Miguel que Severiano tocaba diariamente, al igual que Ana las del convento de Las Clarisas donde tiene fama la campana "Isabelina".
Todas las historias de amor tienen un fin; y, cuentan, que un día cuando Severiano bajaba de la cuesta de San Cristóbal y se drigía a su casa, le salió al paso la demandadera del convento para decirle que Ana, había muerto esa tarde con su nombre en la boca.
Severiano lloró amargamente y creyó que su desesperación le ahogaría; necesitaba refugiarse en algún sitio y, pensó, que el mejor consuelo que podía tener, era tocar para su amor esa tarde el órgano de la iglesia de San Miguel.
Muchos fueron los que escucharon durante varias horas, el sonido de una música digna de tocarse a los ángeles; mas, de pronto, se paró. El párroco, al ver que Severiano no bajaba se interesó por lo que estaba haciendo en el coro, y descubrió al sacristán, con la cabeza encima del órgano y muerto.
Marco Antonio y Cleopatra, Los amantes de Teruel, Romeo y Julieta... ¿Acaso esta historia de amor de Severiano y Ana no es tan tierna, dulce y cruel, que las mundialmente conocidas y citadas anteriormente...?
Sólo unas horas después de que Ana expirara lo hizo también Severiano, agarrando las últmas notas como si fueran el vínculo de dos vidas unidas por el amor.

Esta historia de amor de Severiano y Ana, duerme en silencio como su amor, a la espera de que alguna sensible y generosa pluma le de vida. Aunque, quizás ellos, al igual que en vida, prefieran seguir en silencio. En el Eterno silencio de su amor imposible.