Reondo, capullo, a mi las Katiuskas me hacían unas heridas de la leche. Ya sabes que soy un tío muy pacífico; y Emilio, más. Lo del Empecinado, era una broma. No creo que me acerque al pueblo, no tengo el don de la ubicuidad. Tampoco sé muy bien que voy a hacer, es cuestión de improvisar. No me gusta, últimamente, hacer proyectos de futuro. Cuando llegue el día, me quitaré el reloj, miraré al horizonte y… me quedaré llamando a las puertas del cielo. No te bebas todo el vino de Fortuna, deja algo “p’a los probes”. Como siempre, un abrazo igual de fuerte. PC