Siete y cuarenta de la mañana.
Mañana oscura y lluviosa, camino de la estación del AVE, MADRID-BARCELONA.
En la radio de mi coche sonaba la canción,"lo siento mi amor" de rocio jurado.
Pensando en mi viaje yo cantureaba, de pronto me vino a la mente la noche anterior en un programa de televisión, un torero mostraba con orgullo sus cornadas, esas cornadas que dejan en el cuerpo tardes de sangre y gloria.
Sus palabras intentaban convencernos de lo querido que se sentia por todo el mundo, hijos, hermanos, amigos. Que es un hombre valiente,! como no voy a ser valiente si me pongo delante de un toro!.
Mientras fumaba un cigarrillo hasta que llegara la hora de tomar mi tren, aparecio ante mi el cuerpo de un hombre escondido trás unas gafas de sol, no podia ver su mirada pero no era necesario.
Con el paso lento y cansado, los hombros caidos, su cuerpo entero era la tristeza personificada. Ya no estaba ante una camara, ya era simplemente un hombre, un pasajero más de la vida.
La lluvia caia sobre un cuerpo menudo, envuelto en un abrigo gris, tán gris como la desesperanza que reflejaba su alma.
! Que pena senti por ese hombre!
Caminaba solo abrazado a las más triste de las soledades la soledad no deseada, esa que te oprime el alma hasta axfisiarte, que te envuelve casi sin darte cuenta en brazos de la desesperanza.
La pantalla decorada de la vida puede quizás engañarnos, pero ese halo que a ti te envuelve ese, no engaña. Quizás haya donde esté rocio, esté diciendo, ¡lo siento mi amor!, siento que la inmensa tristeza que refleja tu alma no pueda aliviarla con un abrazo inmenso tan inmenso como el cielo, que no podamos ver juntos más primaveras.
La tristeza y la soledad esas, esas, son las grandes cornadas de la vida, donde las cicatrices no se pueden mostrar trás una pantalla.
Sin conocerte en persona senti ganas de acercarme, no por tu popularidad, si, no para darte un abrazo de calor humano desinterisado y sincero.
Permiteme decirte desde la perceción de los ojos de una pasajera anonima y humilde de la vida, Que las cornadas que mellan nuestra alma, son las que más cuidados necesitan hay que ser valiente ante ellas, plantarles cara a puerta gayola, sacar pecho y marcarse unas chicuelinas con el más grande de los capotes, el de la esperanza y la ilusión de vivir. Una pasajera de la vida.
Mañana oscura y lluviosa, camino de la estación del AVE, MADRID-BARCELONA.
En la radio de mi coche sonaba la canción,"lo siento mi amor" de rocio jurado.
Pensando en mi viaje yo cantureaba, de pronto me vino a la mente la noche anterior en un programa de televisión, un torero mostraba con orgullo sus cornadas, esas cornadas que dejan en el cuerpo tardes de sangre y gloria.
Sus palabras intentaban convencernos de lo querido que se sentia por todo el mundo, hijos, hermanos, amigos. Que es un hombre valiente,! como no voy a ser valiente si me pongo delante de un toro!.
Mientras fumaba un cigarrillo hasta que llegara la hora de tomar mi tren, aparecio ante mi el cuerpo de un hombre escondido trás unas gafas de sol, no podia ver su mirada pero no era necesario.
Con el paso lento y cansado, los hombros caidos, su cuerpo entero era la tristeza personificada. Ya no estaba ante una camara, ya era simplemente un hombre, un pasajero más de la vida.
La lluvia caia sobre un cuerpo menudo, envuelto en un abrigo gris, tán gris como la desesperanza que reflejaba su alma.
! Que pena senti por ese hombre!
Caminaba solo abrazado a las más triste de las soledades la soledad no deseada, esa que te oprime el alma hasta axfisiarte, que te envuelve casi sin darte cuenta en brazos de la desesperanza.
La pantalla decorada de la vida puede quizás engañarnos, pero ese halo que a ti te envuelve ese, no engaña. Quizás haya donde esté rocio, esté diciendo, ¡lo siento mi amor!, siento que la inmensa tristeza que refleja tu alma no pueda aliviarla con un abrazo inmenso tan inmenso como el cielo, que no podamos ver juntos más primaveras.
La tristeza y la soledad esas, esas, son las grandes cornadas de la vida, donde las cicatrices no se pueden mostrar trás una pantalla.
Sin conocerte en persona senti ganas de acercarme, no por tu popularidad, si, no para darte un abrazo de calor humano desinterisado y sincero.
Permiteme decirte desde la perceción de los ojos de una pasajera anonima y humilde de la vida, Que las cornadas que mellan nuestra alma, son las que más cuidados necesitan hay que ser valiente ante ellas, plantarles cara a puerta gayola, sacar pecho y marcarse unas chicuelinas con el más grande de los capotes, el de la esperanza y la ilusión de vivir. Una pasajera de la vida.