Estaban. Nos mentían quienes les proclamaban como reyes de la indiferencia y el pasotismo. Ya salen de sus escondites dónde tomaban fuerzas y planeaban estrategias.
Conocen. Nos engañaban quienes decían que no entendían de democracia, legalidad y política. Que sabían mucho del fuera de juego futbolístico y nada del juego político.
Colectivizan. Nos decían que eran las generaciones del yo, yo y sólo yo. Que las pantallas táctiles, los facebook y los tuiters los deshumaniza. Pero resulta que les conecta -a la velocidad del mundo de hoy- uno, con otro, con otro, hasta el infinito.
Coinciden. Una mirada cómplice, una mochila de trekking y pulseras hippies en las muñecas son suficiente para reconocerse. Es su uniforme secreto y anónimo. Y son muchas y muchos.
Saben. Se organizan en espontaneas asambleas donde todas y todos pueden hablar, opinar y proponer. Se entienden sin chillar y sin faltar al respeto. Parlamentos populares donde reina el orden sin guardaespaldas. Se ceden la palabra amablemente y con gestos sordos aplauden o desaprueban.
No heredan fortunas, ni derechos sociales y humanos. Adquieren deudas que no provocaron. Combaten con mecanismos del pasado, muy vigentes: la no violencia, el boicot, la huelga y la acampada.
En las avenidas de Wall Street, frente a los banqueros y las corporaciones; en Santiago de Chile, frente a los gobiernos que venden la Pacha Mama al empresariado; en las plazas del estado Español, denunciando una clase política corrupta e incapaz que se perpetúa en los escenarios de la democracia falseada; en las calles del mundo árabe derrocando dictaduras…
…han vuelto, porque no se fueron: la juventud revolucionaria.
Conocen. Nos engañaban quienes decían que no entendían de democracia, legalidad y política. Que sabían mucho del fuera de juego futbolístico y nada del juego político.
Colectivizan. Nos decían que eran las generaciones del yo, yo y sólo yo. Que las pantallas táctiles, los facebook y los tuiters los deshumaniza. Pero resulta que les conecta -a la velocidad del mundo de hoy- uno, con otro, con otro, hasta el infinito.
Coinciden. Una mirada cómplice, una mochila de trekking y pulseras hippies en las muñecas son suficiente para reconocerse. Es su uniforme secreto y anónimo. Y son muchas y muchos.
Saben. Se organizan en espontaneas asambleas donde todas y todos pueden hablar, opinar y proponer. Se entienden sin chillar y sin faltar al respeto. Parlamentos populares donde reina el orden sin guardaespaldas. Se ceden la palabra amablemente y con gestos sordos aplauden o desaprueban.
No heredan fortunas, ni derechos sociales y humanos. Adquieren deudas que no provocaron. Combaten con mecanismos del pasado, muy vigentes: la no violencia, el boicot, la huelga y la acampada.
En las avenidas de Wall Street, frente a los banqueros y las corporaciones; en Santiago de Chile, frente a los gobiernos que venden la Pacha Mama al empresariado; en las plazas del estado Español, denunciando una clase política corrupta e incapaz que se perpetúa en los escenarios de la democracia falseada; en las calles del mundo árabe derrocando dictaduras…
…han vuelto, porque no se fueron: la juventud revolucionaria.