Coguta, hija, cada día sois más. Ahora la curumboño- que también creí que era muchachote- se ha sumao a la parafernalia. Sois la leche. Entre las “bragas con unos jilaillos que se las arreataban a la cintura”- que no sé que será, porque no estoy puesto en lencería fina- y el huevo con quina Santa Catalina (esta si la conozco) me estáis volviendo tarumba. Mi aguela dejaba la puerta abierta p’a cuando estábamos en el baile del salón de abajo y teníamos sed. Pasábamos por allí los amiguetes y yo y le dábamos al piporro. Y ella, tan contenta de que nos moceáramos. Nunca cerraba la puerta mientras yo estaba dándole al bailoteo. El otro día vi una foto de los músicos en el balcón del baile; estaba Francisco- el de la acordeón- que tenía el taller donde la Nora, pero el resto no se distinguía muy bien. ¡Qué tiempos! ¡Qué bailoteo! ¡Que fuerzas hacia uno p’a la miaja arrime! Siempre se abría el baile con el pasodoble. ¡Cuando se sentaban las madres observando el ambiente! ¡Joe, como cambió la cosa! Ahora me da que son más pachochas. Un saludo enorme. PC