La agricultura ecológica como sistema productivo garante de la biodiversidad.
Retornar a los pueblos para desarrollar una vida en relación al medio natural. Carlos, regresó a su pueblo natal, después de vivir en los laberintos de Madrid. Retornó para hacerse cargo de las fincas abandonadas de sus padres y para extraer de la aceituna una forma de vida digna y sensible con el medio natural. En la Pesga, un pueblo eminentemente aceitunero, en la Sierra norte de Cáceres, algo se está moviendo. Poco a poco, algunos jóvenes, están transformando las fincas convencionales en fincas en ecológico. Es interesante esta iniciativa, porque es un esfuerzo que nace de los propios habitantes del lugar, y porque marca una línea de continuidad o relevo generacional en los usos agrícolas. Que los jóvenes que se marcharon a la ciudad, regresen y lo hagan con la intención de generar una economía más sensible con la naturaleza, es una buena noticia y toca de lleno el espíritu con que nació el proyecto.
Hace unos cuatro años se produjeron a la vez en su vida varios factores: primero la necesidad de huir de la capital madrileña, segundo el deseo de regresar a la tierra origen que le vio nacer, y por último la convicción de que recuperar el olivar familiar en estado de semi abandono le permitiría vivir dignamente.
Desde que empieza a fraguarse este proyecto, ha tenido siempre la idea clara de que se utilizarían las buenas prácticas agrarias y se haría un uso del suelo respetuoso con su entorno y en equilibrio con su biodiversidad.
Su olivar ecológico produce aceituna de mesa, de la variedad manzanilla cacereña, todavía se encuentra en fase de recuperación y han aumentado la superficie de la explotación con olivares colindantes hasta conseguir 25 has., para que la producción les pueda aportar beneficios.
La Pesga es olivarera 100%. Se trata del Sector económico preponderante en el municipio, a pesar de eso, entre los agricultores convencionales, lo ecológico no es que esté mal visto, pero les resulta un tanto estúpido, para los agricultores convencionales las prácticas ecológicas es como volver al pasado. Ellos saben qué es más fácil echar un puñado de cualquier abono de síntesis al árbol, que traer un camión de estiércol y ponerse a repartir por toda la finca, y desconfían que además sea igual de productivo.
Afortunadamente los jóvenes agricultores de La Pesga que se están incorporando a las tareas agrarias están ya abandonando esas malas prácticas, debido en algunos casos a las ayudas que se obtienen de la Administración, y en otros debido a la pura convicción del agricultor de las ventajas del buen hacer con el medio ambiente.
La gente joven conoce a través de la experiencia familiar las dificultades del campo y conocen el triste avance de este. En términos generales la alternativa del campo es poco atractiva para ellos. Algunos de los jóvenes que tienen formación cualificada en este sector u en otros, no pueden insertarse aquí laboralmente, ya que no se ha avanzado en la trasformación de nuestros productos y no hay un valor añadido que genere ocupaciones de investigación, de dirección, de marketing, etc.
La Pesga es un pueblo con capacidad para recolectar entre ocho y diez millones de kilos de aceituna, un entorno envidiable, y muchos recursos en su entorno, pero no tienen la capacidad de gestión de esos recursos.
Carlos cree que el futuro del campo pasa por una agricultura responsable, optando por la calidad y las buenas prácticas agrarias respetuosas con el medio ambiente, por la transformación y la comercialización de lo nuestro poniendo en valor la calidad y el respeto al ecosistema con el que se trabaja, generando un valor añadido que nos permita invertir en mejores sistemas agrarios exentos de abonos de síntesis y aprovechando nuestros recursos.
Si queremos que el mundo rural tenga futuro, al menos un buen futuro, hay que diversificar la actividad y la economía, atrayendo nuevas actividades compatibles con el entorno.
Y por ultimo su opinión es que aunque despacio, se avanza hacia una agricultura ecológica.
Para todos los que practican la huerta ecologica.
SALUDOS... FALCO
Retornar a los pueblos para desarrollar una vida en relación al medio natural. Carlos, regresó a su pueblo natal, después de vivir en los laberintos de Madrid. Retornó para hacerse cargo de las fincas abandonadas de sus padres y para extraer de la aceituna una forma de vida digna y sensible con el medio natural. En la Pesga, un pueblo eminentemente aceitunero, en la Sierra norte de Cáceres, algo se está moviendo. Poco a poco, algunos jóvenes, están transformando las fincas convencionales en fincas en ecológico. Es interesante esta iniciativa, porque es un esfuerzo que nace de los propios habitantes del lugar, y porque marca una línea de continuidad o relevo generacional en los usos agrícolas. Que los jóvenes que se marcharon a la ciudad, regresen y lo hagan con la intención de generar una economía más sensible con la naturaleza, es una buena noticia y toca de lleno el espíritu con que nació el proyecto.
Hace unos cuatro años se produjeron a la vez en su vida varios factores: primero la necesidad de huir de la capital madrileña, segundo el deseo de regresar a la tierra origen que le vio nacer, y por último la convicción de que recuperar el olivar familiar en estado de semi abandono le permitiría vivir dignamente.
Desde que empieza a fraguarse este proyecto, ha tenido siempre la idea clara de que se utilizarían las buenas prácticas agrarias y se haría un uso del suelo respetuoso con su entorno y en equilibrio con su biodiversidad.
Su olivar ecológico produce aceituna de mesa, de la variedad manzanilla cacereña, todavía se encuentra en fase de recuperación y han aumentado la superficie de la explotación con olivares colindantes hasta conseguir 25 has., para que la producción les pueda aportar beneficios.
La Pesga es olivarera 100%. Se trata del Sector económico preponderante en el municipio, a pesar de eso, entre los agricultores convencionales, lo ecológico no es que esté mal visto, pero les resulta un tanto estúpido, para los agricultores convencionales las prácticas ecológicas es como volver al pasado. Ellos saben qué es más fácil echar un puñado de cualquier abono de síntesis al árbol, que traer un camión de estiércol y ponerse a repartir por toda la finca, y desconfían que además sea igual de productivo.
Afortunadamente los jóvenes agricultores de La Pesga que se están incorporando a las tareas agrarias están ya abandonando esas malas prácticas, debido en algunos casos a las ayudas que se obtienen de la Administración, y en otros debido a la pura convicción del agricultor de las ventajas del buen hacer con el medio ambiente.
La gente joven conoce a través de la experiencia familiar las dificultades del campo y conocen el triste avance de este. En términos generales la alternativa del campo es poco atractiva para ellos. Algunos de los jóvenes que tienen formación cualificada en este sector u en otros, no pueden insertarse aquí laboralmente, ya que no se ha avanzado en la trasformación de nuestros productos y no hay un valor añadido que genere ocupaciones de investigación, de dirección, de marketing, etc.
La Pesga es un pueblo con capacidad para recolectar entre ocho y diez millones de kilos de aceituna, un entorno envidiable, y muchos recursos en su entorno, pero no tienen la capacidad de gestión de esos recursos.
Carlos cree que el futuro del campo pasa por una agricultura responsable, optando por la calidad y las buenas prácticas agrarias respetuosas con el medio ambiente, por la transformación y la comercialización de lo nuestro poniendo en valor la calidad y el respeto al ecosistema con el que se trabaja, generando un valor añadido que nos permita invertir en mejores sistemas agrarios exentos de abonos de síntesis y aprovechando nuestros recursos.
Si queremos que el mundo rural tenga futuro, al menos un buen futuro, hay que diversificar la actividad y la economía, atrayendo nuevas actividades compatibles con el entorno.
Y por ultimo su opinión es que aunque despacio, se avanza hacia una agricultura ecológica.
Para todos los que practican la huerta ecologica.
SALUDOS... FALCO