MEMBRIO: A las buenas noches, os voy a poner deberes para mañana....

A las buenas noches, os voy a poner deberes para mañana.

PERROS Y LOBOS EN EXTREMADURA (DOMINGUEZ MORENO, José María)
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El sentido práctico de los ganaderos extremeños les ha llevado a no confiar únicamente en el auxilio divino para defenderse del lobo y de las demás alimañas. El hombre consideró al bichu como un enemigo que debía ser aniquilado a toda costa, sin importar los medios. Sin embargo, hasta que no llegó la proliferación de las armas de fuego, el abuso de los venenos y la degradación del ecosistema; es decir, hasta tiempos muy cercanos a nosotros, esta lucha entre el hombre y la fiera no se ha decantado de forma clara a favor del primero. También es cierto que el conflicto secular movió a la inevitable creación de una serie de mecanismos de ataque y de defensa capaces de contrarrestar la eficacia del lobo.

Compañero inseparable del hombre pastor y ganadero ha sido el perro. Extremadura es tierra de excelentes perros mastines, producto de una selección que sólo ha sido posible gracias al trasvase del ganado trashumante por la región Actualmente muchos ganaderos de fuera de la comunidad se hallan atraídos por las cualidades de estos perros, hasta el punto de que la venta de cachorros se ha convertido en un pingüe beneficio en algunas áreas, como ocurre en la comarca de Trujillo y en los pueblos de las estribaciones de la Sierra de San Pedro. Parrafadas como las que cito, por mí escuchadas en la localidad zamorana de San Ciprián de Sanabria en el año 1982, pueden oirse en bastantes puntos de la geografía peninsular:

«Los perros los compré en Cáceres, allá en Valencia de Alcántara. Los compré cachorros los tres. Buenos, buenos perros son estos: más olfato y más oído, más fino el oído. Están más hechos y que se crían más valientes en cuanto barruntan el lobo. »

La valentía del perro, sin duda alguna, es la cualidad más estimada por el pastor. Aunque la misma venga condicionada por razones genéticas o hereditarias, el hombre puede aumentar su valor y su bravura recurriendo al aprendizaje y a otros métodos menos conocidos y ortodoxos. En Las Hurdes hacen pelear al mastín con sus congéneres para que sepan cómo proceder en su lucha contra el lobo (1). Estas riñas entre perros son comunes en los pueblos de Sierra Morena, si bien a los contendientes les envuelven al pescuezo la tira de una piel de lobo, siempre que ésta sea un poco ancha, «pa que vayan jaciéndose a la pelea» (2). Por Berlanga y otras localidades del oeste de Badajoz aumentan la fiereza de los perros careas «con echarle la comía dentro de un pellejo de lobo, que se tenía que desollar al zurrón pa no romper la piel.... La piel se cosía pa que no se saliera la comía, de manera que el perro se enfrascaba y tenía que escabecharla si quería comer. Cuando venía el lobo, pos se pensaba que la comía suya la traía el lobo dentro y jarreaba pa él» (3). El polifacético Publio Hurtado recogió a principios de siglo un procedimiento muy generalizado en Extremadura, para aumentar la fiereza del perro, que hoy no deja de resultar sorprendente:

« (...) hace muy poco tiempo oí afirmar a unos pastores que para que un mastín sea audaz y fiero es preciso cortale las orejas cuando pequeño, y hacérselas comer, de donde proviene el que todos estén desorejados» (4).

También se cree en Extremadura que determinados alimentos aumentan considerablemente la agresividad de los perros. Me contaba Hilario Roncero, que trabajó de guarda más de veinte años en la zona de la Sierra de las Corchuelas, cómo a los mastines, cuando ello era posible, le daban guisadas vísceras de lobos, puesto que los pastores consideraban que así conseguían el mayor grado de fiereza. En Hornachos hateaban a los cachorros, después de mantenerlos en ayunas durante veinticuatro horas, un brebaje hecho a base de pan, leche y aguardiente. Las criadillas de jabalí se guardaban en Burguillos del Cerro expresamente para los mastines, y en Tornavacas se les suministraban testículos de lobos y de zorros. Mediante tales condumios trataban de que los perros quedaran fortalecidos y no desfallecieran en la lucha contra el lobo. Con idéntico fin también se recurría a procedimientos mágicos: en Aliseda, a los perros que por primera vez salían acompañando al ganado se le hacían tres cruces en el cuello con el dedo pulgar untado en aceite de la lámpara del Santísimo, tardándose en la operación el tiempo que se tarda en recitar un Padrenuestro; en Membrío se les ata a la carlanca un colmillo de jabalí previamente bendecido por algún sacerdote; y en Cerezo se les obliga a pasar por debajo de las andas de San Roque, que en este pueblo está representado inconográficamente acompañado de un perro.

La importancia del perro como animal capaz de contrarrestar la acción del lobo ha sido ponderada a lo largo de la historia extremeña. El obligado número de muertes o lesiones de perros a causa de la defensa de los rebaños exigió que, ya en la Edad Media, los fueros y las ordenanzas recogieran disposiciones que velaran por la especie. La mayor parte de estas leyes se fundamentan en las dictadas en los territorios francos en la Alta Edad Media. Así, entre los Burgundios, al que robaba un perro se le condenaba a abrazarle en público el trasero o, en su caso, a pagarle cinco sueldos a su propietario y otros dos de multa. Los Francos, por su parte, ascendían la multa a quince sueldos, al tiempo que metían sanciones por robos de halcones cazadores (5). Siguiendo esta misma línea, el Fuero de Caria, concedido por Alfonso VII a mediados del siglo XII, enumera las sanciones que han de imponerse a los causantes de la muerte o de las lesiones de perros:

http://www. funjdiaz. net/folklore/07ficha. cfm? id=949