Cuando yo vivía allí, no había ninguna niña que tuviese bicicleta; algunos mozalbetes, sí... Sólo momtábamos en ZANCOS hechos con botes de leche condensada y gracias. La que los tenía de madera era una privilegiada. Yo andaba muy bien con los míos y los otros, que éramos todas muy buenas y la que los tenía los prestaba. UNA vino una vez con patines y nos moríamos de envidia. O una sobrina de Las Lateras con el hip, hop... Entonces le llamábamos el aro. Nos parecían privilegiadas las de la ciudad y pronto me di cuenta de que éramos nosotras... Cuando me marché, claro.