¡Extremadura, sí, Extremadura!
Campo y cielo,
campo, campo...
Tierra abierta a los castizos de nacencia
con olor a lejanía, remarcados
con el hierro incandescente del progreso permitido
a ingratos codiciosos de poder y en avaricia malcriados,
que hoy degustan con soberbia ese jugo efervescente
exprimido a tu sudor y a tu trabajo.
Campo y cielo,
campo, campo...
Tierra abierta a los castizos de nacencia
con olor a lejanía, remarcados
con el hierro incandescente del progreso permitido
a ingratos codiciosos de poder y en avaricia malcriados,
que hoy degustan con soberbia ese jugo efervescente
exprimido a tu sudor y a tu trabajo.