MEMBRIO: LOS LABRADORES Y LA SIEGA...

LOS LABRADORES Y LA SIEGA
Cuando iba llegando el tiempo de la siega, los labradores en el día iban y venían de las tierras sembradas para ir ojeando los cercos que más adelantados estaban, que eran en las SOLANAS. Cuando estaban a punto, se iban segando y se empezaba a desengrasar la hoz.
Cuando todo tenía buen color, empezaba la siega en serio y se terminó el descanso de los domingos y dormir en casa hasta terminada la trilla.
Segando había que tener cuidado con las ESPIGAS para que no golpearan los ojos causando lesiones, algunos se ponían gafas pero resultaban molestas y rara vez se las ponían, también con la mano izquierda aunque se tenían puestos los DEDALES la hoz era muy lista y al menor fallo mordía, y por último no menos peligrosos eran los AVISPEROS.
Con la HOZ en la mano derecha, se metía entre las plantas abarcando lo que diera de si dando un fuerte tirón de esta para cortar las plantas y con la mano izquierda se iba cogiendo formando MANOJOS, que se iban atando con dos o tres plantas. Cuando en la mano se tenían varios se ponían en el suelo formando las GAVILLAS. Durante todo el día se tenía un montón de lo que se estaba segando, trigo, cebada o avena en la sombra, mojado y tapado para hacerlo flexible, de esto se hacía los ATILLOS para atar los HACES. Por las mañanas se descansaba un rato antes del medio día y por las tardes igual.
Antes de los descansos, o del mediodía y de la noche, con varias gavillas se hacían los haces, cuando todo estaba atado se hacían las HACINAS y a descansar. En estos ratos, los MULOS y el BURRO que estaban con las MANEAS y atados con una soga a una estaca, se cambiaban de sitio más adelante para que fueran comiendo en el RASTROJO lo recién segado y se llevaban a las charcas o a los pilones de los pozos a beber, esto era misión de los hijos de los labradores, quien los tenía (Martín, David d. e. p., y yo)
En el SOMBRERO de paja no faltaban ALFILERES clavados, porque se pinchaban los espinos con facilidad en las manos. El BARRIL con agua fresca siempre estaba cerca, porque se hacía mucho uso de él.
Segando, nos encontrábamos muchos nidos con pajarillos en el suelo y en las encinas, entre ellos los de la PERDIZ, a su alrededor no segábamos solo cortábamos las espigas para que no abandonara la perdiz el nido, esto funcionaba bien.
Los labradores llevaban alguna vez a sus mujeres a la siega para RESPIGAR y de paso segaban algo pero poco, menos dos que segaban mucho y bien, se notaba por que iban más adelantados que los demás. A los que no estábamos muy maduros, de tener tan doblada la espalda tanto tiempo dolía y se notaba alivio estirándola bien hacía atrás y raspándola un poco con la hoz. Nos encantaba llegar a la sombra de una encina, colgar la hoz con los dedales de una rama y sentarnos un rato sobre el tronco con el barril al lado, pero pronto empezaba a decir el encargado: “TERMINAMOS LA SIEGA Y NO HAS SACADO BRILLO A LA HOZ” Pues arriba y a segar para sacarle brillo.