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MEMBRIO: Está muy bonita. No han caido en la tentación de eliminar...

ADP: Aunque no hubieses escrito mi nombre en la foto de la puerta, habría reconocido el poyo de MI CASA. No conocía ninguno así, en ángulo... (Sabéis que en aquellos años todos entrábamos en casa de todos, sabíamos como eran los demás...)
No poníamos ahí la tinaja, pero sí el botijo, a la izquierda; el grande y el chico, el de la niña (yo).

Debajo, en esos dos "portalitos" no recuerdo bien qué ponía mi madre; creo que yo colocaba la cestita de mis labores. Pero lo que recuerdo muy bien es que en Navidad yo hacía el Nacimiento todos los años.

Puede que alguna amiga lo recuerde. Aún hoy pienso en él con nostalgia. Era precioso, con su portal, sus montañas, su río, sus setas, hechas con cáscaras de huevos pintadas con lunares rojos...

Aquel Niño Jesús, San José y la Virgen, hechos con mis deditos y utilizando unos retales de telas, debían agradar mucho a la familia de Nazaret.

Cuando año tras año se hacían en los colegios donde trabajé esos Nacimientos infantiles con figuras artesanas, siempre revivía esos momentos de mi infancia llenos de ilusión.

Han cambiado algunas cosas, (normal...) La parte de arriba del poyo no era blanca; creo que era de baldosas de barro o tal vez iual que los azulejos del suelo.

A la izquierda, junto a la escalera teníamos un reloj de CUCO que, cuando nos vinimos, mi madre regalño a una vecina. Está muy bien conservada, perfecta.

Estoy escribiendo esto con los ojos llenos de lágrimas. No sé por qué se llora siempre de emoción. No sabría decir todolo que siento: alegría, nostalgia... Y también por el CARIÑO tuyo al acordarte de mi.

Muchas gracias, querido AMIGO-PAISANO.

AMAPOLA, parece que hueles las noticias relacionadas con tu casa y con tu Coso.

Que bien conservada la mantiene M. C. Ese poyo es muy bonito y seguro que tu Belén quedaba precioso en él. Aluciono con tu memoria, querida. Besos.

Está muy bonita. No han caido en la tentación de eliminar el poyo antiguo; lo han valorado. ¡Qué fresquito se estaba en ese zaguán en los calurosísimos días de verano...! ¡Y qué acogedor también en los fríísimos días de invierno, sentados bajo las faldas de la camilla con el calorcito del brasero, oyendo la radio, jugando al parchís o charlando con los vecinos!. Claro que yo, sólo entraba para comer o de noche al recogerme. Todo el día en la calle o en el campo, y si llovía, calentando las manos en el gasógeno de enfrente con la pandilla. ¡Eso sí que era pasarlo bien de niños!