Y cuando las gentes, ¡las pobres gentes!, se van a misa los domingos, cerrando las puertas, ellos, en un alegre ejemplo de amor sin rito, se vienen de pronto, con su algarabía fresca y jovial, al jardín de las casas cerradas, en las que algún poeta, que ya conocen bien, y algún burrillo tierno — ¿te juntas conmigo?— los contemplan, fraternales.
(LXIII) De: Platero y yo
(LXIII) De: Platero y yo