Nadie mira la rosa que nació en el desierto;
mas ella, ufana, erguida, muestra el cáliz abierto,
cual si mandara un ósculo perenne a la extensión.
Nadie sembró la espiga del borde del camino,
ni nadie la recoge; mas ella, con divino
silencio, dará granos al hambriento gorrión.
mas ella, ufana, erguida, muestra el cáliz abierto,
cual si mandara un ósculo perenne a la extensión.
Nadie sembró la espiga del borde del camino,
ni nadie la recoge; mas ella, con divino
silencio, dará granos al hambriento gorrión.