Ignoran si el futuro respetará sus exigencias o si solo serán flores de un día, pero aquella noche durmieron a tallo relajado y a sépalo tendido. Al día siguiente, con la salida del sol, todas ellas se abrieron para darle sus mejores aromas al jardinero que, el día anterior, con la pena en el corazón y el agua restringida, tenía las comisuras volcadas, los ojos entristecidos y el silbo vulnerado.