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CUENTOS EXTREMEÑOS

Se arregostó un gato a comerse los conejos de un vecino, hasta
que un día el vecino le cazó, le cortó las orejas y el rabo, y le
capó. Y le puso un letrero, que decía:
–Aquí me tienes, Manuel,
sin rabo y sin los cojones,
y si se entera el tío de los conejos,
que ya me ha visto otra vez,
voy a mudar hasta el pellejo.