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MEMBRIO: BALEARES, en su linea. Genial. Eché de menos al Amigo...

! Que haría el de la armónica por esos parajes!; bueno, ya nos comentará.

Una bonita fotografía para archivar.

Saludos

Amigo CHENGUE:

¡Y yo que sé lo qué haría el tío de la armónica, supongo que estaría tocando alguna toná del Pueblo, de las de entonces, de las de toda la vida! Él no solía prodigar sus salidas más allá del alto la charca, y lo raro es que en esta ocasión le pillaran; claro, que tú no estarías muy lejos, aunque si no te veo por aquí, es que las paperas, el sarampión, o algún dolor de muelas, te jugaron una mala pasada.

Qué buen día te perdiste, amigo Chengue, y eso que no me acuerdo.

Te prometo que dedicaré un esfuerzo ímprobo para sacar algún atisbo de mi memoria que aclare mi asombro de verme en tal impronta. Sé que el recuerdo ha de estar, pero si no lo encontrase sabré esperar pacientemente al momento sublime en el que todo lo vivido se me haga presente, porque no pienso irme al otro mundo sin saber qué hacía allí, en aquel lugar y en aquel momento. Sin lugar a dudas, la buena compañía me relajaría tanto, que al igual que los momentos placenteros pasan ligeros, así me ocurriría aquel día, supuestamente maravilloso, pero del que ni siquiera me acuerdo.

¡Por cierto, qué favorecido me veo!

Es casual que la mano de Rosi tapase mi protuberante rodilla, signo inequívoco de que tuve una niñez desnutrida, aunque ya estuviese crecidito; al igual que la armónica cubriese mi enorme, pero jamás acomplejada boca; esta boca que siempre supe llevarla con orgullo, pues no todo el mundo es capaz de comerse una naranja de tamaño super, enterita sin desgajar; o que la perspectiva de la foto no haga justicia a mis orejas desabrochadas – perdonadme la entonación cursi que os pudiera causar mi “bien hablado”, cuando debí decir “desabrochás”, que es a lo que estamos acostumbrados-; pues como os decía, cuando hablaba de mis orejas, que es una suerte tenerlas así; es un regalo de la naturaleza que uno tenga en la cabeza algo con lo que poder esconderse, pues del pelo los hombres no nos podemos fiar, nos abandona a la mínima de cambio.

¡Así era mi estampa de entonces!; pero a pesar de ello:

Mis huesos crecieron fuertes, a base de puchas, sopas de patatas, de tomate y de leche; el rellenarlos sólo sería cuestión de tiempo; ya lo creo que ocurrió, ahora los tengo rellenitos y con comuergo.

De esa enorme boca ¡cómo no voy a estar orgulloso!, si me brotaron labios carnosos diseñados para besar: ¡Esos labios que tanto placer me han dando, esos labios que tanto placer me dan; esos labios que tanto placer reciben, esos labios que tanto placer saben dar! Sólo me queda ofrecéroslo, por si alguien los quiere probar. Mal día he elegido para el ofrecimiento, con el asunto del maratón, terminaré con los labios como un avispero; menos mal que voy rezagado, ¡qué hubiese sido de mí, si hubiese salido el primero!.

Y qué decir de las orejas desabrochás! A ellas les debo mi amor al aseo personal. Por entonces era una penuria nacer con las orejas aventás, quise decir una desgracia, pues llevaban intrínsecas a mi ser, quise decir conmigo, la perdición de que cuanto más grandes y desabrochás las tenías, más cascarrias se me veían; resultando imposible pensar que tales apéndices no me desvelaran la roña que tras ellas se escondía; y que, como consecuencia, no me libraran de los refregones que me daban, de tal manera que las orejas desabrochás, más se me desabrochaban.

Recuerdo que cuando llegaba a casa como un adán, renegrío y zarrapastroso, el estropajo me esperaba, y antes de irme a la cama, las orejas me restregaban, y de ellas me tiraban; arrastrándome, una y otra vez, hacia la luz del candil, que colgaba de la pared, hasta que veían al trasluz que aquello se trasparentaba; con lo fácil que hubiese sido descolgar el candil y acercarme la luz de la llama.

¡Qué buen día te perdiste, amigo Chengue!, y ahora no me refiero a aquellos momentos tan pretéritos de la foto, sino a otros más recientitos que me gusta recordar y que tú bien sabes cuales fueron. Lástima que no pudieras estar, se te echó de menos. Micro en mano, “castañas” y castañuelas no faltaron. ¡Qué más puedo pedir, cuando rodeado de buen vino y mejor gente, aprendí aquello de: “San Bernardinu benditu, toos te daremus, una cuartilla de jabas y más si podemus”!

¡Qué te cuenten, qué te cuente!, je, je.

Chacho, que ya estoy en el día siguiente, y aún no he llegado a la meta, tendré que aligerar y dejarme de tanto hablar

Querido amigo BALEARES, el placer que me produce leerte puede ser comparable al que te han dado y te siguen dado esos labios que con tanto primor nos describes (enhorabuena Hili).
Quiero agradecerte los buenos ratos que me haces pasar leyendo y releyendo tus escritos, son como "Cuentos cortos", generosos (no escatiman palabras), llenos de sensibilidad, humildad y por supuesto de buen escribir.
Un abrazo y no olvides que algunas personas estamos "ansiosas" por leerte.

BALEARES, en su linea. Genial. Eché de menos al Amigo CHENGUE.

Que tengas buen día, hermanola.