Esta vez, aunque va para todos, se lo dedico muy especialmente a ADL y aquellos que le rodean; en mi corazón, el pasaje de la mesa camilla, el queso freso, el vaso de vino y el canto de aquel poema del hombre ausente, recitado en la voz suave y melancólica de la madre, inducida por la memoria de quien todo lo puede: El amor. Este, sí, es un poco largo. Besos.
LA NOSTALGIA VIAJA EN TREN
No recuerdo la primera vez.
¡Hace tanto tiempo!
Quizás fuese el “Ruta de la Plata”
Pero, no, era el Lusitania Expreso.
Y, yo, púber de mí, tan bueno.
¡Lapsos de la memoria y el tiempo!
No olvido los humos ni el traqueteo
ni el silbato del hombre de la estación
con aquél farol y aquella banderola
dando la salida en el apeadero;
ni la vela nocturna en aquellos vagones
donde se apiñaban los cuerpos.
¡Tímido de mí, infeliz adolescente,
entre la vorágine pretender un hueco!
Va conmigo el vaho de los pasajeros
Y el irascible hombre de la gorra
que nos revisaba, taciturno y tierno;
y el vagón del bar de Agatha Christie
donde, sin un duro, me gastaba los dineros.
Mas, mi espacio guarda sobre todo,
el sonido aquél del impresionante silencio
que salía de las solitarias estaciones
en las noches infinitas y evocadoras
que componían el lánguido trayecto.
Llevo el andén y las puertas abiertas,
sentado en la escalerilla de los despropósitos
con la sola intención de mamarme de viento
y de aquellos sabores a nuestro campo
en las oníricas llanuras de paisajes extremeños.
El revisor nos echaba la bronca
si después de la parada subíamos a destiempo.
¿Y de los amores imposibles?
Sonrisas y miradas al soslayo,
en lo intangible, simulando no vernos.
Tiempos en que el tiempo era nuestro
para pedirnos las “señas” a escondidas
y escribirnos a los sones de un tren correo.
Recuerdo al que decíamos “El rápido”;
se detenía donde tenía a bien hacerlo
-Visto hoy, no sé si de recochineo-
Y, retengo cómo casi apilado, pasé
una noche revolucionaria sufriendo.
Aquellos tíos, de barba y pelos largos
que cantaban y gritaban como posesos.
Fueron los “claveles” de Portugal
¡Qué ignorante, y yo sin saberlo!
Mi Lusitania, nunca llegaban tarde
porque la salida era un incierto.
Pero, sabía a óxido, madera y hierro…
Hoy la vena me da vueltas
entre melancolía y monumentos.
Me enamoraré extemporáneamente;
como casi siempre, a destiempo.
En una silla, frente a un teclado,
para tocar sobre las teclas, me siento.
Atocha, siete y treinta y ocho horas
de aquel once funesto;
aquél estruendo que nos ahogaba…
Recuerdo grabado a fuego.
Dejemos que pasen las sombras
y soñemos un dulce sueño.
Atocha, ya no sabe a diesel,
sabe a palmeras y no huele a heno.
Subo en el AVE que vuela,
no busco nada que no sea destierro.
Sevilla, dos horas y media
entre suspiros y anhelos,
cristales acorazados, damas hermosas:
ojos de seda y labios de terciopelo;
desayuno, prensa, video, sombreros…
Rauda primavera sepia sin olores
entre naturaleza de paisajes muertos.
¡Ha llegado a la hora en punto!
Hoy, la pena viaja sobre el progreso.
Para este efímero viaje denosté
la mísera mochila y el billete viejo;
la Eneida de Virgilio
y la Odisea de Homero.
Sólo me llevé una urna de cristal
con las cenizas románticas
de mi “Lusitania Expreso”.
PC
LA NOSTALGIA VIAJA EN TREN
No recuerdo la primera vez.
¡Hace tanto tiempo!
Quizás fuese el “Ruta de la Plata”
Pero, no, era el Lusitania Expreso.
Y, yo, púber de mí, tan bueno.
¡Lapsos de la memoria y el tiempo!
No olvido los humos ni el traqueteo
ni el silbato del hombre de la estación
con aquél farol y aquella banderola
dando la salida en el apeadero;
ni la vela nocturna en aquellos vagones
donde se apiñaban los cuerpos.
¡Tímido de mí, infeliz adolescente,
entre la vorágine pretender un hueco!
Va conmigo el vaho de los pasajeros
Y el irascible hombre de la gorra
que nos revisaba, taciturno y tierno;
y el vagón del bar de Agatha Christie
donde, sin un duro, me gastaba los dineros.
Mas, mi espacio guarda sobre todo,
el sonido aquél del impresionante silencio
que salía de las solitarias estaciones
en las noches infinitas y evocadoras
que componían el lánguido trayecto.
Llevo el andén y las puertas abiertas,
sentado en la escalerilla de los despropósitos
con la sola intención de mamarme de viento
y de aquellos sabores a nuestro campo
en las oníricas llanuras de paisajes extremeños.
El revisor nos echaba la bronca
si después de la parada subíamos a destiempo.
¿Y de los amores imposibles?
Sonrisas y miradas al soslayo,
en lo intangible, simulando no vernos.
Tiempos en que el tiempo era nuestro
para pedirnos las “señas” a escondidas
y escribirnos a los sones de un tren correo.
Recuerdo al que decíamos “El rápido”;
se detenía donde tenía a bien hacerlo
-Visto hoy, no sé si de recochineo-
Y, retengo cómo casi apilado, pasé
una noche revolucionaria sufriendo.
Aquellos tíos, de barba y pelos largos
que cantaban y gritaban como posesos.
Fueron los “claveles” de Portugal
¡Qué ignorante, y yo sin saberlo!
Mi Lusitania, nunca llegaban tarde
porque la salida era un incierto.
Pero, sabía a óxido, madera y hierro…
Hoy la vena me da vueltas
entre melancolía y monumentos.
Me enamoraré extemporáneamente;
como casi siempre, a destiempo.
En una silla, frente a un teclado,
para tocar sobre las teclas, me siento.
Atocha, siete y treinta y ocho horas
de aquel once funesto;
aquél estruendo que nos ahogaba…
Recuerdo grabado a fuego.
Dejemos que pasen las sombras
y soñemos un dulce sueño.
Atocha, ya no sabe a diesel,
sabe a palmeras y no huele a heno.
Subo en el AVE que vuela,
no busco nada que no sea destierro.
Sevilla, dos horas y media
entre suspiros y anhelos,
cristales acorazados, damas hermosas:
ojos de seda y labios de terciopelo;
desayuno, prensa, video, sombreros…
Rauda primavera sepia sin olores
entre naturaleza de paisajes muertos.
¡Ha llegado a la hora en punto!
Hoy, la pena viaja sobre el progreso.
Para este efímero viaje denosté
la mísera mochila y el billete viejo;
la Eneida de Virgilio
y la Odisea de Homero.
Sólo me llevé una urna de cristal
con las cenizas románticas
de mi “Lusitania Expreso”.
PC