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MEMBRIO: En el corazón de Sierra de San Pedro, sentado sobre...

En el corazón de Sierra de San Pedro, sentado sobre las rocas que, a modo de atalaya natural, y mientras el viento frío de la mañas de otoño, me acaricia el rostro, pienso en el pasado de un agente forestal que lleva más de veinte años siendo custodio de sus bienes naturales.
Ser guardián y vigilante de su fauna, su flora y su gea, y a la vez considerarme amigo y compañero de todas ellas, e incluso de muchos seres humanos que igualmente son favorecidos por habitarla, es una gracia de la que pocos amantes de la naturaleza pueden presumir.
Contemplar extasiado al águila imperial mientras que, en sus vuelos de cortejo, escuchar admirado la berrea del venado consolidando su territorio y su harén; observar cómo la madre naturaleza verdea las encinas y alcornoques o blanquea las manchas de jara con su lujosa floración primaveral, es sentirse siempre muy afortunado.
En todo este tiempo de vivencias en Sierra de San Pedro, he sido altamente beneficiado con la enseñanza diaria de la naturaleza, pero también del hombre que la habita en una simbiosis ininterrumpida. Dirijo mi vista entonces al valle de, donde vagó la última manada de lobos de Sierra de San Pedro. Mis pensamientos aproximan recuerdos y nostalgias de tiempos pasados, cuando uno de los seres naturales más viejos de la sierra aullaba en sus bosques y manchas. Un ancestral compañero, un ser querido que desapareció poco a poco… casi sin decir adiós. O quizás fuéramos nosotros quienes no supimos escuchar su grito desesperado de despedida. Me siento entonces apenado por esta remembranza, y descanso mi vista sobre el valle sin poder apartarme de tan tristes pensamientos.
Cada vez quedan menos. ¿No lo notas?”; tal me decía el compañero muchas noches de servicio, ya a finales de los 80, mientras que refugiados en el 4L u ocultos en algún morrón, vigilábamos luces o movimientos furtivos en la sierra.
Era cierto, los aullidos eran más retirados, más pausados, a veces ya inexistentes.
Impotentes, a pesar de nuestra persistencia por evitarlo, observábamos que nos íbamos quedando sin uno de los sonidos más significativos de las noches de Sierra de San Pedro.

Texto sacado y copiado del libro LA SIERRA DE SAN PEDRO, HUELLAS Y VIVENCIAS.

Y con este pequeño relato que nos hace un Guarda Forestal, quiero haceros llegar en estos dias de otoño nuestra comarca a vuestros hogares.
Con las aguas de estos ultimos dias nuestras dehesas empiezan a verdear, a recuperar su explendor otoñal.
Somos unos priveligiados de estar en una zona unica en Europa.
Y como dice Joaquin Araujo, (tambien amante de nuestra tierra y comarca)
GRACIAS Y QUE LA VIDA OS ATALANTE.
Un saludo para todos los MENBRILLEROS POR EL MUNDO,