Inglaterra 1944.
Mi vida es una contradicción permanente. Soy alemán, pero trabajo para los ingleses. Me llaman también perro pastor, pero entre salvar a un hombre y salvar a una oveja, debo salvar siempre al hombre. No me he movido del suelo pero estoy adscrito a la RAF. Nací cuando los aviones empezaban a tirar sus bombas sobre las ciudades y ya me he acostumbrado. No importa que los edificios estén envueltos en llamas y que las cornisas se caigan. Mis cuidadores me azuzan y yo me meto por agujeros imposibles hasta encontrar el aroma de niño, de mujer o de anciano. Aveces, me quedo junto a sus cuerpos maltrechos. He aprendido a ver si están vivos o malheridos o si han muerto por la explosión. No puedo perder el tiempo, si la victima está viva y no se puede mover me pongo a ladrar y al cabo de un rato otras manos de camilleros se llevan a los heridos y les curan. Llevo dos años hurgando entre escombros y salvando vidas ya me han dado dos medallas al valor (cosas de ingleses, amantes de galardones y reconocimientos), también me han ascendido a sargento de la brigada de salvamento de la RAF. No puedo mandar sobre nadie, pero me gusta. Cuando muera me enterrarán en el cementerio de perros militares con una lápida que diga:”Aquí yace el sargento Pickwick”. Me gustaría tener cachorros, para que, de mayores, fueran a ver mi tumba y dijeran a mis nietos que el abuelo sargento está ahí con sus condecoraciones y sus honores.
Mañana más. Saludos.
Mi vida es una contradicción permanente. Soy alemán, pero trabajo para los ingleses. Me llaman también perro pastor, pero entre salvar a un hombre y salvar a una oveja, debo salvar siempre al hombre. No me he movido del suelo pero estoy adscrito a la RAF. Nací cuando los aviones empezaban a tirar sus bombas sobre las ciudades y ya me he acostumbrado. No importa que los edificios estén envueltos en llamas y que las cornisas se caigan. Mis cuidadores me azuzan y yo me meto por agujeros imposibles hasta encontrar el aroma de niño, de mujer o de anciano. Aveces, me quedo junto a sus cuerpos maltrechos. He aprendido a ver si están vivos o malheridos o si han muerto por la explosión. No puedo perder el tiempo, si la victima está viva y no se puede mover me pongo a ladrar y al cabo de un rato otras manos de camilleros se llevan a los heridos y les curan. Llevo dos años hurgando entre escombros y salvando vidas ya me han dado dos medallas al valor (cosas de ingleses, amantes de galardones y reconocimientos), también me han ascendido a sargento de la brigada de salvamento de la RAF. No puedo mandar sobre nadie, pero me gusta. Cuando muera me enterrarán en el cementerio de perros militares con una lápida que diga:”Aquí yace el sargento Pickwick”. Me gustaría tener cachorros, para que, de mayores, fueran a ver mi tumba y dijeran a mis nietos que el abuelo sargento está ahí con sus condecoraciones y sus honores.
Mañana más. Saludos.
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