¡Me habré bañado veces en ese charco! Cuando el agua era agua y el vino, vino. He dormido por el día y las noches en su orilla… y he compartido el duro manjar de una gallina vieja con mi buen LB. Todo ello, a pesar de la llamada del ocio en días de fiesta. He tocado la guitarra para mi mismo y he cantado al impresionante silencio que se mamaba en la orilla. A veces, no había esperanza que se posara sobre el onírico sueño una bella Dulcinea. Pero ¡que más dio! Que no hubiese lobos que aullasen cuando el amor con la luna. ¡Ah, amigo, si me lees! ¿Recuerdas? Pienso en su blusita fina, tan estrecha, tanto, que me imaginaba todo; y aquel aire de chiquilla, que no le dije jamás, pero me volvía loco…Y el deseo y el miedo de estar desnudos. Tú si que sabes, anónimo compañero. Saludos. PC
Desde "El Charco de la Isla", te mando mi reconocimiento esta noche, PC. Magistral tu descipción de la niña del trillo, con esa fina ironía, de la que pocos pueden ejecutar, compara usted dos terrenos antagónicos, el ambiente duro y asfiasante del trabajo en la era, con otra actividad lúdica-deportiva a la que asemejo más la foto, a mi que no me digan que la niña- moza no se montó en el trillo para que le hicieran la foto. Su concatenación de frases se me asemejan mucho a aquello que alguna vez escuché del catedrático Jorge Urrutia en una defensa de doctorado de un "mi amigo" (el autor de la Celestina decía de un su amigo) " ¿Dé donde sacaste esa composición de frases helicoidales con la misma lógica interna?"