Discrepar está muy bien, enriquece; discrepar sin base ni conocimientos, embrutece. Lógicamente, tenemos cierta tendencia compulsiva a querer opinar de todo- condición de nuestra especie- y es evidente que de todo no sabemos. Lo ideal sería opinar de lo que sabemos; el problema consiste en saber de qué creemos saber, porque en verdad creemos saber de todo cuando en realidad no sabemos de nada (El famoso “Sólo sé que no sé nada” de la mujer de Sócrates) Cuando el famoso filósofo, se sentaba a discutir con los sofistas, inventó lo que se llaman los “diálogos”- una forma de discutir, según su discípulo Platón- Tolerancia suma, pero con el convencimiento de que el que más sabía era él. Discutamos, solía decir, pero buscando la verdad; es decir: ¡Argumenten Ustedes! y a través de su argumentación yo les haré llegar a la conclusión. ¡Claro! Los demás sabían que él era el que sabía. Y, hablaron de la República, del amor, etc. Por machacón, y pido disculpas por el rollo, llegué hace mucho tiempo a una serie de conclusiones: una, que la mentira es la única verdad universal; otra, que mi silencio es lo más elocuente; otra, que como mejor estoy- cuando estoy- con una señora, es en la cama. Discrepar, dijo Nerón, y discrepó solo el muy c… Saludos. PC