La Hili, un día de estos, intentó despertarme de la
siesta para decirme que me dejara de tanto dormir, que Felipe “cuervo” y la Inés “pichona” me estaban reclamando; recuerdo que abrí un ojo, pero no lo suficiente como una
castaña, y se me volvió a cerrar. Que conste que la culpa no la tuve yo, sino el cansancio y la falta de sueño que arrastro últimamente; aunque, por la parte que me toca, siento no haber abierto los dos ojos, pero uno de ellos, el que no abrí, lo tenía incrustado en la almohada
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