OCURRIÓ UN DÍA COMO HOY.
Juan Martín Díez, llamado «El Empecinado» (Castrillo de Duero, Valladolid, 5 de septiembre de 1775 – Roa, Burgos, 20 de agosto de 1825). Fue un militar español.
Héroe de la Guerra de la Independencia española en la que participó como jefe de una de las guerrillas legendarias que derrotaron repetidas veces al ejército napoleónico.
Desde muy joven tuvo vocación militar. A los 18 años se enroló en la campaña del Rosellón (Guerra de la Convención, de 1793 a 1795). Esos dos años que duró la contienda fueron para él un buen aprendizaje en el arte de la guerra, además de ser el comienzo de su animadversión hacia los franceses.
En 1796 se casó con Catalina de la Fuente, natural de Fuentecén (Burgos) y en este pueblo se instaló como labriego hasta la ocupación de España por el ejército de Napoleón en 1808, suceso que le decidió a combatir a los invasores. Se cuenta que la decisión la tomó a raíz de un hecho sucedido en su pueblo, una muchacha fue violada por un soldado francés al que Juan Martín dio muerte después.
A partir de este suceso, organizó una partida de guerrilleros compuesta por amigos y miembros de su propia familia. Al principio su lugar de acción estaba en la ruta entre Madrid y Burgos. Más tarde combatió con el ejército español en los inicios de la Guerra de la Independencia Española, en el puente de Cabezón de Pisuerga (Valladolid) y en Medina de Rioseco (Valladolid), batalla que se libró el 14 de julio de ese mismo año. Fueron estas batallas perdidas y en campo abierto las que le hicieron pensar que obtendría mejores resultados con el sistema de guerrillas y así comenzó con éxito sus acciones bélicas en Aranda de Duero, Sepúlveda, Pedraza y toda la cuenca del río Duero. En 1809 fue nombrado capitán de caballería. En la primavera de ese mismo año su campo de acción se extiende por las sierras de Gredos, Ávila y Salamanca, para seguir después por las provincias de Cuenca y Guadalajara.
Cuando el rey Fernando VII regresó a España y restauró el absolutismo, tomó medidas contra los que consideraba enemigos liberales, entre otros el Empecinado, que fue desterrado a Valladolid. En 1820 tuvo lugar el pronunciamiento del militar Rafael de Riego y el Empecinado volvió a las armas, pero esta vez contra las tropas realistas de Fernando VII. Durante los años siguientes, el Trienio Liberal, fue nombrado gobernador militar de Zamora y finalmente, Capitán General.
Al parecer, el rey Fernando VII intentó que el Empecinado se adhiriese a su causa (a pesar de previamente haber jurado la Constitución de Cádiz) y se uniera a los «Cien Mil Hijos de San Luis»; ofreció otorgarle un título nobiliario y una gran cantidad de dinero, un millón de reales. La respuesta del Empecinado fue: «Diga usted al rey que si no quería la constitución, que no la hubiera jurado; que el Empecinado la juró y jamás cometerá la infamia de faltar a sus juramentos».
En 1823 acaba el régimen liberal. El Empecinado marchó al destierro en Portugal. Decretada la amnistía el 1 de mayo de 1824, pidió un permiso para regresar sin peligro, permiso que le fue concedido. Pero Fernando VII no estaba dispuesto a someter sus odios a la benevolencia del decreto y el 23 de mayo había ordenado: «Ya es tiempo de coger a Ballesteros y despachar al otro mundo a Chaleco y el Empecinado. Volviendo el Empecinado a su tierra con unos 60 de sus hombres que le habían acompañado como escolta a Portugal, fueron detenidos en la localidad de Olmos de Peñafiel. Llevados los presos a Nava de Roa, fueron entregados al alcalde de Roa, Gregorio González Arranz, que lo trasladó a esta localidad. Al llegar, sin haber recibido orden de superior alguno, había montado en la Plaza Mayor un tablado y el preso fue subido allí, donde fue insultado y apedreado.
La causa debería haber sido llevada a la Real Chancillería de Valladolid, donde el militar liberal Leopoldo O'Donnell habría conseguido que fuese juzgado con benevolencia, pero el corregidor de la comarca Domingo Fuentenebro, enemigo personal del preso, dio parte al rey que lo nombró comisionado regio para formar la causa en Roa y que quedó concluida el día 20 de abril de 1825. La cual puesta en manos de su Majestad aprobó la sentencia dictada en la que se condenaba al Empecinado a ser ahorcado en la Plaza Mayor de Roa. La ejecución se llevó a cabo el 20 de agosto de 1825. Murió ahorcado en lugar de ser fusilado.
El apodo de este personaje histórico ha enriquecido nuestro idioma y así se dice empecinarse a obstinarse o empeñarse en conseguir un fin. No obstante dicho apodo viene de más antiguo pues era el apodo que tenían todos aquellos que nacían en el pueblo de Castrillo de Duero al parecer por la abundancia de pecina (cieno negro) en el arroyo Botijas que cruza el pueblo. La palabra empecinado tenía el sentido, referido a una persona, de sucio y poco cuidado. Pero este personaje cambió definitivamente el sentido de la palabra, otorgándole mayor nobleza.
Juan Martín Díez, llamado «El Empecinado» (Castrillo de Duero, Valladolid, 5 de septiembre de 1775 – Roa, Burgos, 20 de agosto de 1825). Fue un militar español.
Héroe de la Guerra de la Independencia española en la que participó como jefe de una de las guerrillas legendarias que derrotaron repetidas veces al ejército napoleónico.
Desde muy joven tuvo vocación militar. A los 18 años se enroló en la campaña del Rosellón (Guerra de la Convención, de 1793 a 1795). Esos dos años que duró la contienda fueron para él un buen aprendizaje en el arte de la guerra, además de ser el comienzo de su animadversión hacia los franceses.
En 1796 se casó con Catalina de la Fuente, natural de Fuentecén (Burgos) y en este pueblo se instaló como labriego hasta la ocupación de España por el ejército de Napoleón en 1808, suceso que le decidió a combatir a los invasores. Se cuenta que la decisión la tomó a raíz de un hecho sucedido en su pueblo, una muchacha fue violada por un soldado francés al que Juan Martín dio muerte después.
A partir de este suceso, organizó una partida de guerrilleros compuesta por amigos y miembros de su propia familia. Al principio su lugar de acción estaba en la ruta entre Madrid y Burgos. Más tarde combatió con el ejército español en los inicios de la Guerra de la Independencia Española, en el puente de Cabezón de Pisuerga (Valladolid) y en Medina de Rioseco (Valladolid), batalla que se libró el 14 de julio de ese mismo año. Fueron estas batallas perdidas y en campo abierto las que le hicieron pensar que obtendría mejores resultados con el sistema de guerrillas y así comenzó con éxito sus acciones bélicas en Aranda de Duero, Sepúlveda, Pedraza y toda la cuenca del río Duero. En 1809 fue nombrado capitán de caballería. En la primavera de ese mismo año su campo de acción se extiende por las sierras de Gredos, Ávila y Salamanca, para seguir después por las provincias de Cuenca y Guadalajara.
Cuando el rey Fernando VII regresó a España y restauró el absolutismo, tomó medidas contra los que consideraba enemigos liberales, entre otros el Empecinado, que fue desterrado a Valladolid. En 1820 tuvo lugar el pronunciamiento del militar Rafael de Riego y el Empecinado volvió a las armas, pero esta vez contra las tropas realistas de Fernando VII. Durante los años siguientes, el Trienio Liberal, fue nombrado gobernador militar de Zamora y finalmente, Capitán General.
Al parecer, el rey Fernando VII intentó que el Empecinado se adhiriese a su causa (a pesar de previamente haber jurado la Constitución de Cádiz) y se uniera a los «Cien Mil Hijos de San Luis»; ofreció otorgarle un título nobiliario y una gran cantidad de dinero, un millón de reales. La respuesta del Empecinado fue: «Diga usted al rey que si no quería la constitución, que no la hubiera jurado; que el Empecinado la juró y jamás cometerá la infamia de faltar a sus juramentos».
En 1823 acaba el régimen liberal. El Empecinado marchó al destierro en Portugal. Decretada la amnistía el 1 de mayo de 1824, pidió un permiso para regresar sin peligro, permiso que le fue concedido. Pero Fernando VII no estaba dispuesto a someter sus odios a la benevolencia del decreto y el 23 de mayo había ordenado: «Ya es tiempo de coger a Ballesteros y despachar al otro mundo a Chaleco y el Empecinado. Volviendo el Empecinado a su tierra con unos 60 de sus hombres que le habían acompañado como escolta a Portugal, fueron detenidos en la localidad de Olmos de Peñafiel. Llevados los presos a Nava de Roa, fueron entregados al alcalde de Roa, Gregorio González Arranz, que lo trasladó a esta localidad. Al llegar, sin haber recibido orden de superior alguno, había montado en la Plaza Mayor un tablado y el preso fue subido allí, donde fue insultado y apedreado.
La causa debería haber sido llevada a la Real Chancillería de Valladolid, donde el militar liberal Leopoldo O'Donnell habría conseguido que fuese juzgado con benevolencia, pero el corregidor de la comarca Domingo Fuentenebro, enemigo personal del preso, dio parte al rey que lo nombró comisionado regio para formar la causa en Roa y que quedó concluida el día 20 de abril de 1825. La cual puesta en manos de su Majestad aprobó la sentencia dictada en la que se condenaba al Empecinado a ser ahorcado en la Plaza Mayor de Roa. La ejecución se llevó a cabo el 20 de agosto de 1825. Murió ahorcado en lugar de ser fusilado.
El apodo de este personaje histórico ha enriquecido nuestro idioma y así se dice empecinarse a obstinarse o empeñarse en conseguir un fin. No obstante dicho apodo viene de más antiguo pues era el apodo que tenían todos aquellos que nacían en el pueblo de Castrillo de Duero al parecer por la abundancia de pecina (cieno negro) en el arroyo Botijas que cruza el pueblo. La palabra empecinado tenía el sentido, referido a una persona, de sucio y poco cuidado. Pero este personaje cambió definitivamente el sentido de la palabra, otorgándole mayor nobleza.