ROBE PAN PARA MIS HIJOS
Si señor; yo robé eso panes,
también los quesos fundidos,
los dulces, la sal, los higos.
Yo robé todo eso, Señor; lo robé para mis hijos.
¿Qué es malo robar? ¿Qué es de los peores delitos?
¿Qué se castiga con cárcel, y no importa porqué se hizo?
¿Qué es traición a la patria? ¿Qué si con ese ejemplo predico?
¿Qué soy peor que un criminal?
Señor; es que tenían hambre mis hijos
y yo he estado sin trabajo,
tampoco tenemos casa, no tenemos ni un cinco.
¿Qué porque no busco empleo?
Desde hace seis meses señor, y no encuentro.
Siempre es lo mismo ¡Lo Mismo!
Que si tengo referencias y que si gozo de créditos,
que donde trabajaba antes y a cuanto ascendía mi sueldo,
que si mi afiliación es priísta, que si apoyo al buen gobierno.
Al final. “Vuelva otro día, el personal esta completo”
No señor, no tuve escuela, me críe en los basureros
¿Mis padres? No los conocí, ni conocí a mis abuelos.
Mi cama fue la basura y mis amigos los perros;
allí aprendí a defenderme, allí mis años crecieron,
entre moscas, entre miasmas, entre polvo y basureros.
Allí me di cuenta que el hombre es aborto del infierno.
Allí me di cuenta que el mundo es un vil pleito de perros.
Y crecí, crecí y crecí; y mi alma se hizo más dura
y mi destino más negro y una palabra que a diario me taladraba el cerebro:
¡Hambre!, ¡Hambre!, ¡Hambre!.
Las cáscaras no alimentan,
El agua a vinagre sabe,
Las tortillas tienen hongos,
Muy duros están los panes,
Los fríjoles están rancios.
Las frutas a orines saben.
Y así crecí: entre pus y desperdicio,
entre microbios de cáncer, entre bacterias de tifo,
entre perros y entre gatos,
entre todo esto, también crecieron mis hijos.
Unos hijos esqueléticos, viviendo entre desperdicios,
jugando entre suciedades y bañándose con vicios.
Y un día quise conocer mi pueblo,
el pueblo que no me quiso,
el que me miraba en mis noches
y en mis infantes sueños como algo maravilloso,
algo así como un juguete nuevo.
¡Que decepción abrigué en mi alma!
¡Cuanta miseria llegó a mis ojos!
Miseria sucia, miseria humana,
nido de ratas, bestias en brama donde el más fuerte castiga y mata,
donde el más débil sufre y acata;
nido de fieras llenas de rabia, donde las normas ya se olvidaron,
donde no existen sabias palabras;
se veja, se viola, se tima y roba y
por la paz ni un ser humano trabaja.
Todo esto vi con mis ojos y el corazón se volvió más negro.
Allá tenemos basura, aquí viven los despojos,
que allá vivimos los malos, aquí transitan los buenos,
aquí viven de caviar, allá vivimos de abrojos,
que allá nos carcome el cáncer, aquí se alimentan cuervos;
aquí viven los decentes allá los menesterosos, y
me acordé de mi gente y me acordé de mis hijos,
del hambre que aún les cuelga como microbio infeccioso, y robé
¡Si! ¡Robé ésta bolsa con higos!
Por favor, señor gendarme,
aplique pues el castigo, pero por su santa madre,
lleve ese pan a mis hijos que usted también es un padre,
hágalo en bien de su oficio.
Hoy es domingo, señor, no se trabaja;
ellos están con hambre porque no hubo desperdicios,
y aunque flacos y esqueléticos,
con sarna, cáncer o tifo,
no dejo de ser su madre y ellos no dejan de ser mis hijos;
aunque duerman en basura aunque se bañen de vicios,
por favor, usted lléveles esos panes
¡Que tienen hambre mis hijos!
Fidencio Escamilla Cervantes.
Si señor; yo robé eso panes,
también los quesos fundidos,
los dulces, la sal, los higos.
Yo robé todo eso, Señor; lo robé para mis hijos.
¿Qué es malo robar? ¿Qué es de los peores delitos?
¿Qué se castiga con cárcel, y no importa porqué se hizo?
¿Qué es traición a la patria? ¿Qué si con ese ejemplo predico?
¿Qué soy peor que un criminal?
Señor; es que tenían hambre mis hijos
y yo he estado sin trabajo,
tampoco tenemos casa, no tenemos ni un cinco.
¿Qué porque no busco empleo?
Desde hace seis meses señor, y no encuentro.
Siempre es lo mismo ¡Lo Mismo!
Que si tengo referencias y que si gozo de créditos,
que donde trabajaba antes y a cuanto ascendía mi sueldo,
que si mi afiliación es priísta, que si apoyo al buen gobierno.
Al final. “Vuelva otro día, el personal esta completo”
No señor, no tuve escuela, me críe en los basureros
¿Mis padres? No los conocí, ni conocí a mis abuelos.
Mi cama fue la basura y mis amigos los perros;
allí aprendí a defenderme, allí mis años crecieron,
entre moscas, entre miasmas, entre polvo y basureros.
Allí me di cuenta que el hombre es aborto del infierno.
Allí me di cuenta que el mundo es un vil pleito de perros.
Y crecí, crecí y crecí; y mi alma se hizo más dura
y mi destino más negro y una palabra que a diario me taladraba el cerebro:
¡Hambre!, ¡Hambre!, ¡Hambre!.
Las cáscaras no alimentan,
El agua a vinagre sabe,
Las tortillas tienen hongos,
Muy duros están los panes,
Los fríjoles están rancios.
Las frutas a orines saben.
Y así crecí: entre pus y desperdicio,
entre microbios de cáncer, entre bacterias de tifo,
entre perros y entre gatos,
entre todo esto, también crecieron mis hijos.
Unos hijos esqueléticos, viviendo entre desperdicios,
jugando entre suciedades y bañándose con vicios.
Y un día quise conocer mi pueblo,
el pueblo que no me quiso,
el que me miraba en mis noches
y en mis infantes sueños como algo maravilloso,
algo así como un juguete nuevo.
¡Que decepción abrigué en mi alma!
¡Cuanta miseria llegó a mis ojos!
Miseria sucia, miseria humana,
nido de ratas, bestias en brama donde el más fuerte castiga y mata,
donde el más débil sufre y acata;
nido de fieras llenas de rabia, donde las normas ya se olvidaron,
donde no existen sabias palabras;
se veja, se viola, se tima y roba y
por la paz ni un ser humano trabaja.
Todo esto vi con mis ojos y el corazón se volvió más negro.
Allá tenemos basura, aquí viven los despojos,
que allá vivimos los malos, aquí transitan los buenos,
aquí viven de caviar, allá vivimos de abrojos,
que allá nos carcome el cáncer, aquí se alimentan cuervos;
aquí viven los decentes allá los menesterosos, y
me acordé de mi gente y me acordé de mis hijos,
del hambre que aún les cuelga como microbio infeccioso, y robé
¡Si! ¡Robé ésta bolsa con higos!
Por favor, señor gendarme,
aplique pues el castigo, pero por su santa madre,
lleve ese pan a mis hijos que usted también es un padre,
hágalo en bien de su oficio.
Hoy es domingo, señor, no se trabaja;
ellos están con hambre porque no hubo desperdicios,
y aunque flacos y esqueléticos,
con sarna, cáncer o tifo,
no dejo de ser su madre y ellos no dejan de ser mis hijos;
aunque duerman en basura aunque se bañen de vicios,
por favor, usted lléveles esos panes
¡Que tienen hambre mis hijos!
Fidencio Escamilla Cervantes.