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MEMBRIO: Precioso tu descripción del lugar y del momento. Quiero...

VIVENCIAS DE UNA FORERA.
En septiembre el pueblo volvía a recobrar la normalidad de su vida cotidiana. El verano poco a poco se iba alejando. Las primeras lluvias aparecían con perfumes de otoño. Comenzaban la vuelta al cole y los niños regresaban a la escuela tras las vacaciones estivales. Desde mi ventana escuchaba el murmullo de los niños corriendo por el patio. Los chiquillos que vivían en el campo eran los primeros en llegar y por la mañana temprano sus alegres vocecillas eran la dulce señal de que empezaba un nuevo día. Comenzaba el otoño y en el jardín, los árboles empezaban a perder las primeras hojas. Poco a poco sin apresurarse, en el suelo se iba formando una alfombra dorada que crujía cuando se pisaba y que el viento se encargaba de esparcir. De vez en cuando algún niño entraba a él en busca de su pelota perdida, mientras que el gran ciprés permanecía altivo al lado de la vereda que llevaba a la casa.
Las tardes cortas, el sol decayendo como decaía el ánimo. Las noches creciendo y los días menguando. El clima incierto, lluvia, frío o calor a destiempo. Olor a castañas asadas, membrillos y uvas en la parra. Sonidos de campanas lejanas tocando a rosario de difuntos y de todos los santos.
Y así, de esta manera y casi sin darnos cuenta llegaba Diciembre y con él la magia de la Navidad. Las Navidades allí no eran blancas ni plateadas, sino doradas. Doradas por ese sol extremeño que a primeras horas de la tarde brillaba y se hacía notar en aquel patio, en el camino que bordeaba el pantano o en la carretera que llevaba al Parral. Siempre me gustaron estas fiestas. Días de encuentros, reuniones familiares, regalos, mazapanes, villancicos, pesebres, panderetas y aguinaldos. Las navidades comenzaban junto a la lotería, las dulces voces de los niños de San Ildefonso eran (y son) el preludio de que ya se avecinaban.
La vida evoluciona y muchas de las costumbres se han ido perdiendo. Hoy recuerdo la cena de Nochebuena de aquella época como algo muy, muy especial. En mi casa cenábamos pronto el clásico “pavo en pipitoria” o el típico pollo de corral (aunque ya íbamos incluyendo en el menú los primeros mariscos que por aquellas fechas el señor Serrano traía a esa pescadería chiquitita que tenía en la plaza y popularmente era conocida por “la pesca”).
Apenas terminábamos de comer el turrón y las figuritas de mazapán, alegres nos levantábamos de la mesa para asistir aquella bonita misa del gallo donde al son de panderetas y zambombas adorábamos al niño Jesús.
En aquella época ya la “Volvoreta” se vestía de colores para dar la bienvenida al Año Nuevo, y en aquel ambiente de fiesta y alegría casi veíamos aparecer el nuevo día. No ocurría lo mismo la noche de los Reyes Magos cuando procurábamos irnos pronto a la cama para que estos no nos cogieran levantados. Noche Mágica con un gran enigma en la noche callada.
Llegaba Enero. Un enero de un año indeterminado pero no de una década cualquiera. La de los 80 para mí fue especial y supuso grandes cambios en mi vida…..
Son recuerdos de un pueblo, un patio y una etapa.

Precioso tu descripción del lugar y del momento. Quiero hacer mias, tras tus recuerdos, las palabras de aquel maestro. (D. Antonio Machado)
Mi infancia son recuerdos de un patio de... Membrío.