Y hablando de oro, del diario Hoy
Esta semana se cumplen 93 años desde que se encontró en Extremadura un tesoro de los que hacen historia. En otras ocasiones les he hablado de los tesoros soñados y luego encontrados, pero a veces la misteriosas reglas que parecen marcar estas señales oníricas se nos escapan.
Pongan atención a la siguiente y verídica historia digna de una novela. En 1916 la mujer de un portugués llamado Manoel Da Silva sueña tres veces con un gran tesoro oculto en la localidad extremeña de Aliseda, por lo que el luso, según cuenta Publio Hurtado y recoge Mélida se lanzó a excavar el terreno convencido de que iba a enriquecerse. No encontró nada.
Cuatro años después, concretamente el 29 de febrero de 1920 dos hermanos de Aliseda, Victoriano y Jesús Rodríguez, aunque es domingo, se encuentran cavando en el suelo, tratando de recopilar tierra para convertirla en barro con el que hacer tejas.
Y en plena faena, uno de ellos ve algo en el suelo que le llama la atención. Es una pieza de oro. Y al lado de esa, hay otra. Y un poco más allá, otra más. Desde aquel día, Victoriano y Jesús figuran entre los personajes más ilustres de su pueblo. Aquel domingo de principios de siglo pasado, ellos, sin saberlo, encontraron el Tesoro de Aliseda.
Con semejante sorpresa entre las manos, los dos hermanos hacen lo que habría hecho cualquier trabajador en aquellos años: quedárselo e intentar sacar provecho. Tienen en sus manos material suficiente como para olvidarse para siempre de las tejas: tres anillos preciosos de oro y amatista, jaspe y ágata, tres fabulosos collares, dos brazaletes, cinco sortijas y hasta 354 piezas que incluían desde platos y cinturones de oro hasta un brasero de plata, un espejo de bronce y una jarra de vidrio de origen egipcio… un auténtico tesoro de película, vaya.
Con el tesoro en las manos, o más bien en la maleta, se suben a un tren con destino a Cáceres. Llegan a la ciudad e intentan vender las piezas en la Joyería Gijón y en otros lugares, pero nadie se las compra porque todos piensan que son robadas. Alguien les denuncia y los detienen. Los dos hermanos prestan declaración ante la autoridad y no hay castigo para ellos. El Gobierno tasa las piezas, les da a ellos la mitad de ese dinero y se queda con todo el Tesoro, que está en Madrid, en el Museo Arqueológico Nacional, aunque en Aliseda se puede ver una reproducción del tesoro.
Lo que hallaron resultó ser tan importante que hoy tiene su propia calle en el municipio, con placa recordatoria incluida, y un Centro de Interpretación por el que pasan unas setecientas personas al año. Todo el que pisa allí lo hace con la misma intención: ver de cerca esas piezas del siglo VII a. C. que componen, según se cree, el ajuar funerario de una princesa tartesia, reino que se extendía por toda la mitad sur peninsular. Y ya hablamos cuando nos sumergimos en el templo de Cancho Roano, de que Tartessos es, según algunos románticos, el heredero directo de la Atlantida.
Menos romántico debió de parecerle todo al portugués buscador de tesoros, Da Silva, que murió en la indigencia tras haber intuido la presencia de uno de los tesoros más importantes de la península Ibérica.
Pero no fue el único que perdió la cabeza y la hacienda tras tesoros alisedanos. Cuenta el arqueólogo Jose Ramón Mélida que en un pago de viñas inmediato a Cabeza Rabbí, después del hallazgo de las alhajas, unos vecinos del pueblo empezaron a cavar ocultamente una noche, y como a un metro de profundidad encontraron tres grandes sillares de piedra, en uno de los cuales aparecía toscamente labrada en hueco, como una pierna humana.
Esta “fiebre del tesoro” que se dio en Aliseda me la confirmó hace poco Ana Liberal, una de las informadoras turísticas del pueblo, cuando me contó que su abuelo Victoriano Muñoz, antiguo guarda verde de la zona, encontraba a gente excavando por la noche porque, según decían, habían soñado que a pocos metros del tesoro de la dama se encontraba, aún oculto, el tesoro del caballero.
Y es posible que, un siglo después, aún se vean sombras agachadas y buscando tesoros en las noches de plenilunio…
Esta semana se cumplen 93 años desde que se encontró en Extremadura un tesoro de los que hacen historia. En otras ocasiones les he hablado de los tesoros soñados y luego encontrados, pero a veces la misteriosas reglas que parecen marcar estas señales oníricas se nos escapan.
Pongan atención a la siguiente y verídica historia digna de una novela. En 1916 la mujer de un portugués llamado Manoel Da Silva sueña tres veces con un gran tesoro oculto en la localidad extremeña de Aliseda, por lo que el luso, según cuenta Publio Hurtado y recoge Mélida se lanzó a excavar el terreno convencido de que iba a enriquecerse. No encontró nada.
Cuatro años después, concretamente el 29 de febrero de 1920 dos hermanos de Aliseda, Victoriano y Jesús Rodríguez, aunque es domingo, se encuentran cavando en el suelo, tratando de recopilar tierra para convertirla en barro con el que hacer tejas.
Y en plena faena, uno de ellos ve algo en el suelo que le llama la atención. Es una pieza de oro. Y al lado de esa, hay otra. Y un poco más allá, otra más. Desde aquel día, Victoriano y Jesús figuran entre los personajes más ilustres de su pueblo. Aquel domingo de principios de siglo pasado, ellos, sin saberlo, encontraron el Tesoro de Aliseda.
Con semejante sorpresa entre las manos, los dos hermanos hacen lo que habría hecho cualquier trabajador en aquellos años: quedárselo e intentar sacar provecho. Tienen en sus manos material suficiente como para olvidarse para siempre de las tejas: tres anillos preciosos de oro y amatista, jaspe y ágata, tres fabulosos collares, dos brazaletes, cinco sortijas y hasta 354 piezas que incluían desde platos y cinturones de oro hasta un brasero de plata, un espejo de bronce y una jarra de vidrio de origen egipcio… un auténtico tesoro de película, vaya.
Con el tesoro en las manos, o más bien en la maleta, se suben a un tren con destino a Cáceres. Llegan a la ciudad e intentan vender las piezas en la Joyería Gijón y en otros lugares, pero nadie se las compra porque todos piensan que son robadas. Alguien les denuncia y los detienen. Los dos hermanos prestan declaración ante la autoridad y no hay castigo para ellos. El Gobierno tasa las piezas, les da a ellos la mitad de ese dinero y se queda con todo el Tesoro, que está en Madrid, en el Museo Arqueológico Nacional, aunque en Aliseda se puede ver una reproducción del tesoro.
Lo que hallaron resultó ser tan importante que hoy tiene su propia calle en el municipio, con placa recordatoria incluida, y un Centro de Interpretación por el que pasan unas setecientas personas al año. Todo el que pisa allí lo hace con la misma intención: ver de cerca esas piezas del siglo VII a. C. que componen, según se cree, el ajuar funerario de una princesa tartesia, reino que se extendía por toda la mitad sur peninsular. Y ya hablamos cuando nos sumergimos en el templo de Cancho Roano, de que Tartessos es, según algunos románticos, el heredero directo de la Atlantida.
Menos romántico debió de parecerle todo al portugués buscador de tesoros, Da Silva, que murió en la indigencia tras haber intuido la presencia de uno de los tesoros más importantes de la península Ibérica.
Pero no fue el único que perdió la cabeza y la hacienda tras tesoros alisedanos. Cuenta el arqueólogo Jose Ramón Mélida que en un pago de viñas inmediato a Cabeza Rabbí, después del hallazgo de las alhajas, unos vecinos del pueblo empezaron a cavar ocultamente una noche, y como a un metro de profundidad encontraron tres grandes sillares de piedra, en uno de los cuales aparecía toscamente labrada en hueco, como una pierna humana.
Esta “fiebre del tesoro” que se dio en Aliseda me la confirmó hace poco Ana Liberal, una de las informadoras turísticas del pueblo, cuando me contó que su abuelo Victoriano Muñoz, antiguo guarda verde de la zona, encontraba a gente excavando por la noche porque, según decían, habían soñado que a pocos metros del tesoro de la dama se encontraba, aún oculto, el tesoro del caballero.
Y es posible que, un siglo después, aún se vean sombras agachadas y buscando tesoros en las noches de plenilunio…
Hermano PISAERA, interesante comentario sobre el hallazgo del tesoro de Aliseda. No hace mucho tiempo que unos amigos de allí nos llevaron al centro de interpretación y pudimos conocer la réplica de ese gran tesoro. También vimos las sillerías de piedra y estuvimos en la mina pastora que está en lo alto, por la carretera que une Aliseda con Villar del Rey. Desde allí se contemplaban unas vistas preciosas. Así mismo nos llevaron a conocer la ermita de la Virgen del Campo que tiene un entorno precioso. Me gustó Aliseda, es un pueblo con historia y como muchos pueblos de nuestra Extremadura muy interesante para visitar. Un saludo
VIOLETA saludamos y al resto del personal superviviente del futbol. Parece ser que PISAERAS se vio el programa de IKER JIMENEZ que yo la verdad no vi entero, esta muy bien recordarlo. Es mas VIOLETA nos das una buena idea para visitar, cuando se menester haremos un relato de otros tesoros de MEMBRIO oro incluido.
Felices sueños.
Felices sueños.