Luz y gas para ti

MEMBRIO: Todas aquellas sensaciones y descubrimientos fueron...

Todas aquellas sensaciones y descubrimientos fueron pasajeros. Los años fueron poco a poco dejando las cosas en su sitio y yo me dí cuenta que aquel no era mi lugar. Me dí cuenta que era extranjero y a pesar de que habían llegado muchos más españoles, el sol continuaba calentando poco y la intranquilidad por teneros tan lejos se me iba clavando como una astilla en el alma. Es cierto que nos veíamos una vez al año y que manteníamos correspondencia, pero esto no hacía más que aumentar mi nostalgia y todos los días pensaba en el regreso.
Luego me dejé arrullar por el conformismo y sacrifiqué mis ansias de volver en aras de la comodidad y del empleo seguro. Había que ser muy valiente para enfrentarse otra vez a una realidad extremeña, que seguía siendo dura, y yo había caído en una confortable cobardía. Me casé y se fueron distanciando mis vueltas a casa. Os alimenté con buenas palabras, algún dinero y fotografías de los nietos. Vosotros confesabais estar contentos por mi situación y porque todo me iba bien y me animabais diciéndome que no me preocupara, que a vosotros no os faltaba de nada y que no se puede tener todo en la vida.

Llegó el momento en que empezaron los alemanes a mirarnos por encima del hombro. Ya no éramos aquellos que contribuyeron con su trabajo a levantar el pais. La crisis parió desempleo y nosotros nos convertimos de la noche a la mañana en intrusos e incluso en enemigos. De nada servía alegar que les habías entregado parte de tu vida, ni siquiera el que tus hijos fueran alemanes era suficiente para perder la etiqueta de usurpador. Y allí estaba yo, sin identidad, sin ningún apoyo. Allí no nos quieren ver y aquí tampoco somos ya bien recibidos. Hemos quedado troceados en estaciones de tren, en aeropuertos y en las aduanas. Y todo por buscar de comer, por comprarnos casa y coche y querer vivir con dignidad. Es tal la situación que estoy cogiendo complejo de culpabilidad, ¿habré hecho algo malo, para ser tratado así?. Tú ya no puedes contestarme padre, aunque sé que me dirías que la vida es así y que qué le vamos a hacer.
Estoy muy cansado y muy sólo. Se me vino encima toda la soledad cuando supe que te me estabas muriendo. Tuve la sensación de que tus hombros soportaban aún la mitad de mi carga y a medida que morías toda las pesadumbre se trasladaba a los míos.

Hoy he vuelto a casa y tú no has salido a recibirme. Estás en tu habitación más pálido y mejor afeitado que nunca. Ha desaparecido todo el sol que habitaba cada uno de los poros de tu piel y la luz de las velas amarillea tu figura sarmentosa. No voy a llorar, porque a ti no te gustaría. Sólo lamento todo el tiempo perdido, estos treinta años de ausencias, cambiando afecto por dinero y salchichas. Sin ellas: ¡Cuántas veces, padre, hubiéramos bajado al río para no hablar, y contemplando los peces y perfumándonos de saúco, hubiéramos sacado de tu petaca, hebras de tabaco!.

Del baúl de mi padre -1987- Jaht, el amigo de pisaera