BÚSQUEDA DE TRUFAS.
La búsqueda de trufa suele denominarse por los truferos "cazar trufas" y es lógico dada la gran similitud que tiene con la actividad cinegética con la que coincide en parte de la época de recolección.
En ocasiones, sobre todo al inicio de la temporada, los truferos expertos llegan a distinguir las trufas más superficiales, también llamadas, en algunas zonas, trufas de chapa, gracias a la pequeña sobreelevación del suelo o a las escasamente visibles grietecillas que puedan haberse formado en la superficie del suelo. A pesar de poder distinguirse con la vista no es recomendable su extracción hasta que no estén maduras, cosa que detectará el perro por el olor.
La búsqueda o caza de trufa con perro es la práctica más conveniente, así como la más adecuada en todos los sentidos y la única legalmente permitida. El perro puede ser de cualquier raza, personalmente he visto buscar trufas hasta con un cani¬che enano, aunque sí es aconsejable que sea resistente al frío y aguante correr monte sin aspearse las «manos». Al igual que en la caza auténtica, el perro debe ir retenido por las ordenes de su amo, no alejarse excesivamente, y repasar cada una de las tru¬feras del itinerario cuando así se lo indican. Cuando encuentra una trufa se detiene, olfatea el suelo, lo rasca un poco con sus patas delanteras y espera, moviendo el rabo, que se acerque el amo y solicitando la recompensa de un pedazo de pan, tocino o queso, etc. El trufero, con un machete en forma de puñal recio, cuidadosamente, sintiendo por el tacto a través del machete donde está, acabará de desenterrar la trufa, se la dejará oler al animal y le recompensará adecuadamente.
Una vez extraída la trufa se vuelve a tapar el hoyo o pozo, siendo práctica normal enterrar un puñado escaso de hojarasca o poner una piedra encima, en cualquier caso no debe compactarse excesivamente. Hay truferos que preparan su propio compost para incorporarlo en los pozos que abren.
Fuera de la temporada trufera conviene sacar el perro al monte para que se mantenga en buena forma y con «las manos endurecidas». Cuando lo saque a cazar trufas prevea no sólo su bebida sino también la del perro, se lo agradecerá y traba¬jará mejor.
Por fin hay que señalar que una práctica nefasta, afortunadamente cada vez menos frecuente, es el cavado de truferas con picos o azadas. Esta forma de buscar trufas des-truye en pocos años la trufera y está prohibida. Es un sistema propio de incompetentes y de ladrones de trufa, que también los hay.
La búsqueda de trufa suele denominarse por los truferos "cazar trufas" y es lógico dada la gran similitud que tiene con la actividad cinegética con la que coincide en parte de la época de recolección.
En ocasiones, sobre todo al inicio de la temporada, los truferos expertos llegan a distinguir las trufas más superficiales, también llamadas, en algunas zonas, trufas de chapa, gracias a la pequeña sobreelevación del suelo o a las escasamente visibles grietecillas que puedan haberse formado en la superficie del suelo. A pesar de poder distinguirse con la vista no es recomendable su extracción hasta que no estén maduras, cosa que detectará el perro por el olor.
La búsqueda o caza de trufa con perro es la práctica más conveniente, así como la más adecuada en todos los sentidos y la única legalmente permitida. El perro puede ser de cualquier raza, personalmente he visto buscar trufas hasta con un cani¬che enano, aunque sí es aconsejable que sea resistente al frío y aguante correr monte sin aspearse las «manos». Al igual que en la caza auténtica, el perro debe ir retenido por las ordenes de su amo, no alejarse excesivamente, y repasar cada una de las tru¬feras del itinerario cuando así se lo indican. Cuando encuentra una trufa se detiene, olfatea el suelo, lo rasca un poco con sus patas delanteras y espera, moviendo el rabo, que se acerque el amo y solicitando la recompensa de un pedazo de pan, tocino o queso, etc. El trufero, con un machete en forma de puñal recio, cuidadosamente, sintiendo por el tacto a través del machete donde está, acabará de desenterrar la trufa, se la dejará oler al animal y le recompensará adecuadamente.
Una vez extraída la trufa se vuelve a tapar el hoyo o pozo, siendo práctica normal enterrar un puñado escaso de hojarasca o poner una piedra encima, en cualquier caso no debe compactarse excesivamente. Hay truferos que preparan su propio compost para incorporarlo en los pozos que abren.
Fuera de la temporada trufera conviene sacar el perro al monte para que se mantenga en buena forma y con «las manos endurecidas». Cuando lo saque a cazar trufas prevea no sólo su bebida sino también la del perro, se lo agradecerá y traba¬jará mejor.
Por fin hay que señalar que una práctica nefasta, afortunadamente cada vez menos frecuente, es el cavado de truferas con picos o azadas. Esta forma de buscar trufas des-truye en pocos años la trufera y está prohibida. Es un sistema propio de incompetentes y de ladrones de trufa, que también los hay.