MEMBRIO: FALCO como siempre un placer....

La profesión de esquilador de ovejas, frecuentemente heredada de padres a hijos, ha renacido en los últimos años en España con la incorporación de nuevos trabajadores, muchos de ellos jóvenes y extranjeros, que buscan una salida a la crisis económica en un oficio duro, pero gratificante.

Daniel Carrillo aprendió a esquilar ovejas a los 13 años en su pueblo, Monterrubio de la Serena, junto a su padre y sus dos hermanos. A sus 39 años continúa trabajando en una profesión que conoce bien, no sólo por la práctica sino también por su cargo de presidente de la Asociación Española de Esquiladores de Ovejas, creada en 2010. "Ahora hay más esquiladores que antes en España, a pesar de que ha bajado el censo de ganado", cuenta.

Según sus cálculos, en el país puede haber alrededor de 700 esquiladores (más de la mitad de ellos en Extremadura), un 30% más que hace una década, un aumento que atribuye a la crisis económica que ha hecho que muchos de los parados en el sector de la construcción se plantearan dedicarse a este oficio, sobre todo en las zonas rurales.

Junto a Extremadura, Castilla y León, Navarra, Aragón son las regiones con mayor número de esquiladores, entre los que cada vez hay más jóvenes en busca de porvenir y extranjeros provenientes de países como Polonia, Rumanía y Uruguay que muchos profesionales españoles ven como una amenaza por sus bajos precios (unos 90 céntimos por oveja esquilada en lugar de los 1,30 euros de media).

"Tiene que ser por vocación, es un trabajo muy duro", comenta Daniel Carrillo, al que su amor por este oficio le ha llevado a organizar el concurso nacional de esquiladores que se celebra desde hace ocho años todos los meses de marzo en Castuera y que pone a prueba la velocidad y la calidad del cortado de lana.

Jorge Alegre, organizador del otro gran concurso de esquiladores de España, que tiene lugar desde hace 23 años en Salgüero de Juarros, coincide al atribuir a la crisis económica el repunte en el número de trabajadores. "No hay problema de trabajo, pero tenemos una competencia desleal", dice en referencia a los esquiladores extranjeros.

También ha presenciado en los últimos años la incorporación de jóvenes a un oficio que, según cuenta, antes era "más familiar" y sigue siendo "muy poco reconocido y desamparado".

Ignacio Valero se convirtió en esquilador casi por casualidad a los 25 años, cuando se marchó a Francia para hacer un curso de esquileo, poco después de formar una cooperativa ganadera con un grupo de amigos en la localidad madrileña de Puebla de la Sierra. "Tenía ganas de hacer algo propio, en el campo, de buscarme la vida fuera de la ciudad", resalta.

Hasta ese momento "no había visto una oveja de cerca" y ahora, en cambio, estos animales son su fuente principal de subsistencia, aunque también dispone de ingresos procedentes de otros trabajos a los que se dedica durante los meses de invierno, cuando el esquileo vive su mayor parón.

"No he trabajado en algo tan duro en mi vida", afirma, al tiempo que reconoce que le mantiene enganchado el "espíritu de superación" que temporada tras temporada le lleva a perfilar su técnica en compañía de su cuadrilla, formada por cinco personas de entre 25 y 40 años.

Aunque vive en Alba de Tormes (Salamanca), a lo largo del año se mueve por otras zonas de Castilla y León, así como por Extremadura, Andalucía y Castilla La Mancha, acompañado de su cuadrilla, conformada por cuatro personas de entre 27 y 42 años. "Podría haberlo dejado hace tiempo, pero me gusta tanto", comenta deseoso de que llegue el mes de marzo para empezar a esquilar, una actividad dura pero que necesita "como el aire".

La profesión del esquilaó, yo lo viví cuando sólo eran con "estijeras" y cuando comenzaban con las eléctricas con un generador que en aquellas fincas por entonces no había luz eléctrica.
Con 17 años yo estaba de chaval para cuando gritaban " Moreno". Que significaba que un esquilaó había dado un corte a alguna oveja.
Saludos

Rebaños trashumantes: El esquileo

¡Moreno! ¡Andando va!
Víctor atiende bien el recado. Atado a una cuerda que rodea su cintura de pocos años cuelga un bote de hojalata lleno de “moreno” que se ha recogido en la fragua del pueblo. Él debe depositar con mucho cuidado un pellizquito de ese polvo negro en cada picada del pellejo. De este modo las ovejas no quedan expuestas a la gusanera. Como en un desfile van apareciendo las ovejas desde las acorraladas hasta los pies de los esquiladores.
Tres hombres son los encargados de maniatar las reses: las cuatro patas bien atadas con trozos de cuerdas de redes deshechas. La lana menuda de los añinos mulle el suelo donde permanecen las ovejas indefensas. Una sombra de cejas pobladas cubre la mirada de un esquilador menguado. Sus manos grasientas y sucias remueven la lana para comprobar su calidad. Durante toda la noche el ganado ha permanecido bien apretado en el tinao, para favorecer el corte, al esquilador le crece la vanidad por ser el más rápido y el mejor. Una competencia difusa ocupa sus manos y apenas distrae su atención en el vellón que va creciendo como una nube. Los dedos se lanzan como látigos y dejan en la atmósfera el “tris tras” enfurecido de las tijeras que muerden la lana. Un dolor creciente trepa desde los riñones hasta la misma frente empapada de un sudor largo que ciega la vista. No puede más. Vacía la llara en la boca y remueve el trago. De un manotazo se limpia el sudor mientras que el vellonero a sus pies enrolla, el brazo como eje, la lana que dio abrigo a la última oveja que, sin contener los temblores de su piel desnuda, apenas logra mantenerse sobre las patas recién desatadas. El amo está exultante. Es el último día de esquileo y se van, hasta el próximo año, los esquiladores del pueblo. Ha finalizado la pela. Los sacones de lana están llenos, convenientemente cosidos y marcados con almagre para no confundir ni la categoría, ni al dueño. Sólo queda la tarde y recoger toda la borra. Por el contrario, los desvalidos animales, desorientados y temblorosos, sembrarán de blanco reciente los pastos de las dehesas, valles jugosos acunados por la magia de la sierra. Las laderas y cumbres de la sierra mas próxima elevarán hasta lo mas alto la gratitud de los rebaños y los pastores, porque este suelo es su propio hogar aunque las noches los cobije bajo las estrellas.”Se oyen lejanos los zumbos de los carneros. El rebaño está recogido en una acorralada próxima a la Casona de donde traen caliente la pez. Los pastores presentan al mayoral el vacío derecho de los animales y allí, con mano certera y sobre la blancura de la piel recién esquilada, se escriben las letras del amo de un sólo golpe. Unas pequeñas lágrimas caen de los perfiles de la pez líquida. (…) Es verdad que algunos corderos tiemblan, pero no se sabe si es de frío o es la transparencia de los latidos del corazón. En el próximo amanecer toda la cabaña se adentrara entre encinas y alcornoques Los pastores, por tener menos trabajo, podrán pasar algunos días en sus casas y los hijos encontrarán a su padre, las mujeres al marido y los muchachos, la juventud perdida”

Amigos he querido recuperar este escrito y hacer un homeje y recordar el esquileo, oficio que solo precisa de la mano del hombre.

FELIZ DIA DE REYES, Y QUE LA VIDA OS ATALANTE,
UN SALUDO.-FALCO-

FALCO como siempre un placer.
Saludos