LOS ECONOMISTAS Y SU DESATINO
Allá por los siglos XVIII-XIX, se hizo famoso un economista inglés- T. Malthus – de teorías catastrofistas (Teoría sobre el crecimiento cero, entre otras) Hoy en día aún tiene seguidores. Este hombre, en su ensayo sobre la población, sostenía la teoría de que la población crecía en progresión geométrica (exponencialmente) mientras que los medios de subsistencia lo hacían en progresión aritmética. Por tanto, llegaría el momento en que sólo se sentarían a la mesa los que tuviesen comida, puesto que no había para todos (La población crecía más del doble que los alimentos) La propuesta que hizo para equilibrar el problema, y de paso solucionarlo, no fue otra que el derecho natural del ser humano a morirse (No se rompió la cabeza) Razonaba que si a través de epidemias, hambres y guerras se podía solucionar la cuestión- de los pobres, lógicamente- sería conveniente estimular el asunto, dejar la medicina de lado y que la naturaleza siguiese su curso. La cuestión no es si este tío dijo alguna barbaridad, o si tenía razón- teorías al fin y al cabo- sino si en algún momento, en algún lugar del planeta, se lleva a la práctica su filosofía. A este le ocurre un tanto como a Maquiavelo; casi todos los políticos lo ponen a parir, pero “de facto” casi todos siguen sus preceptos. PC
Allá por los siglos XVIII-XIX, se hizo famoso un economista inglés- T. Malthus – de teorías catastrofistas (Teoría sobre el crecimiento cero, entre otras) Hoy en día aún tiene seguidores. Este hombre, en su ensayo sobre la población, sostenía la teoría de que la población crecía en progresión geométrica (exponencialmente) mientras que los medios de subsistencia lo hacían en progresión aritmética. Por tanto, llegaría el momento en que sólo se sentarían a la mesa los que tuviesen comida, puesto que no había para todos (La población crecía más del doble que los alimentos) La propuesta que hizo para equilibrar el problema, y de paso solucionarlo, no fue otra que el derecho natural del ser humano a morirse (No se rompió la cabeza) Razonaba que si a través de epidemias, hambres y guerras se podía solucionar la cuestión- de los pobres, lógicamente- sería conveniente estimular el asunto, dejar la medicina de lado y que la naturaleza siguiese su curso. La cuestión no es si este tío dijo alguna barbaridad, o si tenía razón- teorías al fin y al cabo- sino si en algún momento, en algún lugar del planeta, se lleva a la práctica su filosofía. A este le ocurre un tanto como a Maquiavelo; casi todos los políticos lo ponen a parir, pero “de facto” casi todos siguen sus preceptos. PC